Capítulo 33:
El día siguiente, Natasha y Max llegaron al paddock, preparándose para la rutina de cada carrera. La emoción y la adrenalina se sentían en el ambiente, pero, de algún modo, Natasha notaba algo extraño en el aire. Durante las últimas semanas, había empezado a sentir una presencia incómoda, una mirada que la seguía y la hacía sentir observada.
En medio de los pasillos del paddock, mientras hablaba con algunos miembros del equipo, Natasha sintió que alguien la miraba de nuevo. Levantó la vista y, a unos metros de distancia, notó a Ethan, un piloto de McLaren, observándola fijamente. Ella no sabía por qué, pero algo en él la ponía nerviosa; cada vez que lo veía, sentía un escalofrío recorriéndole la espalda.
Max, que siempre estaba atento a su hermana, notó cómo ella se incomodaba cada vez que Ethan estaba cerca. Durante un descanso, Max se acercó a Natasha y le preguntó en voz baja:
-¿Todo bien, Nat? Has estado inquieta hoy.
-Sí... bueno, creo que solo estoy algo nerviosa -respondió ella, sin saber cómo explicar esa sensación de incomodidad que Ethan le causaba.
Sin embargo, cuando menos lo esperaban, Ethan se acercó. Su mirada era intensa, y su presencia resultaba intimidante. Natasha sintió cómo la tensión aumentaba, pero antes de que él pudiera acercarse más, Max se interpuso entre ellos, firme y sin intención de retroceder.
-Ethan, ¿necesitas algo? -preguntó Max en tono serio, sin disimular su desconfianza.
Ethan esbozó una sonrisa forzada, pero mantuvo su mirada fija en Natasha.
-Solo estaba saludando. No pensé que eso fuera un problema -respondió, sin apartarse.
Max frunció el ceño y se mantuvo firme.
-Pues no lo hagas. Natasha está ocupada y no necesita tu "saludo" -dijo en tono cortante, dejando claro que no iba a permitir que Ethan se acercara más.
Ethan miró a Max, claramente molesto, pero decidió no responder y se dio la vuelta, caminando hacia el área de McLaren con una expresión de resentimiento. Natasha observó todo en silencio, agradecida por la protección de su hermano, pero aún perturbada por la presencia de Ethan y la inquietud que sentía en su presencia.
Max, con una mano en el hombro de Natasha, la miró con seriedad.
-Si alguna vez ese tipo vuelve a incomodarte, dímelo. No voy a dejar que se acerque a ti, ¿entendido? -dijo con determinación.
Natasha asintió, reconociendo que, aunque no comprendía por completo por qué Ethan la perturbaba tanto, confiaba en que Max estaría ahí para protegerla. Decidida a mantener la cabeza en alto y concentrarse en la carrera, se alejó con su hermano, sintiendo que, a pesar de la incomodidad, tenía a alguien de su lado que no permitiría que nadie la lastimara.
Al día siguiente, mientras Max estaba ocupado en una reunión técnica, Natasha recibió una llamada de su padre, Jos. Ella no hablaba con él muy a menudo, pero el tono urgente de su voz la dejó inquieta.
-Natasha, necesito verte a solas. Hay algo importante que debemos hablar... y prefiero que Max no se entere -le dijo él, en un tono que no admitía réplica.
Intrigada, Natasha accedió, aunque sentía un nudo en el estómago. Minutos después, se encontraron en un rincón apartado del paddock. Su padre la observaba con una expresión que mezclaba seriedad con algo que ella no lograba identificar del todo.
-¿qué pasa? ¿Por qué Max no puede saber? -preguntó, sintiendo la ansiedad crecer en su interior.
Jos la miró fijamente, sus ojos destellando con una pizca de burla apenas contenida.
-Natasha, solo quería advertirte de algo. Tal vez piensas que has dejado el pasado atrás, pero ese... "problema" tuyo está más cerca de lo que crees -dijo, con una sonrisa que parecía no encajar con la gravedad de sus palabras.
Natasha sintió un frío helado recorrer su cuerpo. No hacía falta que él dijera más para entender a quién se refería. La forma en que se refería a su trauma, como si fuera un simple "problema", la hizo sentir expuesta y vulnerable.
-¿Qué quieres decir, papá? ¿Por qué me estás diciendo esto así? -susurró, intentando que su voz no temblara.
Él se inclinó hacia ella, bajando la voz como si compartiera un secreto.
-Solo te lo digo para que sepas, Natasha. Él está más cerca de lo que imaginas. Y, francamente, creo que va a ser divertido ver cómo lidias con eso -respondió, su voz impregnada de una frialdad que la dejó helada.
Natasha dio un paso atrás, incrédula, sintiendo que cada palabra de su padre la desmoronaba por dentro. Él, su propio padre, parecía disfrutar viéndola en esa situación de pánico y vulnerabilidad.
-Papá... ¿por qué harías esto? -murmuró, tratando de recuperar el aliento.
Jos simplemente se encogió de hombros, una sonrisa indiferente en su rostro.
-Solo estoy dándote un aviso, hija. Ya sabes cómo cuidarte... o al menos, deberías saberlo a estas alturas -dijo, antes de darse la vuelta y marcharse, dejándola sola, destrozada y temblando en silencio.
Natasha se quedó ahí, incapaz de moverse por un momento. La sensación de peligro y traición la envolvía, pero algo en su interior le dijo que no podía dejar que el miedo la paralizara.
Esa misma noche, Natasha se encerró en su habitación del hotel, intentando asimilar lo que su padre le había dicho. El miedo y la ansiedad la envolvían, y cada sombra en la habitación le recordaba que el pasado estaba más cerca de lo que jamás imaginó. Su teléfono vibró varias veces; Max la llamaba, pero ella no podía responderle. No podía enfrentarse a él con esa vulnerabilidad, no quería preocuparlo ni hacerle preguntas que ella misma no entendía.
Después de un rato, incapaz de soportar la soledad, Natasha buscó en sus contactos y encontró el nombre de Charles. Aunque habían terminado hacía un tiempo, siempre había habido una conexión entre ellos, una cercanía que ni el tiempo ni las circunstancias habían logrado romper. Respiró hondo, dudando por un momento, y finalmente le marcó.
Charles respondió al segundo timbre, sorprendido pero calmado.
-Natasha, ¿estás bien? -preguntó, detectando algo extraño en su voz.
-Charles... necesito verte. No quería llamar a nadie más... No sé qué hacer -dijo ella, tratando de contener las lágrimas.
-¿Dónde estás? Voy para allá ahora mismo -contestó sin dudarlo.
Unos minutos después, Charles llegó al hotel. Natasha le abrió la puerta y, al verla, él supo que algo muy serio estaba ocurriendo. Sus ojos estaban enrojecidos y su expresión reflejaba un miedo profundo. Sin decir nada, Charles la abrazó, y en ese momento ella sintió que el peso que llevaba encima se aligeraba un poco.
-amour, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás así? -preguntó con suavidad, manteniéndola cerca.
Natasha respiró hondo, buscando las palabras adecuadas, aunque no estaba segura de cómo explicarlo. La mirada de su padre, la burla en sus palabras, el misterio de quién podría ser esa persona que la atormentaba... Todo se mezclaba en su mente, dejándola perdida y aterrorizada.
-Mi papá... Él me advirtió de algo... alguien que me lastimó... está cerca, pero no sé quién es. Siento que estoy perdiendo el control de todo, Charles. No puedo dormir, no puedo ni pensar... -confesó, su voz rota.
Charles la miró, sus ojos llenos de preocupación y determinación. Le tomó las manos y le habló con firmeza.
-Natasha, no estás sola en esto. Si alguien está detrás de ti, lo vamos a encontrar. No permitiré que te pase nada. Me quedaré contigo el tiempo que necesites, ¿de acuerdo?
Natasha asintió, agradecida por la tranquilidad que le transmitía. Se quedaron en silencio, ella recostada en su hombro mientras él la abrazaba, dándole el apoyo que tanto necesitaba. En ese momento, supo que, aunque el miedo persistía, Charles estaba ahí para enfrentar lo que viniera junto a ella.
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CORAZONES EN LA PISTA
Novela JuvenilEn el apasionante mundo de la Fórmula 1, donde cada segundo cuenta y la velocidad lo es todo, Natasha Verstappen regresa tras años de ausencia para reencontrarse con su hermano, Max Verstappen. Pero su regreso al paddock no es solo por nostalgia; Na...