❦ RAMIREZ-REFFICO ❦

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Era una noche tranquila en casa de Feli y Victoria

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Era una noche tranquila en casa de Feli y Victoria. Ambas mamás estaban cenando en el comedor, con la pequeña de 4 años jugando a su lado, mientras la hija mayor, Valentina, de 14 años, comía en silencio. La atmósfera era relajada, pero todo cambió cuando Valentina rompió el silencio.

—Mamá, necesito 500 dólares —dijo sin rodeos, mirando a Feli y Victoria con una expresión seria.

Victoria, con una sonrisa tranquila, estaba a punto de ofrecer sacar el dinero de su tarjeta de crédito, como hacía en ocasiones, pero Feli la detuvo.

—No, Vic, eso es demasiado dinero para una niña de 14 años —respondió Feli, algo incómoda.

Victoria la miró un momento, pensativa. No le importaba tanto el dinero, siempre lo había considerado algo secundario. Pero Feli, con su carácter firme, insistió.

—No, no le voy a dar ese dinero. Tiene que aprender a valorar lo que tiene —dijo con determinación.

Valentina, al escuchar eso, se levantó bruscamente de la mesa, su rostro rojo de rabia. Sin pensarlo, comenzó a gritar.

—¡Eres una puta mala madre! ¡Nunca me das lo que quiero! ¡Siempre estás con tus mierdas y no me das lo que necesito! —vociferó, mirando a Feli con odio.

Las palabras de Valentina hicieron que la pequeña, asustada, comenzara a llorar desconsolada. La sirvienta, al ver la situación, rápidamente levantó a la niña y la llevó fuera del comedor para calmarla.

Feli, con los nervios a flor de piel, intentó controlar la ira que la invadía. Nunca había pegado a Valentina, pero sus palabras la habían roto por dentro. No soportó más y, con el corazón acelerado, le dio un manazo en la cara a su hija.

Valentina, sorprendida y furiosa, se levantó de la silla y salió disparada de la casa, sin decir una palabra más. Victoria, preocupada, se acercó a Feli, abrazándola.

—No quería que llegara a esto, Feli —dijo Victoria, con tristeza en los ojos—. Pero no pudimos dejar que nos hablara así.

Feli, con el alma hecha pedazos, no podía dejar de sentir el dolor por haber levantado la mano contra su hija. Sintiéndose culpable, abrazó a Victoria y se quedó en silencio.

Unos 30 minutos después, Valentina regresó, cargando una maleta. Sus ojos estaban rojos y su expresión, seria.

—Me voy a vivir con mi novio —dijo, casi sin mirarlas—. Ya no quiero estar aquí. No aguanto más.

Victoria, sorprendida y preocupada, se acercó a ella.

—No te vayas, por favor. Quédate. Podemos arreglar las cosas, hablamos, lo que sea... —rogó, tratando de retenerla.

Pero Feli, con la voz firme y algo quebrada, contestó:

—Vete. Hazlo. Que veas lo que es vivir sin nosotras. A lo mejor aprendes algo.

Valentina, al ver la firmeza de su madre, recogió su maleta y se fue sin decir nada más.

Cinco días pasaron y la casa estuvo vacía. Feli y Victoria sentían el vacío en el corazón, extrañaban a su hija mayor, aunque su comportamiento les había dolido profundamente. La pequeña, a pesar de su edad, preguntaba por Valentina a menudo.

Finalmente, en el sexto día, Valentina regresó a casa. Estaba llorando, su rostro lleno de arrepentimiento.

—No me dio todo lo que me prometió... Ni el dinero, ni el lujo, ni las cosas que pensaba... —dijo entre sollozos, mirando a sus mamás con tristeza—. Me arrepiento, mamá... Si pudiera volver atrás, me quedaría aquí. Quiero regresar a la familia Ramírez-Reffico,puedo?

—Vení, Valentina, no hace falta más drama —dijo con una voz suave pero firme—. Lo que hiciste no se olvida así nomás, pero quiero que entiendas que tu lugar está aquí, con nosotras. No se trata de dinero, se trata de respeto, cariño y amor. Eso es lo que te hemos dado siempre, aunque no siempre te lo hayamos mostrado como esperabas.

Valentina dio un paso hacia adelante, sus ojos no dejaban de moverse entre las dos mamás. Victoria la observaba también, su rostro reflejaba tristeza, pero también un rayo de esperanza.

—Lo sé, mami. Lo siento mucho, de verdad —respondió, entre sollozos—. No pensé en lo que decía, solo me dejé llevar. Pensé que iba a tener todo lo que quería, pero me di cuenta que eso no me hace feliz. Lo que me hace feliz es tenerlas a ustedes.

Feli, con un suspiro largo, se acercó a ella, dejando que la rabia y el dolor se disiparan poco a poco.

—Lo sé, hija. Y quiero que entiendas algo: en esta casa, el dinero no va a decidir lo que somos, ni lo que significamos como familia. Te vamos a guiar, te vamos a enseñar, pero tú también tienes que hacer tu parte, ¿entiendes? No vamos a tolerar más faltas de respeto.

Valentina asintió lentamente, tomando un respiro profundo antes de hablar.

—Voy a cambiar, mamá. Lo prometo. Ya no me voy a dejar llevar por cosas materiales. Quiero quedarme aquí. Quiero estar con ustedes.

Victoria, que no había hablado mucho, finalmente se acercó y acarició el rostro de Valentina.

—Te queremos, siempre lo hemos hecho, incluso cuando no lo expresábamos bien. Pero la familia es todo, y tienes que aprender a cuidarla como ella te cuida a ti.

La conversación continuó por un buen rato, con Feli y Victoria conversando sobre los límites, las expectativas y lo que significaba estar unidas como familia. Valentina, aunque avergonzada por su comportamiento, comprendió que el amor de sus mamás era lo único que realmente importaba.

Feli, con su firmeza, finalmente le dio un abrazo a su hija mayor, esta vez sin ira, sin reproches, pero con la firmeza de saber que la relación entre ellas tenía que evolucionar hacia un lugar más maduro, con respeto y comprensión mutua.

Al día siguiente, Valentina comenzó a mostrar cambios pequeños, pero significativos. Empezó a ayudar más en casa, a pedir las cosas con educación y a tener más en cuenta los sentimientos de su familia. La relación entre las tres se reconstruyó lentamente, pero cada día se sentía un poco más sólida, un poco más fuerte.

No fue fácil, por supuesto. Hubo momentos de tensión, como los que siempre ocurren cuando las personas cambian y crecen. Pero Feli y Victoria sabían que Valentina estaba aprendiendo, que estaba reconociendo el valor de lo que realmente importaba: el amor que compartían y el compromiso de ser una familia, más allá de las dificultades o las diferencias.

Y aunque el pasado no se podía borrar, ese día marcó el comienzo de una nueva etapa para todas, una etapa en la que los errores se reconocían, las palabras se meditaban antes de salir, y el vínculo familiar se fortalecía con cada desafío.

Y aunque el pasado no se podía borrar, ese día marcó el comienzo de una nueva etapa para todas, una etapa en la que los errores se reconocían, las palabras se meditaban antes de salir, y el vínculo familiar se fortalecía con cada desafío

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Espero les guste este cap y a la nena q me dio la idea espero q sea de su agrado 🤍✨

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