treinta y cuatro

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No me di cuenta de que estaba gritando hasta que la tía/suegra me reta porque mis gritos asustan al hermanito chico del Damián.

─Pero, ¿qué le pasó? ¿Cómo está? ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Está vivo?

La tía no me pesca, y en un segundo abriga al cabro chico, llama por teléfono a no sé quién y me señala la puerta para que salga con ella.

Afuera están dos cabros con skate. Cacho solo a uno, pero de vista no más. Es amigo del Damián.

─ ¿Qué fue exactamente lo que le pasó a mi hijo? ─la tía suena tan calmá. No sé cómo lo hace pa' estar así, porque en cambio yo estoy al borde de la histeria.

─Se sacó la conchocolate haciendo un truco con la tabla ─le responde el cabro que no conozco.

─No se cayó ─lo corrige el otro─. Tía, lo que pasa es que andábamos en los estacionamientos y el Damián andaba así como súper arriesgao, y de repente pasó un auto y él se tiró no más. Lo único que escuché fue la frená del auto y un golpe.

─Si se sacó la conchocolate oh, yo lo vi ahí, tirao en el suelo.

─Y el loco del auto se lo llevó al toque a urgencias. El Hueilo y no sé quién más lo acompañaron.

Cuando terminan de contar la historia, la tía no dice nada. Por la cara que tiene me doy cuenta de que al igual que yo, también está al borde de la histeria.

La mamá del Damián hace parar un taxi y me dice que me siente de copiloto, mientras ella se va atrás con la guagua y los dos cabros.

En el camino llamo al Damián pero tiene el celu apagado. Llamo a mi papá y le cuento toda la hueá que pasa y él me dice que va a ir al hospital en ese mismo segundo.

Cuando llegamos, entramos a urgencias y entre los asientos vemos al papá del Damián, mi suegro.

─ ¿Supiste algo de mi hijo? ─le pregunta la tía.

─Nada todavía ─le responde él tomando al hermano del Damián en brazos.

En eso llega el Hueilo con un hueón. El pololo de la Anto me da un beso en la mejilla.

─Tía, tranquila. El Damián entró con el loco del auto, y al parecer no es nada grave. Relájese ─le dice el Hueilo.

─ ¡Pero la tía es la que debería estar adentro con el Damián, no el loco del auto! ─reclamo.

─Tienes razón ─me apoya ella─. Voy a entrar inmediatamente.

Mientras ella camina hasta la entrada de emergencia, aparece el Damián en silla una silla de ruedas y todos nos acercamos a verlo. Se ve tan indefenso mi chiquitito. Me da pena verlo así. Siento que lo que le pasó fue mi culpa, porque si no hubiésemos peleado, él habría ido a mi casa y no al estacionamiento.

─ ¡Wena, Kenita Larraín! ─le dice uno de los cabros.

Todos nos cagamos de la risa.

El que empujaba la silla con ruedas es el loco del auto. Mis suegros abrazan al Damián y después se ponen a hablar con el loco.

Todos los cabros empiezan a huebear a mi pololo y yo siento que estoy de adorno. Le mando un WhatsApp a mi papá pa' que me venga a buscar luego en ese intertanto.

─Ya cabros, dejemos a este par de tórtolos solos ─dice el Hueilo refiriéndose al Damián y a mí.

Segundos después quedamos los dos solos.

─Damián, yo...

─No quiero hablar contigo, Priscila, y tampoco quiero verte.

Vira de mi vida, culiao.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora