veinticinco

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El miércoles hay carrete. Aunque es día de colegio, salgo igual. Necesito sacarme de la cabeza al Damián. Sí. Pienso en él a cada rato.

─Esta hueá te va a hacer bien pa' distraerte ─me dice la Cami a la salida del colegio.

─ ¿Distraerme de qué? Estoy bien ─miento.

─Prisci, a mí no me podí engañar. Lo que te pasa empieza con D y termina con Amián.

─Puta, sí. Parece que me está gustando en serio.

─ ¡Lo sabía!

─Y más encima no me ha hablado más desde el domingo.

─ ¿Qué pasó? ─la Anto llega a nuestro lado después de hablar con el profe de Lenguaje sobre una nota pendiente.

─La Prisci está sufriendo por el Damián.

─ ¡No estoy sufriendo!

─ ¿Y por qué está sufriendo? ─le pregunta la Anto a la Camila.

─Porque no le ha vuelto a hablar.

─ ¡No estoy sufriendo! ─vuelvo a reclamar.

─Mira, Priscila, vo erí más hueona. Le pudiste preguntar cómo le había ido en la prueba. Ya estamos a miércoles, too late ─me reta la Anto.

─Para el amor nunca es tarde ─dice la Camila─. Háblale igual. Y deja de sufrir.

─Por tercera vez, ¡no estoy sufriendo! Si el Damián no me gusta.

Ambas se empiezan a burlar de mí y después cambio el tema en un vano intento de dejar de pensar en él.

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora