Me burlo.
─Tenemos la misma edad, Damián. Y no creo que a mis papás les guste la idea de que te quedí acá.
─ ¿Por qué no? ─mi hermano pregunta inocentemente─. Si es como nuestro primo.
Otro más... ¿Por qué cresta nadie entiende que no somos primos?
─Sorry, Priscila, pero me voy a quedar.
─Sí ─lo apoya mi hermano─. Prisci, ¿nos podí traer cabritas de la cocina?
─ ¡Shaaa! Erí terrible barza, pendex. Anda vo mismo, no tení los deos crespos.
─Yo voy ─dice el Damián─. ¿Dónde están?
─No sé, búscalas. Gracias ─le dice mi broda.
El Damián va a la cocina como Pedro, Juan y Diego por su casa. Ya sé que así no es el dicho, pero el nivel de barzudes del Damián es inmensa.
─ ¿Podí dejar de ser tan pesá, aunque sea, una vez en tu vida? ─me reta mi hermano.
─ ¿Por qué?
─Pesá y fome erí ─ignora mi pregunta─. Ojalá el Damián fuera mi hermano en lugar de ti. Veríamos películas todos los días, no como tus series fomes.
─ ¿Series fomes? Después estai de lo más bien viendo The Walking Dead conmigo.
─Es la única serie buena que veí po. Ya, anda a encerrarte a tu pieza como siempre, para que no nos molestí.
Respiro profundo.
─Tení razón, pendex. Voy a intentar no ser tan pesá...
─No te creo.
─Te lo juro. ¿Querí bebida?
─Sí.
─Ya. Busca una película de terror wena.
Entro a la cocina y me encuentro al Damián buscando las hueás de cabritas en un mueble ná que ver.
─Las cabritas no están ahí ─le informo─. Yo las busco. Tú sirve bebida. Está en el refri.
Él hace lo que le pido, mientras yo meto las cabritas al microonda.
─ ¿Sacaste dos vasos nomás? ─le pregunto.
Yo también quiero un vaso po.
─ ¿Tú vai a ver a película también? ─me pregunta sorprendío.
─Sí.
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Vira de mi vida, culiao.
RomanceNada más penca que tener que pasar el dieciocho de septiembre junto al ahueonao primo de tus primos... Aunque con unos cuantos terremotos cambia toda la perspectiva. La pregunta es; ¿se vira o no se vira de mi vida el culiao?