40. El equinoccio de otoño

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-¡Vamos, Auraaa! ¡Llegamos tardeeee! -me gritó estresada Cara desde la puerta con dos enormes maletas cargadas hasta arriba.

Me apresuré más aún en colocar las pocas cosas que me quedaban en mi única y pequeña maleta. A diferencia de mi amiga, yo sí sabía qué era indispensable para llevar menos de dos días al campamento.

Cogí y me guardé mi móvil, mi cartera y algo de dinero en mi bolso y cerré la maleta con dificultad. Bajamos por el ascensor hasta la puerta de la calle y ambas soltamos una maldición. Estaba lloviendo y no llevábamos ni gorro ni paraguas.

-Quedaos aquí, yo pediré un taxi -les dije a Cara y Yeró, ambas aceptaron sin discutir y yo salí en medio del diluvio al arcén de la carretera-. ¡Taxi! -levanté la mano y enseguida un coche amarillo se paró.

Hice señas a mis amigas para que vinieran con las maletas y las ayudé a cargarlas en el maletero.

-¡Qué manera de llover! -dijo el taxista una vez dentro, asentí de acuerdo- ¿A dónde? -preguntó.

-Long Island, por favor -pedí, el contador se puso en marcha y la lengua de mi amiga también.

-Espero que allí no llueva, no quiero mojarme -se tocó el pelo y yo puse los ojos en blanco.

-Es agua, no te va a matar que yo sepa.

-Pero si llueve, anularán la fiesta.

-¡Vaya! ¡Qué peeeena más grande! -dije sarcástica, ella me dio un codazo y yo reí.

El camino fue bastante tranquilo y de vez en cuando, mi amiga me hablaba interrumpiendo el relajante sonido de la lluvia al caer.

* * * *

-¿Seguro que es aquí, chicas? -preguntó el taxista al ver el bosque y nada a la redonda, asentí y le pagué. Al menos ya no llovía.

Subimos la cuesta con las maletas y, cuando llegamos al campamento, nos fuimos directamente a Casa Grande, donde dejé a Cara. Yo llegué a mi cabaña y dejé mi maleta a un lado. Percy no estaba y Yeró se había ido a dar una vuelta por los alrededores, así que estaba sola.

Me dejé caer en la cama sin quitarme la ropa y cerré los ojos. Todo estaba en absoluto y calmado silencio.

-¡HERMANITAAAAAA! -bendito silencio el que había antes.

-Cabeza de coral... Aliento de pescado... Sesos de alga -susurré con la boca pegada a la almohada, bufé de mala gana-. Percy... -me levanté y le advertí.

-Te he echado de menos -dijo quitándose una falsa lágrima e intentando abrazarme.

-Ya... Pues yo estoy más tranquila sin tí -respondí arisca, empujándolo hacia atrás con una mueca.

-Qué desagradable... -puso un puchero y rodé los ojos- He visto a Cara antes. Preguntaba por tí, creo que te necesitan en la cabaña de Afrodita.

-¿Qué hora es? -levanté una ceja.

-Las siete.

-¡Ay, no! -exclamé.

Cogí rápido mis cosas y salí por la puerta con rapidez. Se suponía que la fiesta empezaba a las ocho y media. Y yo me había dormido, genial... Llegué a la cabaña rosa y me asomé por la puerta.

Lo de dentro era un caos, las chicas corrían de un lado a otro con vestidos y el maquillaje en las manos.

-¡Aura! -Piper y Annabeth me abrazaron, luego vino Hazel y finalmente Calypso.

-¡Vamos, deprisa! No tenemos mucho tiempo -me dijo Piper-. Vamos a arreglarte... -me sentó frente a un espejo y comenzó a tocarme el pelo.

-¡Esa ya no tiene arreglo, querida! -gritó Drew con su voz chillona.

-¿Y tu cara sí? -respondí desafiante.

-¡Mi cara es perfecta!

-Si no tuviese esa horrible voz de compañía, querida -la imité con burla, se enfadó y se calló.

-Muy buena -me susurró Annabeth, le guiñé un ojo.

* * * *

Tras una hora de preparación y ayuda con los vestidos entre nosotras, estábamos listas.

-Jason me ha dicho que nos esperan en cinco minutos en la cabaña uno -dijo Piper al salir. Asentimos y fuimos directas allí.

En la cabaña de Zeus nos esperaban los chicos. Todos iban con un traje negro, algunos como Jason con corbata y otros como Leo con pajarita.

-Annie... estás... ¡wow! -Percy abrió los ojos y la boca.

-Pipes, te ves preciosa -Jason la besó en la mejilla.

-Hazel, te ves mejor que una joya -halagó Frank.

-Estás guapísima, Cal -dijo Leo, ella sonrió.

Annabeth llevaba un vestido azul noche largo. El maquillaje era leve, pero le resaltaba los ojos grises.
Piper iba de rosa, con un vestido hasta la rodilla y pedrería por arriba. Su pelo estaba rizado levemente de la puntas.

Hazel iba de dorado y negro, un vestido hasta la mitad de la espinilla. Tenía resaltados sus ojos y su pelo recogido en un enrevesado moño.
Calypso iba de violeta, con un vestido corto y con tirantes, y llevaba el pelo en una trenza perfecta.

Me sentía algo fuera de lugar viendo a todas las parejas y por un momento, deseé que cierto ojiverde de pelo negro estuviese aquí como mi pareja. Me di un bofetón mental por eso, había venido sola y pretendía divertirme sí o sí.

Todas las chicas nos acercamos a la pista, Cara se unió con un vestido corto pastel y nos pusimos a saltar y a movernos como locas al ritmo de la canción.

Me sentía bien en medio de toda la marabunta de gente en la pista. Era raro, pero dentro de la masa de cuerpos sudorosos y agitados... por primera vez en bastante tiempo, me sentí eufórica y con ganas de gritar a los cuatro vientos.

Cara y yo bailamos hasta más no poder, ella cambiando de pareja continuamente y yo carcajeándome ante sus movimientos de caderas, que parecían más ataques de epilepsia.

La avisé casi a gritos de que necesitaba un descanso y salí de la pista a empujones mientras ella sólo se acercaba a un chico de Apolo como próxima pareja de baile.
Más bien como su "presa de baile".

Crucé evitando muchas miradas de la mesa de mis amigos, en concreto la de mi hermano, y me escabullí a la costa de lago donde al menos habría aire limpio que no oliese a sudor.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora