trece

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El almuerzo es terrible incómodo. Se basa en puros cruces de miradas con el Damián, y conversaciones incómodas.

─ ¿Y cómo te va en el colegio, Priscila? ─me pregunta el papá del primo de mis primos.

Esa pregunta me pilla por sorpresa. Después de tragar un pedazo de papas mayo, le respondo.

─Bien. Me va súper bien.

─ ¿Vas en segundo medio? ─ahora es la tía de la parcela la que me pregunta.

─Sí.

─ ¡Igual que mi Damiansito! ─comenta su mamá.

Cruzo la mirada con el Damián.

─Tienen mucho en común... ─comenta el Gonzalo.

Me dan ganas de matar a mi primo. Se hace el adulto y ahora nos molesta como cabro chico.

─ ¿A qué te refieres con eso, mi niño? ─le pregunta mi mamá.

El Gonzalo no se esperaba esa pregunta. Me dan ganas de reírme en su cara, así que tomo bebida para disimular la risa.

─A que los dos tienen dieciséis y van en el mismo curso ─le responde mi primo.

─Ah...

─Priscila, ¿te va bien en matemática?

─Sí... ¿Por qué?

Nunca me costaron las mates, es cuestión de memorizar nomás.

─Lo que pasa es que este cabrito ─la mamá del Damián lo señala─, tiene promedio rojo en matemáticas. ¿Tú le podrías enseñar? Ya que van en el mismo curso...

Me atoro con un pedazo de pan. ¿Enseñarle al Damián? ¿No le puede enseñar la maraca de la Adriana Andrea mejor?

─Eh... ─respondo.

─Y él te puede enseñar alguna materia que te cueste ─propone entera alegre.

─ ¡Si a esta cabrita le va bien en todo! ─comenta mi mamá.

Qué saen de ser matea.

─Ah, ¿en serio? Entonces le puede enseñar química también...

Todos me miran.

─Sí... obvio ─respondo entera lenta.

Cuando termino de almorzar doy las gracias y me paro de la mesa. Voy al living así terrible asocial y me meto en el celular. Llega alguien a sentarse a mi lado, pero me da paja mirar porque estoy concentrá en el celular. Pienso que es mi hermano, pero es el Damián.

Le sonrío sin mostrar los dientes y él me imita. Como que nos quedamos mirando por un rato y empiezo a sentir hueás en la guata. Llega mi primo mayor a asustarnos y pego el medio salto. ¡El hueón pesao! Se caga de la risa y me dan ganas de pegarle el medio combo.
El culiao se sienta en la mesa de centro y nos mira.

─ ¿Y ustedes no se odiaban tanto? ─nos pregunta.

─La Priscila me odiaba. No yo ─le responde el Damián.

─ ¿Y por qué lo odiabai, prima?

─No lo odiaba, oh. Solo me caía mal.

─ ¿Ya no? ─el Gonza mueve las cejas tipo 1313.

─No.

─ ¡Uh! Todo pasando.

─ ¿Qué estai hablando? ¡No está pasando nada! ─me altero.

─Voy a fingir que te creo...

─ ¿Qué pensai, Gonzalo? ¿Que con el Damián tenemos onda?

─Ah, no sé yo po. Díganme ustedes.

Ambos miramos al Damián, pero él solo se encoge de hombros.

─ ¿Cómo vamos a tener onda? ─le pregunto─. ¡Somos como primos!

El Damián me mira feo.

─Sí, como primos ─confirma.

─Ah, vale... entonces me pasé rollos.

─Sí, deja de hablar leseras.


Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora