sesenta y siete

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De repente se escucha una tos de hombre y con el Damián nos separamos de una.

Sorry, chiquillos ─se disculpa un culiao de nuestro grupito de carrete─, no es mi intención interrumpirlos, pero estamos sedientos...

─Eh... sí, toma ─le paso unas chelas─. Al tiro llevamos las demás cosas....

─Tómense su tiempo, que nosotros nos tomamos el alcohol.

Le dedico una sonrisa falsa y él se va.

Miro al Damián y él me mira. Los dos estamos con la respiración agitada.

─Llevemos los vasos ─me dice. Agarra como cuatro y sale de la cocina.

«CONCHETUMARE. RESPIRA NORMAL, PRISCILA. INHALA, EXHALA. LA EXCITACIÓN ES MENTAL. OMMM».

Respiro profundo por última vez y llevo los demás vasos pa' fuera.

Me decepciono porque me tengo que sentar al lado de la Anto y quería sentarme al lado del Damián, y no me consuela sentarme frente a él.

Están todos hablando hueás al azar y yo estoy callada, sumida en mis pensamientos.

─Priscilita, ¿por qué tan callada? ─me pregunta el Andrés y todos posan sus ojos en mí.

─Es que me duele caleta la cabeza... ─miento. Ya se me había pasado el dolor─. Me voy a tomar alguna hueá. Vuelvo al toque.

Voy al baño y planeo una excusa pa' que todos se vayan y así me pueda quedar sola con el Damián en la casa.

« ¿Y si les digo que mi primo tuvo un accidente y tenemos que ir a verlo al hospital con el Damián, y la casa tiene que quedar vacía? No, la hueá trágica... ¿Y si les digo que van a llegar los dueños de casa y nos matan si cachan que invitamos gente sin pedirles permiso? No, excusa culiá de pendejos... ¿Y si invento que me siento como el pico y que por esa razón se tienen que ir luego? Ya, esa hueá no más, tamos en contra del reloj».

Le mando un WhatsApp a la Cami, alias actriz profesional, pa' que me ayude a llevar a cabo mi plan maligno.

Yo: HUEONAAAA!!!! DI EN VOZ ALTA "VOY A IR A VER A LA PRISCI, SE ESTÁ DEMORANDO MUCHO" Y VEN AL BAÑO INMEDIATAMENTE!!!!!!11!1!

Un par de minutos después tocan la puerta del baño.

─Soy la Cami ─le abro la puerta a mi amiga y cuando ella entra cierro al toque─. ¿Estai bien, Prisci?

─Sí, estoy bien y mi familia está bien. Necesito tu ayuda pa' echar a los culiaos de la casa.

─ ¿Por qué?

─Me quiero comer al Damián ─suelto rápida e ininteligiblemente─. Aunque me lo comí en la cocina, pero quiero más ─me muerdo el labio.

─ ¡¿Por qué, ahueoná?! ¿Volviste a caer en sus redes?

─Hueona, ¿cachaste lo rico que se ve con esa chaqueta de cuero? ¿Cómo querí que no caiga en sus redes? Lo deseo con todas mis fuerzas... Aaaah.

La Cami se caga de la risa.

─Hueona caliente, ¿no te basta con el Andrés? ─me pregunta.

─No. Deseo al Damián.

─Ya. Voy a inventar que estai enferma y que lo mejor es que todos los culiaos se vayan para evitar un posible contagio.

─Di la hueá que sea, pero que se vayan lo antes posible. ¡Grax, te debo una! I love you ─la abrazo.

Pasan un par de minutos más y vuelven a tocar la puerta.

─ ¿Quién es? ─pregunto con mi mejor voz de estar pa'l pico.

─Yo ─dice el Damián. Me pongo la mano en la cabeza pa' la actuación de mi vida y le abro la puerta─. Todos se fueron...

Salgo del baño y me quedo parada afuera de este.

─ ¿Ah, sí? Pucha, qué lata, no quería arruinarles el carrete... ─le doy la espalda porque me queda mirando fijamente.

─Raro igual...

«PUTA LA HUEÁ, ME CACHÓ... A negarlo todo hasta el final no más».

─ ¿Por qué raro? ─le pregunto dándole la cara nuevamente─. A todos nos duele la cabeza.

─Digo raro porque la Cami no dejó ni a la Anto ni al... ¿cómo se llamaba?

─ ¿El Andrés?

─Ese mismo. No los dejó venir a despedirse de ti, ni tampoco se quedaron ellas a cuidarte... Raro...

─Seh... ─le respondo y nos quedamos mirando, hasta que me empiezo a reír como enferma.

«Definitivamente mi talento no es actuar. Bye sueño de convertirme en una actriz famosa en Australia...».

─Erí pésima actriz ─el Damián se caga de la risa junto conmigo─. ¿Por qué queríai que quedáramos solos?

─ ¿Y quién te dijo que quería quedarme sola contigo? ─lo miro coquetamente.

«Si hoy me lo tiro es porque ya soy una maraca casi experta».

─Qué cabra chica, Priscila. Ideando planes raros pa' quedarte sola conmigo... Pensé que habíai madurado.

─Recién cumplí los dieciocho el año pasado, así que no esperí madurez de mi parte todavía.

─Dale... ─camina hasta sentarse en el sillón con una pierna encima de la otra y los brazos apoyados en el respaldo─. Ya po, dime.

Yo lo sigo y me paro frente suyo con los brazos cruzados.

─Me.

Él me queda mirando y yo me quedo mirándolo a él. Ninguno dice nada.

«Cri-cri...».

─ ¿No te dai cuenta? ─le pregunto rompiendo el silencio. Haciendo referencia a lo mismo que él me dijo cuando nos encontramos pa'l dieciocho.

«Me faltó el "¿no te dai cuenta que me gustai desde siempre?", pero nica lo digo». Él me mira extrañado. «No se acuerda que me dijo eso mismo el conchesumare...» .

─ ¿No es obvio? ─le vuelvo a preguntar.

─No po, no soy adivino. No sé qué querí de mí...

«TODO... Piensa en una excusa conchetumare, ¡piensa!».

─Volviendo al tema de lo que pasó el otro día con mi hermano ─empiezo a decir, desviando un poco la conversación y sentándome a su lado─, no lo pesquí. Ya hablé con él.

─ ¿Qué le dijiste?

─Le expliqué las cosas... Pero eso fue antes de que me contarai lo que me contaste.

─El Martín tiene todo el derecho de tenerme mala, no debiste decirle nada ─cambia su postura relajada a una de preocupación, despegando su columna del respaldo, separando las piernas y apoyando los antebrazos en sus rodillas.

─Ya, córtala ─pongo mi mano encima de su rodilla y él se gira para mirarla, así que la saco media nerviosa─. Sorry... la costumbre de poner la mano ahí en... nada.

«Estoy empezando a hablar hueás y tampoco tomé tanto pa' llegar a este nivel...».

─ ¿En la rodilla del Andrés? ─pregunta él.

«Oh, esto no me lo esperaba...».

─No... ─suena más a una pregunta que una afirmación, así que es obvio que él cacha que con el Andrés pasó de todo─. Pero pa' tu tranquilidad el Andrés no la tiene tan grande como tú... Aunque no sé, no me acuerdo mucho de tu porte, tendría que volver a comparar. ¿Sabí qué? Mejor me callo. El copete me hace hablar puras hueás. Debería empezar a tomar menos. Sí, creo que voy a dejar el copet... ─el Damián no me deja terminar mi oración porque me calla con un beso y por fin pasa lo que tanto quería desde que lo vi parado detrás del Andrés con la chaqueta de cuero: la cachita de despedida...

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora