26. Pruebas de SHIELD igual a moratones

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-¡Yeró! -exclamé sin querer en voz alta- ¿Cómo has subido aquí? -estábamos en una plataforma volante y en movimiento, no podía haber aparecido de la nada. ¿Verdad?

Ni idea. Sólo sé que al despertarme en el parque no estabas y te estuve buscando. Luego aparecí aquí sin más -me explicó ante la mirada asustada de Barton, que tenía la mano en el arco.

-¡Oh, lo siento, lo siento! Soy idiota -me disculpé y miré a Barton-. Tranquilo, no pasa nada. Es una amiga -le advertí haciendo que quitara su mano de las flechas.

-Raras amistades -levantó una ceja y yo sonreí mientras él acariciaba a mi amiga.

¿Y este quién es? -preguntó la loba. Me puse de pie de nuevo.

-Yeró, este es Clint Barton, mi nuevo compañero. Barton, esta es Yeró, mi protectora y amiga -me miró escéptico, pero sonrió. Supongo que con peores cosas había tratado.

-Aura, debemos ir a las pruebas -asentí y caminamos de nuevo con Yeró a mi lado mientras le contaba la reciente conversación con Furia y mi repentina unión al grupo, que ella insistía era la mayor locura que había hecho, y eso era decir mucho. A veces parecía mi madre.

Nos paramos en una sala metálica donde estábamos solos.

-Es aquí. Te estarán observando desde el otro lado -señaló a una vidriera igual que en los interrogatorios, que parecía un espejo.

-¿Qué supone que debo hacer? -pregunté.

-Sigue tu instinto, llegado el momento lo sabrás -interrumpió el paso de la loba-. ¡Déjalos con la boca abierta! -me deseó suerte antes de cerrar la puerta y dejarme sola.

Empezaba a odiar la frase de "llegado el momento". Mis pasos se oían por la sala mientras andaba. Posé mi atención en la cristalera, queriendo tener rayos X para saber quiénes estaban detrás. Me coloqué en el centro y me balanceé impaciente.

Se oyó un ruido y una figura negra salió de la nada. Escuché un susurro y la figura se movió, dejando ver a un hombre con una navaja.

-¿Mami? -preguntó una vocecita. Al otro lado había una niña pequeña de unos siete años, que veía la escena asustada.

El hombre centró su atención en ella. Los miré y mi conciencia gritó no. El extraño corrió hacia la pequeña. Yo corrí todo lo que pude y me arrojé sobre él para pararlo, pero cuando lo rocé se desvaneció, haciendo que me estampase contra el suelo. Había sido una ilusión. «Es un holograma», pensé.

-¡Ay...! -me quejé en alto sobándome el brazo.

La niña había desaparecido. Me levanté y otro hombre apareció de golpe. Este no dudó y me lanzó un puñetazo a mi estómago que sí me dolió. Y mucho. Era real, tenía que luchar. Bloqueé su derechazo directo a mi mandíbula con mi codo, pero nunca había sido buena en cuerpo a cuerpo. Caí al suelo.

Él sacó una pistola de su pantalón mientras se acercaba. Aproveché que estaba lejos y transformé al Elpída en mi arco. Lancé una flecha a su mano justo a tiempo para hacerle soltar el arma y que cayese al suelo. Saqué mi espada y la apoyé en su cuello. Su cara estaba cubierta, pero aún así...

Fruncí los labios y quité mi espada, tendiéndole la mano.

Tiró de mi mano y me puso su arma en la sien. No me lo esperaba, empecé a sudar de miedo.

Antes de apretar el gatillo, las luces se apagaron y la puerta se abrió de golpe. Furia, Clint, Natasha y Rogers entraron. El capitán Rogers me ayudó a levantarme y el hombre se marchó sin decir nada.

-Vlacas... (idiota...) -le insulté malhumorada en griego.

-Bien hecho, srta. Wall -dijo Furia, serio.

-"No son peligrosas" -imité con burla a Clint y bufé. Salí de allí molesta.

-¡Aura! -giré mi cabeza- No te preocupes, tienes razón. Furia se a excedido -me dijo Rogers a mi lado-. Ten, se te ha caído antes -abrió su mano para darme mi pulsera.

-Gracias -le dije poniéndomela.

-¿Dónde la compraste? Es impresionante.

-En ningún lado. Ventajas de ser hija de un dios, supongo -me reí y lo lamenté. Me produjo una presión en el pecho e hice una mueca.

-¿Estás bien? -preguntó el capitán preocupado, asentí muchas veces.

-Sólo... necesito descansar.

-De acuerdo... El director me ha dicho que te lleve a casa. Acabamos de aterrizar, así que... si quieres te acompaño -me ofreció abriendo la puerta de la sala donde estaban mis cosas.

-Me apetece ir un rato sola, pero gracias, capitán. Quizá otro día -sonreí.

-Llámame Steve, por favor -me sonrió.

-Gracias, Steve.

* * * *

-¿Sabes dónde hay hielo? -pregunté yendo a la cocina en pijama y lista para dormir. Ya era de noche y necesitaba un descanso después de este día tan agotador. Además, mañana iría a Asgard a explorar y debía poder andar sin parecer un pingüino en la playa de California.

En el... segundo cajón -contestó mi loba en un bostezo.

Cogí el hielo y volví a la cama poniéndomelo en el hombro, dejándome caer en la cama al terminar. Creo que no había tenido tanto dolor como ahora, me dolían partes que ni sabía que podían doler.

Cerré los ojos intentando dormir, pero no podía. Una imagen se paseaba por mi cabeza, un azabache que llevaba todo el maldito día en mi cerebro. Era extraño, apenas nos habíamos visto una vez y sin embargo... sentía como si... debiera volver a verle.

Me sentía tonta. «¡Ese hombre te intimida y quieres volver a verle!», reclamó mi conciencia.
Rebufé. Definitivamente mi cabeza estaba mal, ¿quién tenía esos sentimientos bipolares?

Y por si fuera poco, hacía que me pusiera roja. ¡Yo! ¡Roja! No era fácil ponerme nerviosa o hacerme enrojecer.

Y luego estaba Steve... Parecía un chico encantador. Aunque claro, venía de otro siglo, por lo que sabía.

Pero mis pensamientos volvían al azabache. Siempre volvían a él...

Tapé mi cabeza con un almohadón y me metí en la cama, intentando dejar todo eso de lado. Ya notaba cansancio. Cerré los ojos, ahora sí, durmiéndome, y con un nombre rondándome.

-Loki... -susurré sin querer antes de caer en los brazos de Morfeo.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora