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Las luces del escenario siempre fueron un refugio para mí. Cuando estoy allí, con miles de ojos puestos sobre mí, no hay espacio para las dudas, los miedos, ni mucho menos para el dolor. Soy Young Miko, la cantante que todos aclaman, la estrella que brilla más que cualquier otra en ese instante. Pero cuando las luces se apagan, cuando el eco de las ovaciones se desvanece, el silencio me golpea con una brutalidad insoportable. Es ahí cuando lo siento. Cuando la soledad me carcome desde adentro, y cuando el nombre de Feli vuelve a mis labios, tan natural como un suspiro.
Había pasado un año desde que decidí poner fin a nuestra relación. Un maldito año que había arruinado con una sola decisión. Todavía puedo ver su rostro el día que se lo dije. Estábamos en nuestro pequeño departamento, el mismo que había sido nuestro refugio durante meses. Las peleas eran cada vez más frecuentes. A veces por tonterías, otras porque no estaba lo suficiente para ella. Feli no era solo mi novia, era mi mejor amiga, mi compañera, mi todo. Pero sentía que la vida que había construido como Young Miko me estaba absorbiendo, y no podía arrastrarla conmigo. No era justo para ella.
—No tengo tiempo para nosotras —le dije esa tarde, mi voz fría, distante, como si no me importara. Claro que me importaba, pero tenía que hacer lo correcto.
Recuerdo el silencio que siguió. Feli se quedó callada, mirándome con esos ojos grandes y llenos de dolor. Esperaba que gritara, que me reprochara, que me dijera cualquier cosa, pero no lo hizo. Solo asintió lentamente, con una pequeña sonrisa que me rompió el alma, se dio la vuelta y se fue. No me miró de nuevo. En ese momento, me sentí aliviada. Pensé que había hecho lo correcto, que ambas estaríamos mejor así. Pero me equivoqué.
Cada noche, desde entonces, sueño con ella. Siempre es el mismo sueño. Estamos juntas en algún lugar desconocido, pero a la vez familiar. Feli me sonríe, me toma de la mano, y me dice que todo estará bien. Despierto con una sensación de paz... solo para darme cuenta de que es solo un sueño, una mentira que mi mente me juega para no colapsar.
Era una noche cualquiera después de un concierto agotador en Miami. Las luces, los gritos de los fans, todo había sido increíble, como siempre. Pero esa emoción que sentía al principio ya no estaba. No importaba cuántos gritaran mi nombre, no podía sentir nada más allá del vacío. Fui a una fiesta que organizó mi mánager después del show. El lugar estaba lleno de gente, personas que apenas conocía, pero que actuaban como si fuéramos mejores amigos. Me serví un trago, luego otro... y así sucesivamente hasta que todo comenzó a nublarse. Sentía que necesitaba beber para escapar, para no pensar. Cada vez que mi mente vagaba, volvía a Feli, a esos días donde todo era más simple, donde solo éramos nosotras dos contra el mundo.