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Victoria tenía diecisiete años y Feli, dieciséis. Desde que se conocieron, ambas sabían que estaban destinadas a estar juntas. Victoria era una joven decidida y apasionada, con un talento innato para la música. Soñaba con ser cantante, y su vida giraba en torno a las melodías que creaba. Feli, en cambio, tenía una personalidad más calmada, observadora, y adoraba ver cómo los ojos de Victoria brillaban cada vez que hablaba de música.
Una tarde, después de clases, se sentaron en el parque como solían hacer. Victoria llevaba su guitarra, componiendo una melodía suave mientras Feli descansaba apoyada en su hombro.
—Un día, estaré en los escenarios —murmuró Victoria, rompiendo el silencio con una sonrisa soñadora.
Feli levantó la vista para mirarla.
—No tengo duda de eso, Vic. Tienes todo lo que necesitas: talento, pasión y... bueno, estás increíblemente buena —bromeó, dándole un suave empujón.
Victoria soltó una carcajada y la miró con ojos llenos de amor.
—Eres mi mayor fan, ¿verdad?
—Siempre. No hay nada que no haría por verte triunfar.
Victoria se quedó en silencio por un momento, sus dedos tocando suavemente las cuerdas de su guitarra, creando una melodía que parecía expresar lo que no podía poner en palabras.
—¿Sabes? A veces siento que no lo lograré. No es fácil... la música es cara. El equipo, las producciones, todo cuesta. Y yo solo soy una chica con una guitarra y un montón de sueños.
Feli la miró fijamente, sabiendo que esa inseguridad dolía. Quería decirle que todo estaría bien, que no necesitaba preocuparse, pero ambas sabían la realidad. El dinero era un obstáculo grande. A pesar de que Victoria trabajaba duro, no lograba ahorrar lo suficiente para comprar el equipo que necesitaba.
Feli, sin embargo, tenía una idea. Y aunque no era la más sensata, sabía que haría cualquier cosa por ayudarla.
