20. Nada que perder

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-¡No Ofois, espera! -grité. Demasiado tarde.

El dios se había lanzado contra Thanatos, estaban peleando entre ellos. Thanatos se defendía con la espada de los ataques interminables de su oponente, parecía agotado. El esfuerzo hecho en el combate contra las criaturas de Nyx le había pasado factura. Mientras, Ofois apenas parecía cansado. Su mirada brillaba con odio, odio hacia mi amigo. Sus estocadas eran rápidas y certeras, tenía una agilidad digna de una cazadora.

-¡Aura, encárgate de Nyx! -me gritó cansado. Con angustia en mi pecho, hice lo que Thanatos me dijo.

Me giré para ver a Nyx con una sonrisa en su cara. Sus ojos brillantes como las estrellas me miraron llenos de furia y asco.

-Esto es lo que te espera, hija del mar. Dolor, muerte, sufrimiento. Ríndete y tu destino no se cumplirá. Lucha, y perecerás lenta y dolorosamente.

Estaba enfadada. Enfadada con Nyx por hacer sufrir a mis amigos. Enfadada con Ofois por no escucharme y con las Parcas y las Moiras por decidir un destino que yo misma escribo.

Sentí una oleada de fuerza por el cuerpo, un cosquilleo que se extendía desde mi pecho a la punta de mis dedos. Me sentía más poderosa... más grande...

-Suficiente -me dije.

Me moví alrededor de la diosa y empecé a saltar aprovechando el espacio para llegar hasta su parte superior. Las estocadas de su espada apenas me rozaban. Un latigazo me pasó rozando la oreja. De un salto, me abalancé sobre ella y la corté por la espalda con la hoja brillando. La desplacé varios metros. Su tamaño disminuyó hasta tener apenas dos metros y medio.

Cambié mi espada por el arco y disparé hacia los dos dioses peleando. La flecha clavada en el suelo les bastó para mirarme y dejar de combatir.

-¡No es un enemigo! -le grité al egipcio. Me miró confundido, pero duró poco ya que recibí un corte en la espalda bastante profundo y doloroso. Solté un grito tan fuerte que las paredes temblaron.

Ambos dioses volvían a combatir, pero esta vez contra los monstruos que se acercaban.
Cansada y dolorida, me apoyé en la rodilla.

-Te lo advertí, semidiosa estúpida. Ningún semidiós podrá acabar conmigo, acabaré lo que Cronos y Gaia empezaron. El mundo se verá sumido en el caos.

No se dio cuenta de que mientras hablaba, yo sacaba una flecha del carcaj. Preparé el tiro y justo cuando Nyx se giró, apunté.

-No si tú caes antes -disparé a su pecho y la flecha brilló con tanta intensidad que todo se volvió blanco...

* * * *

Al volver a abrir los ojos, todo estaba confuso. Pude visualizar a Ofois y Thanatos venir desde lejos hacia mí.

-¡Aura! ¿Te encuentras bien? -me preguntó el mayor.

-Sí -toqué mi brazo y me incorporé-. ¿Qué ha pasado con Nyx?

Ofois se giró y a lo lejos vi a una mujer muy pálida y de cabellos y ropa oscura. Nyx estaba tumbada inconsciente y sangraba por el pecho.

-No morirá. Es una diosa, no puede morir -me advirtió Ofois. Me acerqué y pude tocarla. El ícor brotaba de la herida de su pecho, pero era negro.

No era una diosa poderosa. No tan poderosa al menos. Nunca habría derrotado al Olimpo. Pero al menos la amenaza había sido neutralizada.

-Ayudadme -dije sujetando a la diosa.

La sala estaba vacía y todo estaba revuelto. Llevamos a Nyx a una habitación y la dejamos en la cama. Según Thanatos, no se despertaría en mucho tiempo.

Salimos para encontrarnos a Eris mirándonos con el ceño fruncido.

-¡¿Cómo os atrevéis a enfrentaros a la Noche?! ¡Es tu madre! -gritó mirando a Thanatos- ¡NO SALDRÉIS DE AQUÍ CON VIDA! -advirtió desenvainando su espada.

En este punto, yo estaba tan agotada de pelear que lo único que hice fue intentar pasar por su lado. Eris me detuvo y me puso su mano en mi brazo. Saqué a Elpída y le hice un corte en el abdomen, no profundo, pero si una advertencia. La tumbé boca abajo y sujeté con la pierna y la rodilla.

-Saldremos de aquí vivos, no te atrevas a probarme porque podré contigo -le dije en un tono helado que no sabía que tenía capacidad de utilizar.

* * * *

-Supongo que esto es un adiós -me dijo Ofois-. Siento lo de antes. Creí que estabas aliado con Nyx -le dijo a Thanatos.

-Yo también lo siento. Desconfié de tí cuando te la llevaste.

-¿Sin rencores? -Thanatos asintió. Sus ojos, que cambiaban de color con la luz y ahora eran blancos, me miraban con amabilidad antes de irse por la Duat, esperaba que pudiera explicar lo ocurrido.

Nos transportamos a la entrada del campamento, justo en el pino de Thalia. Iba apoyada en el hombro de Thanatos. A lo lejos, un grupo de gente venía gritando y corriendo hacia nosotros, Percy iba en cabeza.
Al llegar, me abrazó demasiado fuerte.

-¡Por fin! Dioses... Creía que habías muerto. Ha habido temblores en la tierra hace un rato.

-Estoy bien, hermanito -le dije con burla.

-¿Qué ha sucedido con Nyx? -preguntó preocupado Quirón.

-No volverá a hacer daño por ahora, Aura la ha vencido. Está en un letargo profundo del que tardará en despertarse -respondió Thanatos algo apenado. Puse mi mano en su hombro, apoyándolo.

-¿Cómo lo hiciste? -me preguntó Leo.

-Le disparé una flecha en el pecho. Gracias a la bendición de Artemisa hice que brillara y su luz neutralizó la oscuridad de Nyx.

-¡Bien hecho! ¡Increíble! -me halagaban Piper y Hazel.

-En realidad, sin la bendición no lo habría logrado. Se lo debo a Lady Artemisa -sonreí levemente.

Algo me ardió en la espalda, el corte de la espada de Nyx quemaba. Caí de espaldas, lo que resultó más doloroso.

-¿Aura? ¿Aura qué te pasa? -preguntaba Percy. No podía hablar, la espalda me ardía como si fuese fuego.

Una figura apareció en un destello y relámpagos.

-Ten. Bebe esto y se te pasará -me entregó una bebida extraña. Algo me decía que no debía aceptarla, pero no tenía opción. Si no lo hacía, moriría. El corte me estaba extrayendo mi energía vital.

Me bebí el brebaje y todo empezó a darme vueltas. Oía voces a lo lejos, pero no distinguía las palabras ni de quienes eran.

Lo último que vi fue la mirada preocupada de Percy. Luego, todo se volvió negro...

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora