recién nacida

83 0 0
                                    

Capítulo 60:

Los días después del cumpleaños de Natasha se llenaron de una calma dulce y reconfortante. Con Charles y Max a su lado, todo parecía más fácil. Cada mañana, Charles la sorprendía con el desayuno, y Max se aseguraba de mantenerla entretenida con sus bromas y relatos de carreras. La espera de su hija ya no le parecía solitaria ni pesada; al contrario, cada instante estaba lleno de amor y expectativas compartidas.

Sin embargo, una madrugada, Natasha despertó con una sensación diferente. Un fuerte dolor en el vientre la hizo incorporarse, y sintió que algo no estaba del todo bien. Trató de calmarse, pensando que tal vez era una falsa alarma, pero los dolores se intensificaron rápidamente.

Desesperada, se volvió hacia Charles, que dormía profundamente a su lado. Le tocó el brazo y, con voz temblorosa, lo llamó:

-Charles... creo que es el momento...

Él abrió los ojos, algo desorientado al principio, pero en cuanto entendió la situación, se levantó de inmediato. Sin perder tiempo, despertó a Max, quien estaba en la habitación contigua, y juntos ayudaron a Natasha a alistarse para salir al hospital.

El camino fue una mezcla de nervios y emoción. Charles intentaba mantener la calma, pero sus manos temblaban al volante, mientras que Max, sentado en el asiento trasero con Natasha, le susurraba palabras tranquilizadoras, tratando de ayudarla a respirar y soportar los dolores.

Al llegar al hospital, el personal los llevó rápidamente a la sala de parto. Natasha miró a Charles con lágrimas en los ojos, sintiendo una mezcla de miedo y felicidad. Él la tomó de la mano y le dio un beso suave en la frente.

-Estamos aquí, Nat. Todo va a estar bien. Nuestra princesa está a punto de llegar.

Después de horas de esfuerzo, gritos y lágrimas, finalmente, el llanto suave y recién nacido de su hija llenó la sala. Charles y Natasha se miraron, ambos con lágrimas de emoción. La enfermera colocó a la pequeña en los brazos de Natasha, y en ese momento, el mundo entero pareció detenerse.

Era una bebé perfecta, con el rostro tranquilo y los ojos ligeramente entreabiertos, como si ya supiera que había llegado a una familia que la amaría intensamente.

Max, quien había esperado ansioso fuera de la sala, fue llamado para conocer a su sobrina. Entró lentamente, y al ver a la bebé en los brazos de Natasha, su habitual energía y humor se transformaron en pura ternura. Se acercó con cuidado y, en voz baja, susurró:

-Hola, pequeña. Soy tu tío Max. Te prometo que siempre estaré aquí para protegerte.

Natasha sonrió, y, entre risas y lágrimas, Charles colocó un brazo alrededor de Max y otro alrededor de Natasha, abrazando a su familia por primera vez.

-Lo logramos... -dijo Charles, con la voz entrecortada-. Somos una familia.

Los tres se miraron, sabiendo que ese momento sería el comienzo de una nueva etapa llena de amor, desafíos y aventuras que enfrentarían juntos.

Los días posteriores al nacimiento de la bebé fueron una mezcla de emoción, aprendizaje y momentos inolvidables para Natasha, Charles y Max. Al regresar a casa con su hija, cada rincón se sentía diferente, como si ahora todo estuviera completo con la pequeña en sus brazos. Charles, completamente enamorado de su hija, pasaba cada instante posible a su lado, maravillado por cada pequeño movimiento y sonido que hacía.

Max, por su parte, había asumido su papel de tío con total entrega. Todos los días pasaba a visitarlos, cargando con regalos, peluches y cuentos para su sobrina. Cada vez que Natasha intentaba descansar, Max estaba ahí, listo para cuidar a la bebé y dejar que ella y Charles pudieran relajarse un poco.

Sin embargo, a pesar de la alegría y el amor que llenaban la casa, Natasha comenzó a sentir el peso de la responsabilidad y las noches sin dormir. La falta de descanso y las demandas constantes de la bebé empezaron a agobiarla. Charles y Max lo notaban, y aunque intentaban ayudar en todo lo posible, sabían que Natasha estaba lidiando con una mezcla de emociones intensas.

Una noche, cuando la bebé finalmente se durmió, Charles encontró a Natasha en la sala, sentada en silencio y con la mirada perdida. Se acercó y se sentó a su lado, tomando su mano con suavidad.

-¿Nat? -preguntó con voz suave-. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Natasha lo miró, y una lágrima solitaria resbaló por su mejilla. Sabía que Charles la entendía mejor que nadie, pero las palabras parecían atorarse en su garganta.

-Es solo... siento que debería estar más feliz, que debería ser más fuerte para ella. Pero... hay momentos en que me siento tan agotada y... siento miedo de no ser suficiente -confesó, con la voz quebrada.

Charles la abrazó con ternura, comprendiendo la profundidad de sus emociones.

-Eres más que suficiente, Natasha. Lo que sientes es normal. Estamos aquí contigo, Max y yo, para ayudarte, y sé que serás una madre increíble. No tienes que cargar con todo sola.

En ese momento, Max apareció en la puerta, habiendo escuchado parte de la conversación. Sin dudarlo, se unió al abrazo y les dijo, con una sonrisa cálida:

-Nat, estamos en esto juntos, ¿recuerdas? No tienes que ser una supermamá perfecta. Solo tienes que ser tú misma, y te prometo que tu hija ya tiene todo lo que necesita.

Natasha sintió una paz que no había experimentado en días. Estaba rodeada de amor, y aunque el camino sería desafiante, sabía que con Charles y Max a su lado, nada sería imposible.

Desde entonces, los tres se unieron aún más, apoyándose mutuamente en cada paso de esta nueva etapa. Cada sonrisa de la pequeña era un recordatorio de que, a pesar de las dudas y el cansancio, estaban construyendo una familia sólida y amorosa.

CORAZONES EN LA PISTA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora