79. Salto de fe

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-Es aquí.

Loki y yo paramos de andar. Me puse de puntillas y miré un poco más adelante de nosotros. Había una grieta de unos cinco metros de ancho que no sabía que estaba en Asgard.

-Recuerda, no tengo ni la más remota idea de dónde vamos a aterrizar. Si ves peligro, ponte a salvo, no quiero que te pase nada. Amora ha adquirido más poder del que recordaba, déjame tratar a mí con ella -explicó.

-¿T-tenemos que saltar? -dije al ver que se acercaba al borde- ¿A-ahí? -señalé la grieta y me asomé un poco.

Me dio vértigo, no se veía el fondo. Sólo negro... todo negro y oscuro. Empalidecí. Me coloqué un poco el traje o armadura que había traído Loki para mí antes de salir del castillo a escondidas y comprobé con nerviosismo que Elpída estaba en mi mano.

-No te pasará nada. Nos transportaré de vuelta si corremos peligro de tocar el suelo.

-Cuando dijiste que era arriesgado no pensaba esto. ¿No hay otro modo... cómo decirlo... menos suicida? -tragué.

-Es la vía más fiable -respondió simple, yo resoplé-. Confía en mí -bajé la vista a la mano que estaba tendida a mí. Volví a sentirme una tarada al pensar en lo que estaba haciendo, saltar al vacío para ir a luchar contra una hechicera que quería asesinarme. De locos.

El consuelo era que al menos él estaba más loco que yo.

Cogí su mano y le miré, él asintió. Cogimos carrerilla y empezamos a correr hasta acercarnos al borde del agujero.

-Creo que me he arrepentido de este pla... -no llegué a terminar la palabra cuando saltamos y comencé a chillar.

Caímos directos al vacío y la gravedad nos atraía al fondo... pero no había fondo. Me agarré todo lo que pude a la mano de Loki, presa del pánico, y cerré los ojos. Noté una sensación extraña y los abrí, mi cuerpo tenía alrededor destellos y chispas de colores. Yo seguía chillando.

Todo cambió. Seguíamos cayendo, pero ahora había un suelo oscuro a menos de unos metros. Mi mente gritó con más fuerza, nos íbamos a estrellar y moriríamos aplastados y hechos tortitas.

Frenamos de golpe justo antes de tocar el fondo, levitando. Mi vista se trasladó a él y a su mano, que emitía un brillo verde. El brillo se extinguió y ambos caímos con la cara contra la tierra seca.

-Te dije que no nos dejaría estrellarnos -comentó levantándose y tocándose la espalda.

-La próxima vez, intenta dejarnos de pie -solté un quejido intentado recuperar la compostura. Noté el sabor amargo de la bilis en la garganta, culpa del vértigo.

Miré el paisaje desolado en donde nos encontrábamos. La bruma cubría la visión más adelante, todo estaba bastante oscuro. De no haber sido por la luna, habría una oscuridad total. La grava del suelo era gris y estábamos en el exterior, pero los árboles y plantas parecían muertos. Oscuros... todo oscuro. No conocía este paisaje.

-Allí -él señaló un castillo más lejos de nosotros y comenzamos a andar. Era espeluznante que se oyesen nada más que nuestras pisadas.

Hacía frío y la humedad en el ambiente me llegaba a los huesos. Me froté los brazos y de mi boca salió el vaho que había siempre que las temperaturas eran bajas. No entendía cómo Loki ni se inmutaba, era como si el frío no le afectase. Supongo que ser un gigante de hielo tenía algunas ventajas.

-No tenemos mucho tiempo, no sé cuánto podré ocultarnos de la mirada de Heimdall -dijo mientras andábamos-. Trata de seguir el plan esta vez -ordenó con tono controlador, descubriendo ese lado de superioridad del que todos me hablaban.

Paramos en la entrada del castillo. La piedra era gris oscura y daba la impresión de que se nos derrumbaría encima en cualquier momento. Ambos empujamos las pesadas puertas y pasamos dentro. El interior era mejor que el exterior, pero aún así agarré su mano. Parecía un témpano de hielo.

Los muros tenían arcos puntiagudos con rosetones a medio derruir y el musgo prácticamente vivía en el suelo. Caminamos por ese lugar lo más silenciosos posible, el cielo estaba cubierto de nubes grises con destellos azulados y verdosos. Gran parte de los muros eran inexistentes, pero seguro que fue un hermoso palacio en su tiempo.

Me solté de él y fui hasta una pared alejada a la que alumbraba la luz, rocé con mis dedos los grabados siguiendo los patrones y me fijé en las antorchas. Había algunas tiradas en el suelo, pero otras estaban encendidas con aceite reciente. Alguien vivía aquí.

Loki atrapó mi mano de nuevo y tiró de mí como si temiese por mí. Atravesamos los pasillos y llegamos a una zona de un jardín interior. En el pasado quizá hubo vegetación, pero ahora sólo quedaba un camino de grava y un paisaje desolado cubierto por la bruma.

-Me preguntaba cuánto tardarías en venir.

Aquella voz distorsionada me sobresaltó. A mi derecha se movió una figura tan alta como yo, puede que algo más. Por su forma parecía una mujer, pero no era seguro, no la veía bien.

-Amora -Loki se puso más serio y yo también.

-¿Me extrañaste, querido? -preguntó con tono empalagoso y una voz totalmente femenina. Salió a la luz. Era una mujer rubia, con el pelo ondulado y largo, vestida con un traje verde y negro demasiado ajustado para mi gusto y una túnica casi negra.

La famosa Amora. Reconozco que era muy guapa, algo que me escoció un poco por dentro. Pensé que era una mujer más parecida a Sif, fuerte e incluso ruda. Pero se parecía más a la versión asgardiana de Afrodita. Sólo le faltaba el perfume de la Barbie.

A la luz de la luna sus rasgos parecían casi felinos. Nariz pequeña, labios gruesos, pestañas eternas y abundantes que parecían postizas, los pómulos que parecían de plástico y una piel reluciente y pálida... como si no tomase el sol nunca. Sus curvas eran bastante más profundas que las mías y tenía los ojos verdes con destellos amarillentos que brillaban a la luz con cierto coqueteo.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora