34. Un rayo de luz

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-¿Por qué no huyes? ¿No has visto lo que soy?

Su figura estaba oculta entre las sombras, a penas con un poco de luz en su cara. Sus hombros caídos.

-Veo a un hombre que me ha salvado la vida -dije suavemente acercándome un poco, apenas un metro.

-¿Acaso estás ciega? ¡No eres nadie! Ni siquiera debería haberte salvado -gritó. Esas palabras cargadas de asco empezaron a causarme un dolor en el pecho.

-No te creo -negué intentando convencerme también a mímisma de ello-. Tú... tú me ayudaste y... -él rió amargamente.

-¿Por qué me preocuparía por alguien como tú? -mi corazón se paró. Noté mi sangre helarse desde el centro de mi pecho hasta mis dedos-. Tú no me importas, no vales nada más que otro mortal corriente. Lloriqueas por mí como si pudieras salvarme cuando no eras más que diversión para mí. Eres patética -dijo con asco.

-M-Mientes... -dije con voz rota.

-¡¡ERES UNA ESTÚPIDA A LA QUE HE MANIPULADO!! -gritó de golpe-. Vete... -susurró.

Mis manos se cerraron en puños y mi mandíbula se apretó para contener cualquier llanto frente a él.

Decidí irme lejos de ese castillo antes de que me viese llorar. Tenían razón... todos tenían razón sobre él. Había sido una ilusa al creer lo contrario.

POV LOKI

La vi alejarse mientras las lágrimas me resbalaban. «Debía hacerlo, ella sólo sufrirá por mi culpa. No tengo a nadie que no haya sufrido por mi culpa», me decía.

Pero no me convencía ninguna explicación, su rostro destrozado no se iba de mi cabeza.

Solté un grito de impotencia y rabia. Rabia contra mí mismo por ser un cobarde y contra Odín por salvarme cuando merecía morir en esa roca helada. Me dejé caer al suelo de la biblioteca y miré todo a mi alrededor. Todo estaba destrozado... como ella...

Como yo...

POV AURA

Me alejaba del palacio, la lluvia chocaba contra mi frente y no podía controlarla, como tampoco podía controlar las lágrimas que caían de mis ojos.

Miré atrás para ver Asgard, ya no brillaba tanto.

«He sido una tonta», pensaba. Me adentré en un bosque oscuro y profundo. Seguiría corriendo tanto como mis piernas me lo permitieran. Ya me ardían, me ardía todo el cuerpo... me quemaba el alma.

NARRADOR OMNISCIENTE

En el palacio, la voz de que la muchacha se había escapado por causas extrañas se había corrido. Por todas partes, los guardias registraban los recovecos de la ciudad. Thor era un manojo de nervios.

-¿Qué le has dicho? -Frigga intentaba consolar a su hijo, había entrado poco después de la marcha de la chica presintiendo el por qué de esta. Pero el joven miraba al infinito con desolación.

-No puede estar cerca mío, madre. Daño a todos los que me importan -su madre le abrazó, le dolía ver a su hijo tan desolado. Apenas quedaba un rastro de cordura en él hasta que ella llegó, pero él mismo la había alejado volviendo a su oscuridad.

Mientras, Aura no sabía dónde estaba ni cuánto llevaba corriendo. Apenas se sostenía de pie, las fuerzas le fallaban. Se dejó caer en el tronco del gran árbol detrás suya. La lluvia era fuerte, pero la vegetación la frenaba. Aunque poco le importaba, el agotamiento le podía.

La hija del mar agachó la cabeza y la colocó entre sus piernas llenas de arañazos por la maleza. Las mejillas estaban húmedas y rojas por el esfuerzo de la carrera.

Un lobo negro se acercó tras los árboles y la vio. El lobo salió rápido de allí en dirección al palacio para avisar a su rey del lugar donde estaba. Ella, mientras tanto, estaba en sus pensamientos.

El lobo llegó al palacio y se transformó en una mujer de pelo anaranjado y ojos dorados como el trigo en verano.

-Mi rey -se arrodilló la mujer ante el soberano de Asgard-, la chica está en el bosque. Cerca del árbol de Iddún.

-Gracias, Nerta -agradeció el rey. La diosa se retiró entre las columnas.

La reina Frigga, tras oír esto, se excusó frente a su esposo y fue directamente a donde estaba su hijo menor. Le encontró tal cuá estaba, sumido entre las sombras con la mirada perdida en sus pensamientos.

-Loki, deberías ir a hablar con ella.

-No puedo. ¿Qué le diré? -dudó él.

-La verdad -la reina Frigga sentenció con voz dulce.

-Si tan sólo fuese tan simple, madre... -se resistía el azabache.

-Lo es, siempre que tú quieras que lo sea -la mano de la reina alcanzó el rostro del príncipe, acunándolo levemente-. Sé que la quieres, pero a veces, si quieres proteger a una persona debes ayudarla y apoyarla en vez de alejarte de ella.

Loki parpadeó confuso por lo que había dicho su madre. No podía creerlo... ¿Era cierto? Él... él... ¿la quería?

-Está en el árbol de Iddún -concretó ella adivinando lo que pensaba-. Vé.

Él le lanzó una mirada agradecida, recompuesta, y se transportó a la zona del árbol.

Allí, Aura estaba tirada en el suelo con las piernas llenas de cortes y la cara entre las rodillas.

Se acercó sigilosamente y se arrodilló a su lado. Con cuidado, la abrazó apoyando la cara en su pecho mientras la escuchó sollozar. Ella le reconoció al momento.

-Lo siento -susurró tan bajo que apenas se podía escuchar, la chica le miró con los ojos hinchados y cristalizados. Entonces, le empezó a dar puñetazos en el pecho.

-¡No vuelvas a hacerlo! ¡No vuelvas a hacerlo! ¡No vuelvas a hacerlo! -repetía.

Las fuerzas se le acabaron y escondió su cara en el cuello del dios.

-Lo siento -esas palabras eran un bálsamo para la muchacha.

Ayudó a la semidiosa a levantarse y ella se apoyó en el árbol con el asgardiano a pocos centímetros. El príncipe le subió la cara por el mentón y le limpió con cuidado los restos de lágrimas de sus mejillas.

-Siento haber dicho... No pretendía hacerte daño y... -suspiró- Creí que la mejor forma para evitarlo era alejándote de mí -habló acariciando sus mejillas.

-No me harás daño, Loki.

Él la miró a los ojos al escucharla decir su nombre. Sus rostros se iban acercando. Aura se mantuvo estática, viendo esos ojos verdes que la hipnotizaban y alternando entre sus labios con nerviosismo.

Ninguno supo bien lo que pasó en ese momento, un beso cálido y dulce los unió a ambos. El príncipe se acercó más a ella, acariciando su cintura y pegándola al tronco de detrás, mientras ella rodeaba su cuello con las manos, tímida. Era como si sus labios estuviesen diseñados para estar juntos.

El azabache ladeó un poco la cabeza, profundizando el beso lentamente, con cuidado de no asustarla. Aunque pronto la desesperación se apoderó de él, buscando el contacto, presionando más sus labios...

La falta de aire los separó. Mantuvieron sus frentes juntas y sus respiraciones irregulares, ambos estaban callados. Sus ojos decían lo que sus labios no pronunciaban.

Ya no llovía. Un rayo de luz se había filtrado entre la niebla y las hojas para acabar en ellos dos.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora