Me dan ganas de decirle a mi mamá que estoy terriblemente aburrida, pero me va a mandar a la cresta de nuevo, así que mejor me quedo calladita.
Voy de nuevo donde mi papá y él me pregunta si quiero algo.
─Un terremoto podría ser ─bromeo.
─Sírvele. En la cocina hay terremoto ─le dice mi tío dueño de la parcela.
Vamos a la cocina y mi papá me empieza a preparar un terremoto.
─Te voy a echar un poquito de alcohol pa' que no te quedí con las ganas ─me avisa.
Soy la más feliz al escuchar eso. Así de alcohólica.
Voy de lo más contenta saliendo de la cocina cuando choco con el Damián. «Este hueón me anda puro siguiendo».─ ¡Perdón!
Por suerte no me mancho la ropa, pero me caen gotas de terremoto en las zapatillas y me mojo toda la mano. No pesco sus disculpas y vuelvo a entrar a la cocina. Mágicamente mi papá ya no está ahí. Agarro unas servilletas y me empiezo a secar. Quedo toda pegajosa y me da rabia. Más encima el hueón se queda tomando agua mientras observa cómo me seco.
─ ¿Qué? ─le pregunto con una mirada de odio.
─Nada.
Me lavo las manos en el lavaplatos y él sigue ahí mientras está metido en el celular.
Como mi terremoto bajó caleta, decido rellenarlo con ron. Me doy vuelta y el Damián me está mirando con una ceja alzada. «Puta el hueón sapo».─Quédate piola ─lo sentencio.
Tomo un sorbo de terremoto y vuelvo a subir al tercer piso. Mis primos chicos y mi hermano al verme con un terremoto, se les antoja uno y bajan a buscarlos, así que me quedo sola. El Damián vuelve a subir minutos después, también con un terremoto y se sienta a mi lado en el sofá-cama. Nos quedamos en silencio y yo estoy más incómoda que la cresta.
─ ¿Te caigo mal? ─pregunta él rompiendo el silencio.
─ ¿Tú qué creí?
« ¡Obvio que me caí mal, hueón! »
─Si te caigo mal por lo que pasó cuando éramos pendejos...
─No sé de qué estai hablando ─lo interrumpo─. Me caí mal porque siento que me estai siguiendo. Porque vení a tocar guitarra mientras estoy leyendo. Porque me botaste el terremoto. Y... eso sería.
─Ah, yo pensé que te caía mal porque el Gonzalo prefirió jugar conmigo cuando éramos cabros.
─ ¿Qué? Ni siquiera me acuerdo de eso ─miento.
─Dale. Deberíamos... empezar de cero ─estira su mano para dármela.
Con paja me cambio el vaso con terremoto pa' la mano izquierda y le doy mi mano derecha. Él está calentito y yo congelada.
Creo que debería aceptar la tregua.
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Vira de mi vida, culiao.
RomanceNada más penca que tener que pasar el dieciocho de septiembre junto al ahueonao primo de tus primos... Aunque con unos cuantos terremotos cambia toda la perspectiva. La pregunta es; ¿se vira o no se vira de mi vida el culiao?