veintitrés

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Me burlo.

─Tenemos la misma edad, Damián. Y no creo que a mis papás les guste la idea de que te quedí acá.

─ ¿Por qué no? ─mi hermano pregunta inocentemente─. Si es como nuestro primo.

Otro más... ¿Por qué cresta nadie entiende que no somos primos?

─Sorry, Priscila, pero me voy a quedar.

─Sí ─lo apoya mi hermano─. Prisci, ¿nos podí traer cabritas de la cocina?

─ ¡Shaaa! Erí terrible barza, pendex. Anda vo mismo, no tení los deos crespos.

─Yo voy ─dice el Damián─. ¿Dónde están?

─No sé, búscalas. Gracias ─le dice mi broda.

El Damián va a la cocina como Pedro, Juan y Diego por su casa. Ya sé que así no es el dicho, pero el nivel de barzudes del Damián es inmensa.

─ ¿Podí dejar de ser tan pesá, aunque sea, una vez en tu vida? ─me reta mi hermano.

─ ¿Por qué?

─Pesá y fome erí ─ignora mi pregunta─. Ojalá el Damián fuera mi hermano en lugar de ti. Veríamos películas todos los días, no como tus series fomes.

─ ¿Series fomes? Después estai de lo más bien viendo The Walking Dead conmigo.

─Es la única serie buena que veí po. Ya, anda a encerrarte a tu pieza como siempre, para que no nos molestí.

Respiro profundo.

─Tení razón, pendex. Voy a intentar no ser tan pesá...

─No te creo.

─Te lo juro. ¿Querí bebida?

─Sí.

─Ya. Busca una película de terror wena.

Entro a la cocina y me encuentro al Damián buscando las hueás de cabritas en un mueble ná que ver.

─Las cabritas no están ahí ─le informo─. Yo las busco. Tú sirve bebida. Está en el refri.

Él hace lo que le pido, mientras yo meto las cabritas al microonda.

─ ¿Sacaste dos vasos nomás? ─le pregunto.

Yo también quiero un vaso po.

─ ¿Tú vai a ver a película también? ─me pregunta sorprendío.

─Sí.


Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora