6. Mi padre el romperreglas

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Tras la maravillosa presentación, irónicamente hablando, Percy y yo cargamos mis cosas a su cabaña. Me despedí de July algo triste, me empezaba a caer bien, y cruzamos el campamento hasta la cabaña 3.

Allí, recorrí con la mirada las puertas y en una estaba escrito mi nombre. Se la enseñé a Percy, quien aseguraba que no estaba antes.

Tenía una amplia habitación de suelos de madera y colores claros que daba justo al lago. Desempaqueté todas mis cosas y al salir al pasillo recibí un enorme y algo aplastante abrazo de Percy.

Gracias a que estaba él. Estar sin familia en un sitio así, ¿cuán triste era eso?

Percy se acostó temprano, pero yo no tenía sueño, así que aproveché y di mi primer paseo nocturno por la orilla del lago.

La luna se reflejaba nítida en el agua, no había apenas viento que moviese los árboles. Me dolía la cabeza. Estaba confusa. Cuando era pequeña deseaba con todas mis fuerzas ser diferente, pero... esto era demasiado. Dioses... monstruos... hombres-caballo...

«¡Aaagh!», grité en mi mente. Me llevé los dedos a las sienes y lo dejé estar. Tranquilamente, me senté a descansar tras un duro y excitante día. O esa era mi intención antes de notar a alguien a mi lado.

En la arena, distinguí a un hombre de pelo negro con unos ojos verdes iluminados por la luna. Con su camisa hawaiiana con estampado de palmeras, sus bermudas y sus brazos llenos de cicatrices de guerra, parecía un pescador curtido.

-Hola, hija -saludó el hombre sentándose a mi lado.

Mi respiración se cortó.

-Poseidón... Papá -aclaré.

Ambos nos quedamos en silencio un momento, evaluando al otro.

-¿Qué haces aquí? Sé que no deberías verme, Zeus lo prohibió. Me lo ha contado Leo -acabé en un murmullo.

No tenía ganas de enfrentarme a esto.

-Incluso los dioses se saltan normas de vez en cuando si es por una buena razón -mostró sus blancos dientes-. Tengo poco tiempo antes de que Anfítrite se dé cuenta -se sentó conmigo e inspiró antes de continuar-. Hija, hemos tenido una reunión en el Olimpo.

-¿Y... eso es... malo?

-Esta vez sí. Apolo nos ha informado de que no conoce tu futuro. Es el dios de las profecías, que esto pase no augura nada bueno -dijo con tono preocupado-. Sé que eres lista, por eso quiero que seas razonable y pienses en lo mejor.

-¿Qué? Papá, no te entiendo -respondí confusa.

-Llegado el momento lo sabrás. Vas a cambiar el mundo, Aura -sonrió-. Rosa te ha criado bien -se le escapó una carcajada, pero yo cambié mi cara al mencionar a mi madre-. Tu madre es muy buena. Aún recuerdo aquel verano en California, cómo estaba tan llena de vida y con tanta fuerza y ganas de trabajar. Siento no haber estado contigo y con ella, pero sabes que lo tenemos...

-Prohibido -dijimos a la vez-. Sí, lo sé... ahora. Pero está bien, cuando era pequeña pensaba que mi padre era John -lo seguía pensando hasta hace unos días-. La verdad es que era divertido cuando entraba en las clases y la gente me empezaba a preguntar al oír a la maestra decir mi apellido -me reí por lo bajo-. O cuando iba de compras con mamá.

-Me habría gustado ayudarte en eso -se rió también papá.

-Créeme que no. En todo caso te habría ayudado yo a ti -al instante empalidecí, creyendo que era muy inoportuno decir eso.

Pero Poseidón soltó otra carcajada.

-Llevo con este estilo más de cinco mil años, soy muy viejo para cambiar jovencita -bromeó con voz de anciano, me uní a su risa-. Tengo que volver.

-Gracias, papá.

-No olvides quién eres, Aura -dijo por última vez antes de entrar en el agua y poco a poco, ir sumergiéndose hasta desaparecer.

Me quedé observando el agua mientras el viento mecía mi largo pelo castaño. «Cambiar el mundo...», pensé.

Yo nunca podría cambiar el mundo.

* * * *

A la mañana siguiente, Percy y yo desayunamos juntos y él insistió en presentarme a sus amigos del Campamento Júpiter. Romanos. Acepté mientras mi mente hacía hueco para meter más información.

Primero conocí a Frank y a Hazel, hijos de Marte y Plutón. Eran una pareja adorable. Luego vino Reyna, la jefa del campamento, por así decirlo. Finalmente, me topé con un azabache retraído al pasar andando detrás mío y dar con su hombro en mi brazo.

-¡Eh, ten cuidado! -dije molesta, pero pasó de largo.

-Ese es Di Angelo -aclaró Jackson.

-Sombritas no tiene muy buen genio -se rió Leo. Yo miré hacia la dirección por donde se había ido. «Qué chico más curioso...»

* * * *

Estuvimos hablando todos un buen rato. Me había hecho amiga de Hazel y de Reyna, que junto con Piper y Annabeth, eramos algo parecido a un grupo. Leo no paraba de hacer bromas, ya que estaba solo porque a Calypso le han dado una misión.

Al final me quedé hablando con Jason un rato en la arena y decidí sacar el tema.

-¿Entonces Di Angelo es algo antisocial?

-Sí, pero no le culpo- se encogió de hombros-. Nico ha sufrido mucho en las dos guerras. Pero si quieres saber de él, pregúntale. No creo que te responda muy bien, eso sí.

-La gente debería intentar acercarse a él. No parece mal chico.

-Puede que logres sacarle algo, te pasa lo mismo que a Percy.

-¿Que soy demasiado guapa? -bromeé batiendo las pestañas en mis ojos marrones y poniendo vocecita de diva.

-Que eres muy persistente y no pararás hasta lograrlo -mostró una sonrisa amplia.

-Touché -respondí.

A lo lejos se oyó a Piper llamando al rubio.

-Me tengo que ir. Hasta luego -se despidió.

Se alejó andando mientras la loba blanca se acercaba a mí y se tumbaba sobre mi regazo.

¿Un buen día? -preguntó.

«Sí. ¿Sabes? Dentro de poco cumpliré dieciséis años» -recordé la fecha de mi cumpleaños. Con tanto cambio casi se me pasó.

¡Qué vieja! -me picó Yeró, yo le saqué la lengua de forma muy madura- ¿Y qué piensas hacer?

«No lo sé, llegado el momento lo veré. Por ahora vayamos a cenar, me rugen las tripas» -respondí mientras nos levantábamos e íbamos al pabellón.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora