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Aquel viernes por la tarde, la cancha de fútbol estaba repleta de energía y emoción. El sonido de los gritos animando a los jugadores resonaba en el aire, y el sol brillaba intensamente, haciendo que la tarde pareciera aún más especial. Las porristas se movían con gracia, animando al equipo y disfrutando del momento. Feli era una de las más destacadas, su cabello oscuro brillaba al sol mientras realizaba su rutina. Sin embargo, su atención no estaba en los vítores ni en los aplausos, sino en una figura en particular: Victoria.
Victoria era la estrella del equipo de fútbol. Su melena roja ondeaba tras ella como una llama mientras corría por la cancha, y Feli no podía evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que la veía jugar. A pesar de que en la escuela se hacían creer que se odiaban, con miradas fulminantes y desaires, ambas escondían un secreto. En el fondo, lo que realmente sentían era atracción, aunque ninguna de las dos estaba lista para aceptarlo.
Después de un partido emocionante, el equipo de Victoria había logrado la victoria, y la celebración estalló en la cancha. Feli, emocionada por el triunfo, se unió a sus compañeras porristas, pero en medio de la alegría, se dio cuenta de que había olvidado su camisa del uniforme en los vestuarios. Al ver que las demás comenzaban a irse, sintió una punzada de ansiedad.
—¿Alguien tiene una camisa extra? —preguntó a sus compañeras, tratando de sonar casual.
Las chicas miraron hacia otro lado, algunas se encogieron de hombros, y Feli comenzó a desesperarse. Sin embargo, de entre la multitud, surgió una voz inesperada.
—Yo tengo una —dijo Victoria, saliendo del vestuario con una toalla enrollada alrededor de su cuerpo, el cabello aún goteando.
Feli se quedó paralizada. Era la primera vez que Victoria le ofrecía algo sin sarcasmo ni desprecio. Con una sonrisa torcida, Victoria añadió:
—Espera a que termine de bañarme y te la doy.
Un nudo de emociones se formó en el estómago de Feli mientras asentía. No sabía si la estaba tomando en serio o si era otra de sus bromas. Mientras esperaba, las demás chicas se fueron y el vestuario se fue quedando vacío. Feli miraba al suelo, absorta en sus pensamientos, sintiéndose extraña al estar sola con Victoria.
Finalmente, Victoria salió de la ducha, envuelta en la toalla, sus ojos brillantes se posaron en Feli. En ese momento, el aire entre ellas se cargó de tensión. Feli, nerviosa, se pasó una mano por el cabello y se sintió incómoda al ver a Victoria así, tan cerca. La pelirroja la miró de arriba abajo, y cuando Feli se dio cuenta de que la estaba observando, su corazón se disparó.