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Eran las once de la noche y la fiesta apenas empezaba. La música retumbaba en las paredes, y las luces de colores creaban un ambiente embriagador. Feli y Victoria, mejores amigas desde siempre, se habían prometido que esa noche iba a ser épica. Sin preocupaciones, sin pensar en nada más que en disfrutar el momento.
Victoria, con su look inconfundible y su actitud desinhibida, no tardó en llamar la atención de varias personas en la fiesta. Pero, como siempre, Feli estaba a su lado, riendo y divirtiéndose. Desde el primer momento en que se conocieron, se volvieron inseparables. Esa amistad que todos envidiaban, la que parecía inquebrantable, la que no tenía secretos. O eso pensaban.
—¿Cuántas copas llevas ya? —preguntó Feli, tambaleándose un poco mientras se apoyaba en el hombro de Victoria.
—Ya perdí la cuenta, nena. Pero estamos bien, ¿no? —contestó Victoria, con una sonrisa que siempre hacía que Feli se sintiera en casa.
Las horas pasaron y la fiesta se hizo más intensa. Entre risas, bailes y unos cuantos shots más, la línea entre la diversión y lo prohibido comenzó a desdibujarse. Había algo en el aire esa noche, una tensión que ninguna de las dos quería reconocer. Cada mirada, cada roce accidental, todo cobraba un significado nuevo y más profundo.
—Vamos afuera, está haciendo mucho calor aquí —sugirió Victoria, tomando a Feli de la mano y guiándola hacia una terraza vacía.
Una vez afuera, la brisa nocturna les golpeó la cara y, por un segundo, todo pareció volver a la normalidad. Pero entonces, en medio del silencio incómodo, Victoria se acercó más de lo usual. Feli podía sentir el latido de su corazón acelerado, y esa tensión que había estado flotando entre ellas durante toda la noche alcanzó su punto de ebullición.
—Vic... —Feli murmuró, pero sus palabras quedaron atrapadas cuando los labios de Victoria se encontraron con los suyos.
No hubo resistencia, solo entrega. La pasión contenida durante años se desató en un instante. El deseo superó a la razón, y en ese momento, dejaron de ser solo amigas. Dentro de la casa, la fiesta continuaba, pero ellas estaban atrapadas en un universo propio, donde solo existían sus cuerpos, su calor, sus manos recorriendo territorios antes prohibidos.
Al día siguiente, Feli se despertó con un dolor de cabeza y una sensación de vacío en el estómago. A su lado, Victoria todavía dormía, su cabello desordenado y el rastro de la noche anterior reflejado en la manera en que su cuerpo descansaba junto al de Feli. La confusión golpeó a Feli de inmediato. ¿Qué habían hecho?
Victoria se despertó poco después, y sus ojos se encontraron con los de Feli. Ninguna de las dos sabía qué decir. Las palabras parecían innecesarias y, al mismo tiempo, absolutamente necesarias.
—Nosotras... —empezó Victoria, pero su voz se quebró.
—Sí... —contestó Feli, apartando la mirada—. Lo arruinamos, ¿no?
Victoria se quedó en silencio. Esa era la pregunta que ambas temían responder. Lo que había sucedido no era solo un accidente; había sido la culminación de algo que ambas habían estado ignorando por tanto tiempo. Pero al mismo tiempo, sentían el peso de su amistad amenazada por un deseo que no podía ser deshecho.
—No sé... —Victoria finalmente dijo, su voz era apenas un susurro—. Pero no podemos hacer como si no hubiera pasado.
Feli asintió, sintiendo que su corazón se rompía un poco más con cada segundo que pasaba. Tenía razón. Fingir que no había pasado sería un error, pero admitirlo significaba poner en riesgo todo lo que eran.
—¿Y si solo fue un error? —preguntó Feli, aunque en el fondo sabía que no era así. No podía llamarlo un error cuando había deseado ese momento tanto como Victoria.
Victoria se incorporó, mirándola con intensidad.
—Puede que haya sido un error —dijo—, pero... ¿y si también fue lo que queríamos todo este tiempo?
Feli cerró los ojos, intentando procesar las palabras de Victoria. La incertidumbre era casi peor que el arrepentimiento. Porque ahora sabían que su relación no era tan simple como pensaban, y no había marcha atrás.
Pasaron minutos, tal vez horas, sin que ninguna de las dos dijera nada. Al final, Victoria se levantó y comenzó a vestirse.
—Necesito tiempo para pensar —dijo, su voz temblaba.
Feli asintió, sintiendo que la distancia entre ellas se hacía más grande con cada movimiento. Las dos sabían que lo que había pasado esa noche había cambiado todo. Y mientras Victoria se alejaba, dejando a Feli sola en la cama, una cosa quedó clara: habían dañado la amistad. Y ahora, tenían que decidir si estaban dispuestas a arriesgarlo todo por algo más. ༉‧₊˚🖤❀༉‧₊˚.🖤
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