23. ¡Aquí estoy, Nueva York!

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Tras estar creo que horas hablando con mis hermanos y amigos en el Inframundo, me despedí. Probablemente volvería a verlos, pero debía volver al campamento.

-Ten cuidado. Y ven a visitarme de vez en cuando o iré yo -me advirtió Thanatos.

Apreté el árbol de mi pulsera y aparecí en el campamento. La gente ya había comido, al igual que yo, por lo que decidí ir a hablar con Quirón.

-Aura, joven, ¿qué querías? -preguntó el centauro nada más cruzar la puerta.

-Quería preguntarte, ahora aparento más años. ¿Podría irme a vivir a Nueva York? Aquí desentono un poco.

-No creo que sea buena idea. Han sucedido cosas extrañas allí, unos seres atacaron a la ciudad. Tu padre estará más contento, al igual que tu hermano, si te quedas aquí.

-Vaya... desaparezco unos meses y todo se desmorona -bromeé-. ¡Vamos, Quirón! Sabes que puedo valerme sola. Manejo bien las armas, controlo mis poderes a la perfección... Déjame intentarlo -puse un puchero.

-Está bien -suspiró el centauro, eso siempre funcionaba-. Avisa a tu hermano, no quiero que derrumbe el campamento de un terremoto o un tsunami.

-Gracias -sonreí agradecida, salí deprisa a mi cabaña y me encontré a Percy allí-. ¡Sesos de alga! ¿Te he dicho ya que te quiero mucho y eres mi hermano favorito? -dije poniendo mi mejor cara inocente.

-¿Qué tramas? -entrecerró los ojos.

-Está bien... Me voy del campamento.

-¡¿QUÉ?! -chilló.

-Por favor, no montes un numerito -rogué-. Sólo mírame, les saco a todos bastantes años, aquí no encajo -la mandíbula de Percy se cayó.

-¡Pero sí que encajas! ¡Eres una semidiosa! ¡¡Eres mi hermanita!!

-Percy, ahora te podría sacar como diez años. Lo entiendes, ¿verdad? -pregunté.

-De acuerdo... déjame ayudarte con tus maletas -se resignó con la cabeza mirando al suelo.

-Gracias, Persassy -dije con voz cursi.

-¿Por qué me llamas así?

-Por llamarme hermanita -le saqué la lengua.

* * * *

Una hora más tarde, me había despedido de todos prometiendo que los visitaría casi cada semana. A mi hermano se le salían las lágrimas. Nico me dió un abrazo, cosa que sorprendió a muchos de los presentes menos a mí. Quirón me dio medio abrazo, ya que yo no llegaba a su altura. Literalmente. Jason y Piper me dijeron que fuese alguna vez al Campamento Júpiter a verles y me dieron muchos abrazos de parte de Hazel, Frank y Reyna.

Leo y Calipso me dieron un regalo, una flor de su antigua isla Ogigia llamada Lazo de Luna que brillaba en la noche. Percy me dio un regalo de parte de papá y suyo. Un collar con una gota de agua hecha en aguamarina, mi piedra favorita.

Me metí en el taxi de Argos y me dirigí a mi nueva casa en la ciudad, viendo por la ventanilla a todos despidiéndose con la mano.

* * * *

Mi padre me había comprado un apartamento en un bloque de edificios que, con ayuda de Thanatos y Artemisa, decoraron.
Cogí mis maletas y subí con Yeró a mi nuevo hogar. Al abrir la puerta, me sorprendí.

Un gran salón de paredes blancas y vainilla estaba adornado con un gran sofá color crema y almohadones en color gris y dorado. La televisión estaba colgada en la pared y había una chimenea frente al sofá.
La cocina era en tonos blancos y marrones chocolates. Había una nevera plateada enorme, vacía, claro. Tenía una pequeña isla con taburetes y una mesa cuadrada con sillas más adelante. Una gran ventana dejaba pasar la luz filtrada por los estores grises claros.

Mi habitación era incluso mejor. Paredes en colores marinos y platas acompañaban a una pequeña sala de relax con un escritorio y un sillón gris claro. El armario estaba introducido en la pared y era gigantesco. El baño al lado era lujoso, de tonos como la cocina y con una bañera/ducha en la que entraban mínimo dos personas.

La cama coronaba la estancia. Esto lo había decorado Thanatos, porque era una cama con dosel de seda degradado en azul-blanco y las sábanas azules claras con almohadones blancos, platas y verdes mar.

Pero lo que más me gustaba era, sin duda, el balcón privado. Tenía una pequeña mesa de piedra estilo griego con sillas y daba hacia Central Park, que se veía mucho por estar a bastante altura. Era perfecto. No sé cómo había conseguido ese apartamento de ensueño.

«Gracias, papá», pensé agradecida. Justo entonces, llamaron a la puerta.

-¡¡Auraaaaaaaaa!! -dijo una vocecita.

-¡Cara! -mi amiga no me dio tiempo a contestar, ya que me abrazó muy fuerte.

-¿Qué haces aquí?

-Bueno... Tu hermano me lo contó todo -me contó que Percy le dijo lo de la guerra con Nyx, lo de mi sueño y el envejecimiento y ella me dijo que la Casa de la Vida ahora deja que me visite, ya que me deben la paz.

-Pero osea, ¡estás genial! -Cara siempre me había sacado unos cuantos años, ahora nos parecíamos en edad- ¿Y este apartamento? Es enooooorme.

-Lo bueno es que así Yeró y yo vivimos a gusto -me reí.

Cara, Yeró y yo deshicimos las maletas y colocamos todo en su sitio. Al acabar, le enseñé cómo se hacía un mensaje iris, ya que mi padre me había dejado dracmas de sobra para ello y una fuente pequeña como la de mi cabaña en el baño. Llamé a Percy y le pillé en la cabaña de Annie. Para molestar, le asusté.

-¡PRISSY! ¡SAL AQUÍ AHORA! -grité con mi mejor voz de Clarisse. Al parecer funcionó, porque se asustó. Pero me vio reírme y se calmó un poco.

-¡Qué susto, sirenita! -soltó.

-Esa era la idea, cabeza de percebe -respondí.

Tras hablar con él y contarle mi llegada, me despedí de Cara, que se tenía que ir a su casa. Sus padres se quedaron el España y ella se vino a su país natal a vivir, tiene veinticinco ya.

Me puse unos vaqueros rasgados, una camisa turquesa y unas deportivas, y salí a Central Park acompañada de mi loba.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora