4. Nueva en la familia

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NARRADOR OMNISCIENTE

El Olimpo era un caos. Zeus y Atenea discutían acerca de qué hacer con la chica, que suponía un gran problema para todos. Hermes y Ares apostaban por saber quién era el padre. Las diosas, especialmente las casadas, estaban tensas, mirándose entre sí con ganas de saber si sus maridos les habían sido infieles de nuevo. Y entre todo este caos, una persona estaba en silencio con temor por el futuro de su hija.

Las puertas doradas se abrieron y Apolo, el dios del sol, asomó la cabeza con cuidado viendo el espectáculo.

-¿Y bien? -preguntó Hera, una de las pocas que volcó su atención en las puertas.

-¡DINOS APOLO! ¿QUÉ HAS AVERIGUADO? -tronó Zeus.

-No hay profecía.

Los dioses se miraban extrañados, ya que Apolo les había confirmado estos días la sospecha de que algo iba a suceder con esta chica. Pero sin profecía, ¿qué sucedía, pues?

-No hay profecía... -continuó el actual dios del sol- ...pero si un futuro. Hay problemas con los otros panteones, deberíamos enviarles un mensaje. Esta chica... no tiene un buen futuro, algo malo le va a pasar. Algo relacionado con... el amor.

Todos miraron a Afrodita, pero ella devolvía las miradas confusa.

-Sí, sé algo de eso, pero está borroso. Algo impide que vea más allá -respondió la exuberante mujer con una pose pensativa que derretía a los dioses de la sala.

-¡No podemos permitir que descubra a los otros panteones o pondrá en peligro al Olimpo! -Zeus se levantó alterado y dio un golpe en la mesa.

-Paciencia, hermano. Te recuerdo que nuestro sobrino Jackson ya conoce a los egipcios -aclaró Hades con un tono desinteresado.

-Cierto -concordó Hestia desde su sitio cercano al fuego-. Esperemos a descubrir quién es el padre, que tarde o temprano saldrá a reclamarla.

-Será difícil ocultar ese poder para siempre, así que será mejor que salga cuanto antes -agregó Hera, algo enfadada porque pudiera ser otro vástago de su esposo.

-¿Damos entonces por acabada la reunión, padre? -la diosa de la luna recibió una mala mirada de parte de la reina de los dioses- Debo atender a mis cazadoras -preguntó Artemisa, a lo que su padre asintió a regañadientes y todos se dispersaron a sus templos y quehaceres.

La diosa de la luna, sin embargo, estaba bastante interesada en la muchacha. Apolo le había informado sobre lo que había visto y sabía lo que tenía que hacer.

POV AURA

Tras prepararme para el día de inicio que me esperaba, me encaminé hacia el abarrotado pabellón. Una vez allí, me acerqué a la mesa de Hermes y cogí mi bandeja.

-¿Nueva? -dijo alguien a mi espalda. Di un pequeño salto.

-Sí -sonreí con una mano en el pecho por el susto-. Soy Aura Wall.

-Somos Travis... -habló el más alto, pero dejó la frase a medias.

-...y Connor Stoll -terminó el que tenía menor estatura.

-Jefes de la cabaña de Hermes -dijeron a la vez, lo que me resultó extraño y divertido. Y dio grima.

Travis era poco más alto que Connor. Con sus rizos café rojizos y sus rasgos puntiagudos parecían ladronzuelos. La mirada era tan inquieta que casi superaban a Leo, como si estuviesen planificando muchas maldades a la vez. Parecían listos para robar cualquier cosa de valor.

En ese momento me alegré de haber ocultado mis cosas antes de que llegasen.

Ambos me llevaron a la hoguera, donde pedí mi comida y cogí un pastelito, tal como me indicaron. Al acercarme, vi a una niña cerca del fuego con ojos rojos que me vio. Sonreí como saludo y quemé el pastel.

-Si me quieres, reconóceme pronto, por favor -rogué en voz baja antes de volver a la mesa.

Me senté al lado de Connor y una chica de pelo rosa chicle.

-¿Nueva? -preguntó.

-Sí.

-Soy July Andrews, hija de Hermes -se presentó, tendiéndome la mano.

-Aura Wall, sin reconocer -estreché su mano, encogiéndome de hombros. Estuvimos hablando toda la comida, aguantando las bromas de Connor al lado.

* * * *

Tras desayunar, me encontré con Percy y una chica rubia de piel bronceada. Sus ojos grises eran serios y parecían buscar mil maneras de matarte en tres segundos. Intimidante cuanto menos.

-Aura, ella es Annabeth -nos presentó Percy-. Es la que te ayudará a elegir tu arma. Es hija de Atenea y mi novia -al oír esto, ella se sonrojó.

-¡Percy! -le dió un codazo.

-¡Ow! ¿Qué? ¿Ahora no puedo decir que eres mi novia, listilla? -yo sólo me reí.

-¡No a todo el mundo, sesos de alga! Bien -siguió Annabeth algo sonriente-, vamos a buscar tu arma. Sígueme.

Buscamos y rebuscamos por todo el arsenal, pero no hallamos nada. Todas las espadas eran grandes o pesadas. Las dagas no eran lo mío. El arco no se me daba bien. La lanza era incómoda.

Nada se adaptaba a mi torpeza natural.

Decidí descansar un rato y me escabullí al lago. Reconozco que le había cogido gusto a ese lugar tan bonito. El agua era clara y brillante, la arena de la orilla suave y blanca, los árboles daban sombra pero dejaban pasar la luz. Era un pequeño paraíso.

Paseando por la orilla un destello me cegó por un segundo. Me acerqué al lugar y vi una pulsera tirada en la arena.

Era preciosa, blanca con dibujos en azules de tonos marinos, y un relieve de la estrella polar en el centro.

Por curiosidad, lo toqueteé y pulsé. Y al pulsarlo se transformó en una espada plateada tan larga como mi antebrazo y que se adaptaba en peso y forma a mi mano.

Era perfecta, como hecha a medida para mí.

Y probablemente no era mía.

Cógela, es tuya. Un regalo de tu padre -escuché una dulce y femenina voz en un susurro.

Levanté mi barbilla en busca del orígen de esa voz. Parecía provenir del lago.

-¿Q-Quién es mi padre? -titubeé. Pero se había ido.

Arrugué un poco la frente, frustrada. Esa voz parecía... angelical. Reververaba igual que si estuviera bajo el agua.

Observé detenidamente la hoja con una inscripción en griego: Ελπίδα (Elpída). Esperanza. Me fijé en el mango, que tenía el relieve de la estrella oculto, y lo pulsé. La espada volvió a ser una pulsera en mi mano, abrí el cierre y me la puse. Brillaba como si se hubiese hecho con la espuma del mar.

Una sonrisa eufórica adornó mi cara al recordar las palabras de antes.

Un regalo de tu padre.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora