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Feli y Victoria habían construido un imperio en el mundo de las drogas, moviendo mercancías con precisión y sin dejar rastros. El almacén que usaban como base de operaciones estaba abarrotado de cajas y sacos, todo listo para ser distribuido. Era una noche como cualquier otra, hasta que el sonido de sirenas rompió la calma.
Victoria estaba en el centro de la actividad, revisando la carga cuando escuchó las sirenas a lo lejos.
—¡Feli, las sirenas! —gritó Victoria por el intercomunicador—. ¡Necesitamos salir de aquí!
—Estoy en camino —respondió Feli, intentando mantenerse tranquila a pesar de la creciente presión—. Mantén la calma y asegúrate de que todo esté listo para movernos rápido.
Victoria miró a su alrededor, notando cómo los oficiales se acercaban cada vez más. Sabía que el tiempo se acababa. Se apresuró a hacer un último chequeo de la carga, mientras trataba de comunicarse con Feli.
—¡Ya están aquí! —exclamó Victoria—. ¡No sé cuánto tiempo más podré esperar!
Feli, al volante, maniobraba entre las calles, tratando de encontrar una salida. El sonido de las sirenas se hacía más fuerte. En un giro brusco, encontró un túnel oscuro. Sabía que era su única oportunidad de escapar.
Dentro del almacén, Victoria estaba rodeada. Los oficiales estaban en todas partes, revisando cada rincón. Consciente de que no podía escapar, tomó una decisión desesperada.
—¡Llévenme a mí! —dijo Victoria, levantando las manos en señal de rendición—. Mi compañera no tiene nada que ver con esto.
Una oficial se le acercó, su expresión neutral.
—¿A quién debemos buscar en los registros? —preguntó la oficial.
Victoria tragó saliva, el corazón acelerado.
—Feli —dijo con voz temblorosa—. Ella es la que debería estar fuera de esto. La carga es toda mía. No quiero que le pase nada a ella.
Los oficiales comenzaron a registrar la información, sin saber si Victoria estaba diciendo la verdad o si estaba intentando cubrir a alguien más. Mientras tanto, Victoria fue arrestada y llevada a la comisaría.
Feli, al enterarse de la detención de Victoria, se sintió devastada. Su escondite en las montañas se volvió un lugar de aislamiento y desesperación.
