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Era un día lluvioso, las gotas se deslizaban por la ventana mientras Feli preparaba con esmero la pequeña cena de cumpleaños que había planeado para esa noche. Había algo especial en cumplir un año más junto a Victoria, a quien amaba profundamente. Aunque últimamente las cosas no andaban del todo bien, Feli se aferraba a la esperanza de que esta noche marcaría un nuevo comienzo.
El reloj marcaba las nueve cuando Victoria finalmente entró en la casa. Su cabello pelirrojo estaba despeinado, y su expresión parecía cansada y distante. No la había visto en todo el día, y cuando la puerta se cerró de golpe, el corazón de Feli comenzó a latir con fuerza.
—Hola, Vic —dijo Feli, sonriendo tímidamente mientras se acercaba. Pero su sonrisa murió en sus labios cuando notó el desinterés en los ojos azules de Victoria.
—No me molestes, Feli —respondió Victoria, con una frialdad que cortaba como el hielo.
Feli tragó saliva, intentando mantener la calma.
—Hoy es mi cumpleaños... —dijo en voz baja, esperando una respuesta amable, algún signo de que Victoria aún recordaba.
Pero en lugar de un abrazo, en lugar de un "feliz cumpleaños", Victoria suspiró, rodando los ojos.
—¿Y? ¿Eso qué tiene que ver conmigo? —contestó, caminando hacia el sofá y dejándose caer en él, sacando el móvil para distraerse.
El dolor perforó el pecho de Feli, pero se obligó a mantener la compostura.
—Pensé que podíamos pasar la noche juntas —susurró.
Victoria soltó una risa amarga.
—No me vengas con esas tonterías. Tú y yo... ya no somos lo que éramos. Estoy cansada de todo esto.
Feli sintió que su corazón se rompía en mil pedazos.
—¿Por qué me hablas así? —preguntó, con lágrimas en los ojos, la voz temblorosa.
Victoria la miró con una expresión indescifrable antes de levantarse bruscamente.
—Porque esto ya no funciona. Solo somos dos chicas que ya no tienen nada en común. ¿Quieres saber algo? Hoy estuve con alguien más, alguien que me entiende de verdad. Tú nunca lo hiciste.
