Los días en el hospital se volvían cada vez más tensos, y el ambiente entre Victoria y Matías era insoportable. Matías estaba cansado, exhausto de ver a su hermana en ese estado y sentir que toda su vida se desmoronaba. Mientras tanto, Victoria pasaba noches en vela, reviviendo los recuerdos,ya que se sentiría mejor amarla de cerca y no irse después de lo que le dijo Matías, la sonrisa de Feli, la dulzura que le entregaba antes de que todo se quebrara.
Matías la evitaba, pero una noche, al pasar por el pasillo, vio a Victoria sentada fuera de la habitación de Feli, cabizbaja y en completo silencio. Algo en la mirada de Victoria le resultaba diferente; había perdido su brillo arrogante, reemplazado ahora por arrepentimiento y dolor. Al verla así, algo en Matías se suavizó, aunque el enojo seguía latente.
Finalmente, se acercó y rompió el silencio.
—¿Qué haces aquí, Victoria? —le preguntó con voz cansada.
Victoria levantó la mirada. Había lágrimas en sus ojos, y la voz le temblaba al responder.
—Solo quiero verla bien, Matías... No quise hacerle daño. Yo... —Su voz se quebró, y bajó la mirada—. Sé que te parece absurdo, pero la sigo amando. Siempre lo hice.
Matías la observó, con el ceño fruncido. Parte de él quería gritarle, reprocharle, pero otra parte se daba cuenta de que Victoria estaba quebrada, casi tanto como su hermana.
—¿De verdad la amas, Victoria? —preguntó Matías, sin ocultar el resentimiento en su voz—. Porque el amor no la habría dejado así. El amor no la habría destrozado al punto de perderse en las drogas.
Victoria asintió, sintiendo cada palabra como un golpe directo al corazón.
—Lo sé... lo sé, Matías. Lo arruiné —admitió, con lágrimas corriendo por sus mejillas—. Feli era la única persona que me veía tal como soy, con mis fallas y mis miedos. Pero tenía miedo... miedo de ser insuficiente, de fallarle. Cuando conocí a esa otra chica, no fue porque no amara a Feli, sino porque no sabía cómo enfrentar mi propio miedo. Y cuando Feli se fue, me di cuenta de lo que había perdido. He intentado seguir adelante, pero nada ni nadie puede llenar su lugar.
Matías la escuchó en silencio. Sus palabras parecían honestas, pero aún así, el daño ya estaba hecho.
—¿Entonces por qué te alejaste? ¿Por qué no fuiste honesta? —preguntó, frustrado—. La convertiste en alguien que ni ella misma reconoce. Yo quiero a mi Fefi de vuelta, no a esta sombra que dejaste.
Victoria bajó la mirada, incapaz de responder. Matías, suspirando, finalmente se dio la vuelta para marcharse, pero justo en ese momento, una enfermera salió de la habitación de Feli, interrumpiéndolos.
—Perdón por la interrupción —dijo, mirando a ambos—. Feli está estable, pero sigue siendo delicado. Hemos logrado que despierte, aunque está pidiendo algo que no podemos darle.