LA FEFI DE ANTES NO SE DROGABA 🫀

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🫀๋࣭⭑𖹭⋆

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🫀๋࣭⭑𖹭⋆.˚⋆。𖦹°⭒˚。⋆

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Feli y Victoria habían sido inseparables desde que se conocieron. Victoria, con su cabello largo y cobrizo, ojos azules brillantes, y una sonrisa que iluminaba cualquier lugar, había atrapado el corazón de Feli cuando tenían 17 y 15 años, respectivamente. Su relación comenzó en Puerto Rico, donde ambas vivían en aquel entonces. Eran jóvenes, sí, pero también intensamente enamoradas. Habían pasado tardes infinitas caminando por la playa, riéndose por cualquier cosa y susurrándose promesas al oído bajo el sol.

Sin embargo, después de un año de pura felicidad, las cosas cambiaron cuando Feli tuvo que mudarse a Argentina debido a la situación laboral de su padre. El anuncio fue devastador. Ambas lloraron esa noche, abrazadas bajo las estrellas, prometiendo que no dejarían que la distancia las separara. Hablaron de hacer videollamadas diarias, de enviar mensajes cada mañana y noche, de no perder el contacto. Feli confiaba en que su amor podría sobrevivir a cualquier cosa. Victoria también lo prometió, con lágrimas en los ojos.

Los primeros dos meses de relación a distancia fueron difíciles, pero soportables. Feli extrañaba cada día a Victoria, pero siempre estaba pendiente de sus mensajes, sus llamadas y esos pequeños detalles que las mantenían conectadas a pesar de los kilómetros que las separaban. Sin embargo, algo cambió poco a poco. Victoria comenzó a alejarse.

Primero, eran las respuestas más cortas. Feli mandaba mensajes largos, contándole sobre su vida en Argentina, la nueva escuela, las amistades que empezaba a formar, pero Victoria apenas respondía con un "ok" o "qué bien". Las llamadas que solían durar horas se volvieron breves y esporádicas. Victoria siempre parecía tener alguna excusa: "Estoy ocupada", "Tengo ensayo", "Luego te llamo".

***

Una tarde, después de semanas en las que apenas habían hablado, Feli se sentó frente a su teléfono. Estaba cansada. Había aguantado el alejamiento de Victoria, pero ya no podía más con la incertidumbre y la tristeza que sentía cada día al no saber qué estaba pasando con ella. Decidió llamarla. Eran alrededor de las 4 de la tarde en Argentina, lo que significaba que en Puerto Rico eran las 3.

Marcó el número de Victoria, con el corazón latiendo fuerte en el pecho. Al principio, el tono de llamada la hizo pensar que Victoria no iba a contestar, pero de repente escuchó su voz al otro lado de la línea.

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