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La lluvia caía sin cesar sobre Buenos Aires, cubriendo la ciudad con un manto gris y melancólico. Las calles se transformaban en ríos que corrían hacia las alcantarillas, y los truenos resonaban a lo lejos. Feli se encontraba sola en su departamento, sentada en el sofá, mirando por la ventana. El clima reflejaba su estado emocional, una mezcla de desasosiego y confusión.
A sus veintiocho años, Feli se sentía atrapada en una relación con Victoria, conocida en el mundo como Young Miko, que era a la vez intensa y destructiva. Sabía que su amor era tóxico, un torbellino de emociones que la mantenía en un constante tira y afloja, pero la atracción que sentía por Victoria era innegable y difícil de ignorar.
La puerta del departamento se abrió de golpe, rompiendo el silencio. Victoria apareció en el umbral, empapada por la lluvia, con un ramo de rosas rojas en la mano. Su rostro estaba pálido y cansado, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Feli conocía demasiado bien.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó Feli, abriendo la puerta con una mezcla de sorpresa y desconfianza. — No me llamaste antes.
— No podía esperar más — respondió Victoria, con voz entrecortada. — Te necesito, Feli. No puedo estar sin ti.
Feli dejó a Victoria entrar, observando cómo la cantante se sacudía el agua de los hombros. El calor del interior contrastaba con el frío y la humedad que traía Victoria, creando un ambiente cargado de tensión. La mirada de Victoria era una mezcla de arrepentimiento y desesperación, un reflejo de la lucha interna que ambas sentían.
— ¿No entiendes que esto no puede seguir así? — preguntó Feli, tratando de mantener la calma mientras dejaba las rosas en la mesa. — Cada vez que nos peleamos, tú vuelves con una disculpa y me haces sentir como si todo lo que ha pasado fuera solo un malentendido.
Victoria se acercó, tratando de tomar la mano de Feli, pero esta se apartó.
— Yo sé que no es justo, Feli — dijo Victoria, con lágrimas en los ojos. — Pero cuando estamos separados, me doy cuenta de lo mucho que te necesito.
Feli y Victoria se sentaron en el sofá, la tensión palpable entre ellas. La conversación se volvió un campo de batalla emocional, con palabras que cortaban como cuchillos.
— Recuerdo la última vez que discutimos — comenzó Feli, su voz temblando. — Fue horrible. Me dijiste cosas que no merecía escuchar. Cada vez que vuelves con una disculpa, siento que estoy atrapada en un ciclo sin fin.