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La tensión en la casa de Feli y Victoria había alcanzado un punto de quiebre. Ya hacía semanas que el tema de la ex de Victoria flotaba en el aire, pero aquella noche, a poco más de un mes del primer cumpleaños de su hijo, la situación explotó. No había más lugar para silencios incómodos ni evasivas.Victoria estaba de pie frente a Feli en la cocina, sus brazos cruzados en un intento de controlar el enojo. Feli, por su parte, tenía la mandíbula apretada mientras fregaba un plato con demasiada fuerza, claramente haciendo un esfuerzo para no explotar también.
—No puedo creer que estés considerando invitarla, Vic —Feli rompió el silencio, su tono cargado de incredulidad y rabia contenida—. ¿Cómo podés pensar que es una buena idea después de todo lo que pasó entre nosotras?
Victoria exhaló con frustración, pasándose la mano por el cabello rojo.
—Ya te lo dije, Feli, no se trata de ella, se trata de nuestro hijo. Quiero que sea un día especial para él, no para mí ni para nadie más. No tiene nada que ver con lo que pasó en el pasado.
Feli dejó el plato en el fregadero, girando sobre sus talones para mirarla directamente a los ojos. Sus manos temblaban de la ira que intentaba contener, pero sus ojos estaban llenos de dolor.
—¿Nada que ver con el pasado? —soltó una risa amarga—. ¿Me estás diciendo que tengo que fingir que no pasó nada? Esa mujer intentó besarme, Vic. Rompió cualquier confianza que pudiera haber tenido en ella, y ahora vos querés que esté en el cumpleaños de nuestro hijo como si no hubiera pasado nada. ¡Es una falta de respeto para mí!
Victoria se acercó un paso, intentando mantener la calma, aunque sentía que el enojo comenzaba a hervir dentro de ella también.
—No te estoy pidiendo que la perdones ni que seas su amiga, Feli. Pero estoy pensando en nuestro hijo. Quiero que ese día sea perfecto, que tenga a todos los que han sido parte de su vida, aunque eso signifique tener que lidiar con algunas cosas incómodas.
Feli se cruzó de brazos, sus ojos se llenaron de lágrimas que no estaba dispuesta a dejar caer.
—¿Cosas incómodas? —repitió con voz temblorosa—. ¿Eso es lo que soy para vos? ¿Una incomodidad más que podés ignorar?