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⁺‧₊˚ ཐི⋆♱⋆ཋྀ ˚₊‧⁺
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Las horas se convirtieron en días, y el tiempo parecía moverse lentamente para Feli. Cada día, la soledad la envolvía más. La rabia se transformó en tristeza, y la tristeza en un profundo vacío. Sentía que la parte más brillante de su vida había sido arrancada de un solo golpe, y el dolor era cada vez más difícil de soportar.
Finalmente, un día, Feli fue dada de alta. El personal del hospital le entregó las instrucciones para su cuidado y la despidió con un gesto amable, pero ella apenas escuchó. Regresó a casa, aún con el cuerpo adolorido y la mente atrapada en un laberinto de recuerdos. Al entrar, notó que todo estaba en orden, como si alguien hubiera estado allí, cuidando de ella.
La mesa del comedor estaba puesta, y en el centro había una nota, escrita con la caligrafía familiar de Victoria. Su corazón se detuvo al leer las palabras:
—"Capaz piensas que me fui y que no volvería a verte, pero significas mucho para mí. Es poco lo que hice, pero te amo de verdad, Feli".
Con rabia, Feli rompió la nota en pedazos, dejando que las lágrimas fluyeran. La frustración y la tristeza la abrumaron. Se sentó en el sofá, mirando el vacío, recordando cada momento que habían compartido, cada risa, cada abrazo. ¿Cómo podía alguien que amaba tanto hacerle esto?
Pasaron las horas, y la casa estaba envuelta en un silencio pesado. Justo cuando comenzó a perder la esperanza, escuchó el timbre de la puerta. Con el corazón acelerado, se levantó y se acercó a la entrada, sintiendo un nudo en el estómago. Al abrir la puerta, se quedó paralizada al ver a Victoria, con un ramo de rosas en las manos y los ojos llenos de lágrimas.
—Feli... —susurró Victoria, su voz temblando de emoción—. Estoy tan feliz de verte.
El nudo en el estómago de Feli se volvió más fuerte. Había pasado tanto tiempo desde que había visto a Victoria, pero la mezcla de sentimientos era abrumadora. ¿Podía confiar en ella de nuevo?
—¿Qué haces aquí? —preguntó Feli, intentando sonar indiferente, pero la vulnerabilidad en su voz la traicionó.
Victoria dio un paso adelante, su rostro lleno de desesperación y esperanza.
—Solo quería verte, por favor. Déjame entrar, necesito hablar contigo —dijo, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.
Feli dudó, recordando el dolor que había sentido, pero la necesidad de escuchar lo que Victoria tenía que decir fue más fuerte que su rencor. Finalmente, abrió la puerta un poco más y dejó que Victoria entrara.