cuarenta

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Yo miro a la Cami, la Cami me mira. Miro a la Anto, la Anto me mira. La Cami y la Anto se miran. Y las tres nos miramos.

─A ver, compadre, lo que yo tengo que hablar con la Priscila, lo voy a hablar con ella en privado, porque a vo no te incumbe.

─Mira, hueón, todo lo que tenga que ver con la Prisci, me incumbe, porque soy el pololo.Y no voy a aguantar que la andí siguiendo al baño pa' acosarla. Ya te dijo que no quiere hablar contigo, así que no sigai insistiendo, o sino te las vai a ver conmigo. ¿Tamos claros?

El Roberto se ríe irónicamente.

─Tanto miedo que te da que yo hable con la Priscila. ¡Ah, ya sé! ¿Tení miedo de que te la quite?

« ¡Pero qué se cree este conchesumare del Roberto! ».

─Mira, ahueonao, no te respondo solamente porque está mi polola y sus amigas aquí, pero ya estai advertío ya.

─Me perdí, hueón. ¿Vo estuviste con la Prisci? ─le pregunta el Hueilo al Roberto─. ¿Quién me explica? Que no cacho nada de esta teleserie.

─ ¿Vo y cuántos más? ─le pregunta el Roberto al Damián, ignorando completamente al pololo de la Anto.

─Aer, el cabro no anda ná solo ─le responde el Hueilo, dándole todo su apoyo a mi pololo.

─Este cabro tampoco anda solo ─se mete el Alejandro apañando al Roberto.

«Puta los culiaos ridículos, teatreros y cabros chicos».

─ ¿Y qué sigue ahora? ¿Se van a agarrar a combos los cuatro? ─les pregunto dignándome por fin a hablar─. Mira, Roberto, yo no tengo nada qué hablar contigo, y no me interesa escuchar lo que me tení que decir. No estoy ni ahí contigo.

─ ¿Escuchaste? ─le pregunta el Damián interrumpiéndome.

─Y Damián, podí ser mi pololo y todo, pero yo me sé defender solita, así que para.

─Ah no, manda calzón... ─comenta el Roberto cruzándose de brazos.

─ ¿Vai a seguir echándole carbón al fuego? ─le paro los carros al ex culiao asqueroso que me comí hace un tiempo atrás─. Madura, parecí pendejo, ridículo. Vámonos, Damián ─me pongo de pie y él me hace caso poniéndose de pie también. Así me gusta, bien sumiso y macabeo.

Me despido de todos, menos de uno, obviamente, y saco cascando al Damián de ahí.

─ ¡Priscila, hablamos el lunes! ─grita el Roberto cagándose de la risa.

El Damián me suelta la mano, dispuesto a devolverse donde el hueón, pero alcanzo a afirmarlo.

─Compórtate, ¿querí? ─lo reto─. ¡Cómo tan pendejo, Damián! Te dije que quería evitar atados y tú lo primero que hací es crearlos.

─ ¡Ese hueón empezó con los comentarios desubicaos! Yo no me iba a quedar así.

─No teníai que pescarlo y era. Así de simple

─ ¿Y que él siguiera comentando hueás? ¡Tenía que pararle los carros po!

─Ya, filo, era.

Salimos a la calle por fin, y el aire fresco alivia toda mi rabia.
Caminamos hasta el paradero en silencio, pero de la manito po. En mi defensa, tenía frío y él estaba calentito.
Una vez que estamos arriba de la micro, él me habla.

─Oye, ¿te puedo preguntar algo?

─Ya me preguntaste ─le respondo seria sin dejar de mirar por el vidrio.

─ ¿Por qué no quisiste pololear con ese hueón?

Despego mi vista del vidrio y la poso en él.

─ ¿Me estai?

─No. Responde.

Suspiro antes de hablar.

─Porque... no sé... llevábamos como un mes andando y él ya quería pololear. Encontré que era muy rápido así que le dije que no. El hueón se enojó y me mandó a la cresta. Y a la semana ya andaba con otra. Fin.

─ ¿Solo por eso?

─Además porque... el loco es medio cuático... medio loco... ¿no cachaste? Si es un enfermo, y aparte inmaduro...

─Mmh...

─Y eso po...

─ ¿Le vai a hablar el lunes?

─No, si no estoy ni ahí con hablar con él. No lo soporto.

─Mmh...

─Deja de hacer ese sonido ─lo reto.

─Mmh, mmh, mmh.

─Mmh, mmh, mmh, mmh.

─Mmh, mmh, mmh, mmh, mmh.

─Mmh, mmh, mmh... ─mis "mmh" son interrumpidos por un kiss en ese momento.

Por ahueonaos, nos pasamos de donde tenemos que bajarnos, así que tenemos que caminar un poco. Estaba oscuro ya hueón. Ya veía que nos asaltaban, o que nos perseguía o mordía un perro.

De repente pasamos por una casa súper linda.

─Oh, ¡qué lindas esas flores! ─comento como niñita chica. Y después pelo a todo el mundo diciéndoles inmaduros, como si yo fuera la hueona más madura.

El Damián me suelta la mano y se acerca a la reja de la casa, se agacha, y de la nada nos alumbra una luz...

─ ¿Por qué me están sacando las flores? ─grita una vieja culiá lunática, abriendo la puerta de la casa y caminando hacia nosotros.

─ ¡Corre! ─grito y agarro al Damián del polerón pa' que corramos a la chucha.

Mientras corro miro pa' atrás y veo que la vieja culiá sigue alegando. Por fin doblamos en una calle y dejamos de correr.

«Qué weno que ando con zapatillas, hueón».

─Oh, la vieja loca ─comenta el Damián sin aire.

─Sí, qué miedo ─le respondo con el aire entrecortado.

Una vez que nuestras respiraciones se calman un poco, el Damián estira su mano y veo que le sacó una flor a la vieja, para dármela a mí.

─Qué erí lindo ─le digo y lo abrazo─. Pero, ¿te dai cuenta de que estuvimos al borde de la muerte porque a ti se te ocurrió sacar una flor? ─le pregunto al oído.

─Uy, deja de retarme, Priscilove. Además, tú sabí que por ti haría lo que fuera, aunque eso me dejara al borde de la muerte.

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora