once

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Son como las 05:00 AM, y mis papás por fin están acostándose. Duermen en la misma cama, y me hermano duerme en la cama de al frente. Los tres en la misma pieza. Yo tengo dos opciones: dormir con mi hermano ─quien pega patás, ocupa toda la cama, ronca y babea─, o dormir con mis primas. Elijo la segunda. Aunque la oferta del Damián suena tentadora. «Si querí podi dormir conmigo», sus palabras siguen revoloteando en mi mente. «Maraca», me dice mi subconsciente.

Mientras mis primas están rajas, yo no puedo dormir porque me suenan las tripas. Patúamente voy a la cocina, esperando no encontrarme con nadie en el camino, pero me encuentro a unos tíos que siguen tomando en el patio. «Puta que les gusta el huebeo. Y qué bueno que ando con ropa, hueón». Nadie se percata de mi presencia, así que me hago un pan con queso y me lo como en la cocina.

De repente, cuando me estoy devorando el pan, escucho una pelea. No me muevo de mi lugar, porque estoy con la luz apagá y nadie me ve.

Son los papás del Damián los que están peleando. Algo hablan sobre "la otra", y entonces cacho que su papá tiene una peuca.

«Too much información por hoy». Vuelvo a la pieza de mi prima y me acuesto. Pasan los minutos y no me doy ni cuenta de que me quedo dormida.

\\

Me despiertan risas, sonidos de patas en el suelo, voces y algunos gritos. Las desventajas de tener primas chicas. Son terrible escandalosas en la mañana.

Tengo el sendo dolor de cabeza. « ¿Por qué habré tomado tanto terremoto? ». Me levanto al baño y me lavo lo que puedo. Voy a la cocina y están los madrugadores tomando desayuno. El Damián está ahí y al verme no deja de mirarme. Y yo ni siquiera me peiné. ¡Qué perso!

─Buenos días, tía ─saludo a mi tía, la dueña de la parcela.

─Hola, mi niña. ¿Y los papás?

─No tengo idea. Deben estar con la media caña.

«Igual que la hija nomás po».

─Chuta... Tome desayuno ─me dice la tía.

Me siento al lado del Damián obligada, porque ahí me indica mi tía que me siente.
Bajan mis primas chicas en ese momento. Mi tía nos sirve desayuno a todos y después sale de la cocina.

─Esta caña me está matando ─le comento al Damián pa' callao'─. Siento que me va a explotar el cerebro.

Es mejor actuar como si nada hubiese pasado no más po.

El Damián se para, abre un cajón, saca una pastilla, me sirve agua y me pasa todo eso.

─Con esa pastilla te vai a sentir mejor.

─Gracias...

─De nada.

─ ¿Y tú no estai con caña? ─le pregunto echándome la pastilla a la boca.

─No. A mí nada me deja con caña.

─Yiaaa ─tomo un trago de agua para tragarme la pastilla─. Estoy que te creo.

─Es verdad.

─Quizás nunca hai ido a un buen carrete. Yo te voy a invitar a uno weno pa' que tengai tu primera caña.

─Dale po. Te cobraré la palabra.

─Soy una persona de palabra, no es necesario que me la cobrí.

─Mish... Por fin te estoy conociendo.

Por un momento me había olvidado del beso, pero al escuchar ese comentario, me acuerdo de la hueá po.

─Oye, ya hablamos ayer... ─empiezo a decir.

─Sí. Me acuerdo. No es necesario que lo repitai.

Cuando me dice eso, me siento enrrollá.

─Ya, pero entonces deja de hacer comentarios así porque me incomodan, ¿cachai?

─Lo intentaré.

─Vale. ¡Ah!, y toma ─le paso su celular.

Él me pasa el mío y me tomo el desayuno mientras reviso los mensajes de WhatsApp, pero no los leo porque siento que el Damián está mirando cada cosa que hago. « ¿Por qué me mira tanto, hueón? ».


Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora