diez

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Aunque el beso me gusta, me separo de él porque sé que está mal estar comiéndome al primo de mis primos po.

─ ¿Qué hueá te pasa? ─le grito enojá y lo empujo lejos de mí.

─ ¿No te gustó el beso?

─ ¡No! ─miento─. ¿Cómo se te ocurre darme un beso? ¡Agilao!

─ ¿Y si no te gustó entonces por qué lo seguiste?

Ignoro su pregunta porque no se me ocurre ni una hueá que decirle pa' dejarlo turn down for what.

─Quédate bien lejos de mí o si no te acusaré de intento de violación ─es lo único que se me ocurre decirle.

─Reconoce que te gustó el beso.

─Fue el peor beso de mi vida.

─Sabí que no.

─ ¡Ugh! ¿Por qué creí que me conocí? ¡No conocí nada de mí, Damián!

─ ¡Pero quiero conocerte, Priscila!

─ ¿Por qué tan obsesionao conmigo?

El culiao se queda callado por varios segundos, así que pienso en volver sola pa' la casa, aunque me cague de miedo.

─ ¿No te dai cuenta? ─me pregunta sacándome de mis pensamientos de fuga.

─ ¿De qué? ¿Qué estai hablando, hueón?

─ ¿No te dai cuenta de que me gustai desde siempre?

Ahora soy yo la que se queda en silencio varios minutos. «Qué directo el hueón». Ni siquiera puedo pensar. Como que tengo la mente en blanco.

─Esto está mal ─le digo por fin.

─ ¿Por qué?

─ ¡Porque erí el primo de mis primos po!

─ ¡Pero nosotros no somos primos po!

─ ¡Pero igual! Nada que ver...

─Sí, tení razón... Olvida todo lo que te dije.

Un incómodo silencio nos inunda.

─Deberíamos volver ─sugiero.

─Sí, mejor.

Él empieza a caminar y yo voy detrás cagá de miedo. Me quiero afirmar de su brazo, pero con todo lo que pasó me da cosita.

Cuando llegamos, el Gonzalo cacha que salimos juntos del "bosque" y nos mira con care 1313.

─ ¿Qué? ─le pregunto pesá.

─Después hablamos.

«Nos cachó el hueón».

─Voy al baño ─le aviso al Damián.

Entro al baño por quinta vez en el día. Andrés culiao, que me visita en fechas que no debería.
Me pongo a pensar en lo que pasó hace unos minutos. « ¿En serio me comí al primo de mis primos? ». Me siento maraca, pero prefiero echarle la culpa al alcohol. «Lo bueno es que no lo volveré a ver en muchos años más». Ni siquiera puedo procesar que se me declaró. «Debe estar más curao el hueón pa' decir tanta mierda junta». No le creo nada. No me ve hace años, ¿cómo chucha le voy a gustar? A menos que me haya pscopateado en Facebook o alguna hueá así.

De un momento a otro me dan ganas de irme luego a mi casa. Veo la hora en el celular del Damián: las 2:02 AM. Yo juraba que eran recién las 22:00.

Cuando salgo del baño, voy a buscar a mi mamá para preguntarle a qué hora nos vamos, pero resulta que está entera copeteá. Y pa' qué hablar de mi papá.

─Mis papás están igual ─me comenta el Damián como si nada hubiese pasado, posicionándose a mi lado.

─ ¿Sí? No sé cómo nos vamos a ir. ¿Sabí qué hora es?

─Como las dos.

─No creo que se vayan ─dice mi primo mayor, el Gonza, metiéndose en la conversación.

─Ya, ¿y qué creí? ¿Que dormiremos aquí? ─me río irónicamente.

─Sí po. Hay caleta de piezas.

Se me desfigura la cara al escuchar eso.

─No creo que mis papás quieran quedarse ─le aseguro.

─Y yo no creo que estén en condiciones de pensar, así que si tení sueño, anda a elegir alguna pieza.

Me quedo pensativa. No. Ni cagando me quedo. No después de lo que pasó con el Damián.
Me carga el Gonzalo. Cree que porque tiene 18 recién cumplidos, puede mandarme. No me voy a quedar en su casa y punto.

─ ¿Y qué onda ustedes dos? ─pregunta el sapo de mi primo mayor.

─Ninguna onda ─le respondo pesá.

Me acerco a mi papá, que parece más sobrio que mi mamá, y lo interrogo.

─ ¿A qué hora nos vamos a ir?

─No... no nos vamos a ir.

Con cuea le entiendo lo que dice. Tengo que descifrar sus palabras. Lo dejo hablando solo y me acerco a mi mamá. Le hago la misma pregunta.

─ ¡Ah, córtala, Priscila! ¡No sé!

Con copete me reta más.
No me queda más opción que preguntarle a mis tíos. Ninguno me pesca y me enojo. Voy donde una tía que presiento que está sobria, la dueña de la parcela.

─Tía, ¿sabe a qué hora nos iremos con mis papás?

─ ¿Cómo se van a ir así? Van a tener que quedarse.

─En taxi...

─El taxi les cobrará como veinte lucas.

Me dan ganas de pegarles a todos porque quedarme a dormir ahí es lo último que quiero.
Vuelvo a salir al exterior y me siento junto al Damián ─aunque me da un poco de rechazo estar cerca suyo ahora─ quien se está tomando un vaso de bebida. «Ahora toma bebida el hueón, después de que se tomó como diez terremotos y la mitad de una chela».

─ ¿Y qué onda?

─No me quiero quedar, Damián.

─Vai a tener que hacerlo no más.

─No traje ni ropa po. Para una mujer eso es terrible importante.

─Me imagino. Pero acuérdate de la ley Emilia.

─Pucha, sí sé... ¿Y tú cómo te vai a ir?

Él se ríe mostrando sus dientes. «Linda sonrisa... Deja de pensar hueás, Priscila por favor».

─Yo cacho que los dos nos vamos a tener que quedar a dormir en la misma casa─pone cara de inocente. De hueón, mejor dicho.

Siento un tono pícaro en su voz, pero me hago la hueona, como siempre. Hacerse la hueona de repente es la mejor opción.


Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora