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Era una tarde soleada, perfecta para un picnic en el parque. Feli y Victoria habían preparado todo con cuidado: una manta grande, papas fritas, Doritos, frutas frescas y unos sándwiches bien cargados. También llevaban comida especial para su bebé de tres años, que corría por el césped con una sonrisa en su pequeño rostro.
—Amor, ¿no crees que deberíamos hacer algo diferente hoy? —dijo Victoria, mientras sacaba una bolsa de pintura y pinceles de su mochila, con esa sonrisa traviesa que Feli conocía bien.
—¿Y ahora qué estás planeando, VicVic? —respondió Feli, intrigada, mientras su bebé se acercaba curioso al ver los colores brillantes que su mamá había sacado.
—Pensé que podríamos pintar. Ya sabes, un cuadro... o pintarnos entre nosotras —Victoria le guiñó un ojo, haciéndola reír.
—Eso suena divertido —dijo Feli, mordiéndose el labio—. ¿Y qué va a pintar nuestro pequeño artista? —preguntó, mirando a su bebé que ya había empezado a jugar con las pinturas.
—Lo que quiera, ¿verdad, mi amor? —dijo Victoria, revolviendo los rizos del niño mientras él asentía emocionado.
Se sentaron juntas bajo un árbol, el bebé tenía su propio lienzo y pincel en mano, decidido a crear una obra maestra de colores caóticos y formas abstractas que solo un niño podría imaginar. Mientras tanto, Victoria se inclinó hacia Feli, sosteniendo un pincel lleno de pintura verde.
—¿Qué te parece si empiezo por ti, mi nena? —susurró Victoria, y antes de que Feli pudiera responder, sintió el suave trazo del pincel recorriendo su espalda desnuda.
Feli cerró los ojos, disfrutando la sensación fresca de la pintura en su piel mientras Victoria, con mano firme y segura, dibujaba delicadas flores que parecían danzar con cada pincelada.
—Te ves hermosa —dijo Victoria al terminar, acariciando suavemente el diseño con los dedos—. Como siempre.
Feli abrió los ojos y sonrió antes de tomar su propio pincel. Se inclinó hacia Victoria, bajándole un poco la camiseta para exponer su espalda, donde tenía ese impresionante tatuaje de dragón que tanto le encantaba.
—Ahora es mi turno, Vicky. Te voy a devolver el favor —dijo Feli con una sonrisa traviesa.
Con cuidado, empezó a trazar las líneas del dragón, siguiendo cada curva del tatuaje. El pincel se movía con precisión mientras Feli pintaba con colores vivos sobre el diseño que ya adornaba la piel de su esposa.