ochenta y seis

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(Priscila).

Al escuchar y ver al Damián ahí, en la calle, mojándose, siento que el corazón se me sale de la garganta y se detiene junto con mi respiración. También siento mariposas en la guata y sonrío porque hace tiempo no las sentía.

Me quedo mirando al Damián como una hueona babosa.

Tiene un abrigo negro y un chaleco debajo de este, ceñido al cuerpo. Su pelo está mojado por la lluvia y puta qué se ve sexy.

─ ¿Q-qué estai haciendo aquí? ─tartamudeo al preguntarle.

« ¡Disimula, hueona! ».

El Damián sonríe y se me contagia su sonrisa. Luego mira la bolsa del Líder que tiene en la mano y que está toda mojada, y la levanta hacia a mí.

─Te traje dulces.

No puedo evitar reírme de su respuesta y él se ríe conmigo. Lo vuelvo a mirar y cacho que se sigue mojando por la lluvia.

─Súbete a la vereda que te estai mojando ─lo agarro del abrigo y él justo me agarra la mano y me empuja hacia la calle, pero me afirma de la cintura.

Suelto el paraguas pa' poder afirmarme del Damián y la lluvia me empieza a mojar el pelo y la ropa.
« ¡Mi alisado, conchetumare! ¡Mi make up, conchetumare! ».
Trago saliva y subo la vista a los ojos del Damián. Ahí me importa un pico todo, solo me importa y anhelo sentir los labios del Damián de nuevo sobre los míos.
La bocina de un auto nos obliga a separar nuestros labios abruptamente. Me asusto más que la chucha, y resulta que la cagá de auto tocó la bocina pa' puro huearnos, porque tenía toda la calle pa' pasar. Si nosotros estábamos a la orillita de la calle no más.
«Australianos culiaos».

─ ¿Qué tal el beso bajo la lluvia? ─me pregunta mi amor enarcando la ceja.

─ ¡Bacán, la raja, un manjar! No estoy soñando, ¿cierto? ─empiezo a tocarle la cara y termino acariciándosela.

─No, mi amor. Vine a buscarte ─pone sus manos encima de las mías, que aún están en su cara.

─ ¡Mi Damiansito! ─lo abrazo con fuerzas─. ¡Perdóname por todo! ¡Por haber ido con el Daniel a la parcela de los tíos! ¡Por haberme quedado tantos años acá! ¡Por haber perdido el contacto contigo! ¡Por no haberme ido a Chile contigo!

─ ¡Shhh, shhh! ─me hace callar y me acaricia el pelo─. No tení que pedirme perdón por nada, mi amor.

Me separo de él para mirarlo a los ojos y lo vuelvo a abrazar.

─ ¡Ay, Damián! ¡Te echaba tanto de menos! ─le digo entre besos.

─Yo igual, mi Priscilove ─él recoge el paraguas y la bolsa del Líder que están tirados en la vereda.

─Ven, vamos a secarnos ─lo agarro de la mano y empiezo a caminar adentro de mi edificio─. ¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Viniste solo?

─Vine con la Camila.

─ ¡¿Mi Cami?! ─le pregunto impaktá─. Ah, con razón quería que me quedara acá hasta fin de mes... ¿Y mi mamá sabe? ¿Cómo están todos allá?

─Sí, tu Cami. Mi suegra no sabe. Están todos bien, echándote de menos no más.

Busco la llave en mi abrigo y abro el depa.

─Pasa. Está un poco... muy desordenado. Con cuea está el sillón y unas sillas, lo demás está todo empacado.

Él entra y empieza a examinar el lugar.

─Está la raja ─comenta─. ¿Y qué andabai haciendo afuera? ¿Estabai comprando algo?

─Puchos ─sueno como una vieja culiá.

─ ¿Estai fumando? ─me pregunta como si fuera mi papá y hace que me sienta cabra chica.

─Sí, es que... he estado con estrés con todo lo que ha pasado últimamente y... no me mirí así, que ya estoy bastante grande pa' hacer lo que se me dá la gana ─me cruzo de brazos.

─Tú no cambiai ─niega con la cabeza─. No fumí tanto sí, porque tu salud es lo más importante pa' mí y...

─Sí, por eso me empujaste a la calle y ahora estoy toda mojada ─lo interrumpo y me miro la ropa.

Me saco el abrigo y lo cuelgo en una silla. Luego entro al baño y saco unas toallas.

─ ¡Fue por una buena causa! ─me responde desde atrás.

Vuelvo al living y le paso una toalla, mientras me seco el pelo con otra.

El Damián me observa durante unos segundos y después se saca el abrigo, luego el chaleco y por último la musculosa negra, quedando a cuero pelao'.

«Omaigosh, omaigosh, omai... Conchetumare, mejor dicho. ¡Conchetumare, puta qué está rico este hueón!».

─ ¿Qué te pasó? ¿Te comieron la lengua los ratones? ─me pregunta con una sonrisa pícara.

Trago saliva e intento comportarme normal.

─ ¿Dónde te estai quedando? ¿Cuándo llegaste? ─le pregunto, cambiando el tema y alejando mis ojos de su six pack.

─Llegué hace... unas dos horas, creo. Y me estoy quedando en un hotel... ¿Por?

No lo pesco y entro a mi pieza. Abro mi maleta pa' sacar ropa seca. Me cambio a la velocidad de la luz y luego abro el clóset del Daniel, que aún tiene algunas prendas de ropa que no se ha llevado, y saco algo pa'l Damián.

Cuando vuelvo al living, lo encuentro mirando por el ventanal.

─Damián, ponte esto ─le muestro la ropa del australiano y él niega con la cabeza.

─Prefiero andar en pelota.

─Créeme que yo también prefiero eso, pero no podí salir así ─me acerco a él y le pongo la camiseta del Daniel, que le queda perfecta.

─ ¿Salir a dónde? ─me pregunta.

─A tu hotel. Esta cama está... ─no termino la frase, porque sé que él entiende lo que quiero decir, que está prohibida porque la ocupaba con el Daniel─. Y necesitamos una cama urgente.

Él me sonríe y se lame los labios mientras mira los míos. Nos damos otro beso y yo saco autocontrol de no sé dónde pa' separarme de él.

─Vámonos al toque al hotel ─le digo.

« ¡Ay, conchetumare! ¡Pulento, perdóname por los pensamientos impuros! ».

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora