2. Barcos voladores y otros problemas

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El barco era impresionante, todo un diseño de ingeniería digno de un cerebrito de la N.A.S.A. Pero... un barco en plena cuidad era poco útil, y más uno así de antiguo... ¿no?

Jason cogió mi maleta y me llevó a través de la cubierta de madera mientras Leo se acercaba a la proa y al timón. Cruzamos una puerta y un largo pasillo y llegamos a una zona con nueve puertas.

-Elige camarote -me dijo Jason-. Pero deprisa, esto pesa -me reí.

Entreabrí las puertas. La primera era un camarote muy sobrio y de color gris. Muy soso para mi gusto. El segundo era de color celeste, con dibujos de estrellas y relámpagos amarillos en las paredes.

-Ese es el mío -protestó el rubio.

-Tranquilo, no te lo voy a quitar -dije.

El tercero que vi tenía las paredes azul mar con peces y detalles marinos en ellas, y olía a sal y a playa. Sólo le faltaba mi nombre escrito en la puerta.

-Este, sin duda -Jason entró y dejó la maleta en el lateral de la entrada.

-Te llevarás bien con Percy -sonreí sin saber de lo que hablaba-. Vamos a estar en la cubierta, ven y te muestro el barco, si quieres.

-Claro -cerré la puerta de la habitación y le seguí hasta el exterior, donde Leo estaba al timón.

-Entonces... ¿has oído hablar de...? -preguntó Jason una vez llegamos.

-Mi padre y mi madre me contaban leyendas, historias, cuando era pequeña. Decían que había unos seres poderosos llamados dioses desde la Antigüedad que tenían hijos mortales. Me encantaban esos cuentos donde el héroe siempre ganaba... -puse cara soñadora- Mis padres me decían que seguían vivos hoy día -relaté.

Leo hizo vibrar a todo el barco, cerré la boca y me quedé más blanca que la leche. Odiaba volar.

-¿Qué pasa, pajarito? ¿Miedo a volar? -me picó Leo. Hice una mueca que aumentó su risa. «Tonto...», pensé.

-No me advertisteis que tendríamos que volar. Es más, ¡¿cómo vuela este trasto?! -miré hacia abajo. Mala idea. Creo que iba a vomitar, me agarré la boca.

-Es así hasta llegar a la costa -contestó Jason entre risa y risa.

-¿Te diviertes con esto? -le saqué la lengua, me sorprendió la confianza que le había cogido tan rápido.

Pasaron las horas y charlaba con los dos, que se iban turnando para el control del barco. Suerte que mi padre era americano, entendía muchas palabras que decían.

Gracias a ellos entendí las historias de papá y me dio algo de miedo saber que todo eso... era tan real como yo... que yo misma era una semidiosa. Me explicaron ciertas normas como que no podían ver a sus hijos o que ciertos dioses se odiaban entre sí.

Básicamente me aclararon todo.

También me contaron las guerras que habían tenido, era admirable la valentía de todos ellos. Yo lo más valiente que he hecho ha sido asomarme al balcón de un séptimo piso.

-Cuando lleguemos te enseñaré el Búnquer 9 -trató de ligar Leo.

-Cuidado, ...... -dijo algo que no entendí-. Tienes novia -advirtió Jason y yo solté una risita.

Un golpe hizo que el barco se moviera. Jason murmuró algo en inglés que no entendí y le dijo algo a Leo, que se puso enseguida al timón.

-¡Quédate allí! -me ordenó señalando los camarotes.

Di unos pasos atrás y observé cómo de la nada salía un grupo de nubes negras y atacaban a Jason. Parecían tener vida propia o... algo. Él sacó una espada dorada de no sé dónde y se elevó... literalmente en el aire, intentando atacar a los monstruos y mantener la nave nivelada.

Yo entonces estaba flipando. ¿Volar? ¡Eso no me lo había dicho!

-¿Qué tenemosssss aquí? -siseó algo detrás mío, me giré para ver una maraña de pelos de serpiente y un cuerpo asqueroso que acababa en dos colas-. ¿Esstássss sola? Me apetece un bocado de ssemidiosssa.

Su aliento apestaba a carne rancia. Mis piernas flaquearon. «¡Corre, tonta, corre!», gritó mi conciencia. Mi cerebro conectó... por suerte. Mi pierna le sacudió en el abdomen, lo que le hizo caerse, y salté sobre ella. Divisé un grupo de armas cerca e hice lo posible por vivir. Blandí una espada.

El bicho volvía. Esperé un poco hasta que estaba cerca y se la clavé en el costado. Hubo un sonido, como de pompa explotando, y luego la criatura desaparció convirtiéndose en polvo. ante mis ojos.

Notaba la respiración acelerada y los brazos pesados. Pero no solté la espada.

A lo lejos vi a Jason teniendo problemas con una de esas nubes raras. Había perdido la espada, que estaba tirada cinco metros lejos de él. Cualquiera en ese momento habría sido listo y se habría quedado encerrado en el camarote, asustado, hasta que todo se acabara.

Pero... ¿quién ha dicho que fuera lista?

Dejé la espada caer con un estruendoso golpe seco. Sintiéndome más libre, corrí hacia él y me acerqué al borde del barco. Sí. Estaba loca, tarada, ida, majareta, lo que sea... pero mi mente funcionaba muy, muy rápido.

-¡Jason! -llamé, él me miró. Le lancé la espada con todas mis fuerzas y él la cogió en el aire y consiguió derrotar al nubarrón que quedaba.

Respiré agotada mientras le veía bajar a la cubierta.

-¡Eso ha sido impresionante! -gritó Leo eufórico.

-¡No, Leo! ¡Ha sido estúpido! -le riñó- ¿En qué pensabas haciendo eso?

Estuvo un buen rato gritándome hasta que se dio cuenta de que la mitad de lo que decía no lo entendía y la otra mitad la ignoraba. Al acabar, aproveché para limpiarme los restos del extraño... y algo asqueroso, polvo dorado de mi cuerpo.

-Tranquila, sólo respira... Barcos que vuelan, espadas y semidioses... ¿Por que no? -susurré asustada en el baño mientras sacaba algo limpio y evitaba hiperventilar. No lo conseguía. Para nada.

* * * *

Al tercer día de estar en el barco, Leo nos levantó a Jason y a mí de la cama con gritos y golpes y nos llevó a la cubierta.

Al final del mar se veía una mancha verde de tierra firme que no distinguía nada gracias a que don "yo no duermo" nos había levantado a las cinco de la madrugada y estaba medio zombi. Me froté los ojos tratando de ver mejor.

-¡Bienvenida al Campamento Mestizo! -dijo el moreno con una gran y amplia sonrisa en la cara.

Entre mundos. La nueva era de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora