cuarenta y uno

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Todo está oscuro. Con cuea se distinguen algunos postes de luz en la calle. Voy de la mano caminando con el Damián hablando hueás al azar.

De repente, un auto disminuye su velocidad y se gana al lado nuestro. « ¿Qué hueá? ».

─ ¡Wena, Danae! ─el Damián saluda a alguien que baja el vidrio polarizado del auto, en los asientos de atrás.

No se distingue ninguna cara. Solo se ve oscuro hacia el interior del auto gris.

─ ¿Los llevamos?

El Damián me mira, para evaluar mi cara. Yo en ese momento solo pienso en que ojalá no pasara a pisar mierda, porque no puedo distinguir lo que hay en el suelo por culpa de la oscuridad.

─ ¡Vale! ─le responde a la tal no sé cuánto. No recuerdo el nombre─. ¿Querí subir tú primero, Priscila?

─No, tú.

Segundos después estamos adentro del auto.

«Puta la hueá, yo quería seguir afuera, en lo oscurito, con el Damián».

El auto por dentro es mucho más oscuro de lo que está la calle afuera. De repente pasamos por un lugar que ilumina un poco el interior del auto, y cacho que de copiloto va un viejo canoso. Miro su mano arrugada apoyada en el asiento del hueón que maneja. La mano la tiene más arrugá que pasa. A mí nunca me han gustado las pasas. Y qué asquerosas serían si fueran del porte de la mano del viejo.
Quito mi vista de la mano arrugá, y la fijo hacia al frente. Ahí es cuando veo que un auto se dirige exactamente en nuestra dirección, cuyas luces me dejan ciega. Escucho un ruido de cristales romperse, y siento cómo me zarandeo cuáticamente.

Aparezco en una pieza oscura. Me doy cuenta de que estoy en una cama... y no es mi cama. Nunca antes había estado ahí.

« ¡¡¡CONCHETUMARE, EL DAMIÁN!!! ».

Me paro de golpe y mi cabeza retumba. Me duele como si estuviera con caña.

Me asomo por la ventana y veo personas vestidas de negro conversando en la entrada de la casa en la que estoy. Yo estoy en el segundo piso.

Busco la puerta de la pieza, y me cuesta caleta encontrarla. Alguien la abre. Es un viejo parecido a Bill, el viejo culiao de El Conjuro 2.

─Tu pololo murió ─me avisa de una y sin filtro.

En ese instante despierto de golpe, más asustá que perro en bote, y me siento en la cama.

Estoy en mi pieza, estoy en mi cama, y a mi lado está mi pololo. Aguanto la respiración pa' escuchar la del Damián. Él está respirando. Está vivo. Suspiro con tranquilidad al comprobarlo.

«Fue un sueño no más. Un sueño culiao horrible eso sí».

Me vuelvo a recostar y espero que los latidos de mi corazón se regulen.

«Nunca más veo películas de terror. Por lo menos soñé con el viejo y no con la monja. Esa hueona sí que da miedo de lo fea culiá que es».

Cuando ya estoy más calmada, me doy vuelta y observo a mi pololo que duerme plácidamente. Se ve tan tierno, tan indefenso.

Ahí me doy cuenta de que lo amo. De que estoy completamente enamorá de él. De que si le pasara algo yo no sabría cómo seguir viviendo. Así de mamona. Es cuático darse cuenta de que estai enamorada/o. Me siento rara en ese momento de descubrimiento.

No sé cuánto tiempo más iremos a durar, Damiansito ─le hablo en mi mente a él, como si me fuera a escuchar po hueón─ . Por mí nos casáramos, tuviéramos brocacochis, después nietos, bisnietos, y envejeciéramos juntos. Pero no sé qué nos deparará el destino... Lo único que sé es que erí mi primer amor y siempre lo vai a ser.

Paso mi dedo índice por su cara, acariciando sus cachetitos.

Sus pestañas son tan lindas, lo odio.

Yo me había quedado sin pestañas. No había limpiado el encrespador por pajera, y cuando me encrespé la semana pasada se me salieron como diez pestañas. Más encima me había apretado el cuero del ojo o párpado, como sea la hueá. Me daba rabia acordarme.

Volviendo al tema del Damián, yo nunca he tenido sueños premonitorios, así que la muerte de mi pololo no podía estar cerca. Aparte, la película culiá había influido en mi subconsciente y por eso había soñado con el viejo arrugao, es obvio.

Agarro mi celular de la mesita de noche y busco en Internet el significado de mi sueño y salen puras hueás.

Aprovecho de revisar mi Facebook y veo que tengo un mensaje. Después de vagar por inicio, decido por fin abrirlo. «Apuesto que alguien quiere que le dé like a alguna hueá».

Pero no le achunto pa' ná.

Roberto Hernández:

Hola, Priscila. Como tu mino no me dejó hablar contigo y sé que tú no quieres hablar conmigo, obligado a mandarte un mensaje. Tú sabes que soy un weón directo que no se queda con las weás guardadas, así que lo único que quiero saber es por qué él y yo no. Ojalá respondieras. De verdad que necesito saber la respuesta. Si me respondes no te webeo más, y si no... hablamos el lunes. Cuídate, se te estima, a pesar de todo. Suerte en lo tuyo.

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora