(Damián).
Después de aproximadamente trece horas de viaje, por fin llegamos al aeropuerto Kingsford Smith en Sídney. Es una hueá gigante...
─ ¿Y ahora pa' dónde chucha vamos? ─le pregunto a la Cami, alias cara de zombie, mientras la sigo por el aeropuerto.
─Ahora tenemos que tomar otro avión pa' Melbourne, porque a la culiá de la Priscila se le ocurrió irse de Sídney, o sino ya habríamos llegado y no tendría esta cara de demacrá ─apunta su cara con su dedo índice.
─Espera... ¿Ustedes estudiaban acá en Sídney?
─Sí. ¿Por?
─ ¿O sea que nunca hay estado en Melbourne, Camila?
─Eh... nop.
La miro con los ojos entrecerrados. «Puta, la Camila, hueón, apuesto que no tiene idea dónde está la Priscila».
─Si vine contigo es porque pensé que cachabai estos rumbos ─le digo, deteniéndome en medio del aeropuerto.
─ ¡A verrr! ─me habla fuerte la patúa─. Pa' tu información, sí cacho por estos rumbos... los rumbos que no cacho son los de Melbourne, pero me apaña Google Maps.
─ ¡Puta la hueá, Camila! ─reclamo─. Me hubierai avisado antes po. Parece que viniste a puro pasear no más.
─Mira, gil, acá la única que habla inglés con fluidez soy yo, así que no vine a puro pasear. Preguntando vamos a llegar en menos de lo que canta un gallo, así que para de quejarte y de huearme, que no dormí nada y no estoy de humor pa' soportar tus hueás ─empieza a caminar super rápido y yo la sigo detrás.
─Y... ¿hay hablado con ella? ─le pregunto, refiriéndome a la Prisci, por supuesto.
─En el avión le hablo, ¿ya? ¡Deja de presionarme!
«Chuta... Alguien anda en sus días...».
Cuando tomamos el avión, la Cami le escribe a la Prisci y nos enteramos de que justo salió temprano de la pega, así que está en su depa, empacando sus cosas de a poco.
Apenas llegamos al aeropuerto de Melbourne, la Cami se va directo a un asiento, para abrir su maleta y sacar quién chucha sabe qué.
─ ¿Qué buscai? ─le pregunto.
─El paraguas.
─ ¿Trajiste un paraguas? ─levanto una ceja.
─Sí po, nica compro uno acá teniendo uno allá.
─A mí nunca se me habría ocurrido echar un paraguas, hueón.
─ ¡Hombres! ─pone los ojos en blanco y saca el paraguas pa' después pasármelo, y echar algunas de las cosas que sacó pa' buscarlo, devuelta a su maleta─. ¿Tení preparado el discurso pa' la Prisci?
─No. No sé qué chucha le voy a decir. Voy a tener que improvisar alguna hueá...
─Dile que... ah, no sé, hueón. No puedo pensar con este cansancio. Apenas llegue al hotel voy a dormir ─cierra por fin su maleta y se pone de pie.
─Camila, me tení que estar huebiando ─le digo cuando caigo en cuenta del significado de sus palabras.
─Ah, cachaste ─me golpea el hombro─. ¿No te gustó decirme que venía a puro pasear? Ahora te vai solo al depa de la Prisci no más, por gil ─me quita el paraguas y empieza a caminar afuera del aeropuerto.
«Ahora sí que cagué. Demás me pierdo, si soy terrible pajarón. Ah, mentira, voy a llegar terrible rápido. El rayo McQueen me dicen las mujeres».
La Cami para un taxi al toque, de esos amarillos, típicos de películas gringas. En veinte minutos llegamos al hotel y cada uno se va pa' su pieza. Lo primero que hago yo es darme una ducha y cambiarme la ropa, poniéndome mi mejor pinta. Golpeo la puerta de la pieza de la Camila y ella se demora caleta en abrirme. Me burlo en su cara de su pijama de conejos rosados.
─Cállate ─me dice seria, mientras se seca el pelo con una toalla─. Este pijama es super bacán, no lo mirí a hueo.
─Sí, super bacán tu pijama ─me río.
La futura madrina de mi hijo o hija, saca la bolsa de dulces de la maleta y me la pasa de mala gana.
─Ahí tení los dulces culiaos. La dirección te la mando al toque ─se sienta en la cama, se mete a su celular y segundos después suena el mío─. Listo. ¿Las flores son en serio?
Asiento.
─Sí, pero le digo al taxista que me lleve a alguna florería. Oye, ¿esta bolsa de Líder no estará muy rasca? ─examino la bolsa que tengo en mis manos.
─Sí, hueón, está terrible rasca ─la Cami se ríe─, pero relájate, si es la Priscila, la conocí de toda la vida ─se pone de pie y abre el clóset, donde tiene colgado el paraguas.
─No, no te preocupí ─le digo antes de que lo saque─. Si ya paró de llover y además voy a tomar un taxi.
─Igual llévalo por si acaso, Damián.
─Camila, relax, tengo todo bajo control.
─Puta, el cabro porfiao' ─cierra el clóset y posa su vista en mí─. Te vai a mojar, Damián.
─La Priscila es la que se va a mojar, al verme ─sonrío al imaginarme esa hueá.
─Sí, claro, campeón ─se caga de la risa la Cami─. Ya, deja de sacar la vuelta y ándate luego ─me empuja hacia la puerta─. ¡Suerte! ¡Qué te vaya bien!
Al taxista culiao le cuesta más que la conchesumare encontrar una florería, así que al final me choreo y le digo que me vaya a dejar a la dirección que le dije no más. Más encima, el maricón no me hace ni un descuento por el viaje. Me dan unas ganas de agarrarlo a chuchás al culiao, pero me controlo pa' no dejar mal a los chilenos no más.
Me bajo frente a un edificio que parece castillo.
«Aquí vive mi princesa, mi reina, mejor dicho...».
Por quedarme mirando el edificio como hueón, se empieza a largar la lluvia, así que decido esperar que pare un poco pa' poder cruzar la calle. « ¿Por qué no le hice caso a la Camila, hueón? ¡Si las minas nunca se equivocan! ».De repente veo a una persona de negro, caminar por la calle de al frente con un paraguas. Me fijo bien y cacho que es mina, por las botas con taco.
Mi corazón empieza a latir desenfrenadamente y la adrenalina me obliga a cruzar la calle. La lluvia me empieza a empapar al tiro, pero me importa un pico.
La mina está a punto de subir el escalón pa' entrar a lo que creo que es la recepción del edificio, así que sin pensarlo, le grito:─ ¡¿Priscila?!
La mina se detiene en seco y queda inmóvil durante unos segundos. Luego se da vuelta, dándome la cara.
─ ¡¿Damián?!
«Es ella. Es mi Priscilove».
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Vira de mi vida, culiao.
RomanceNada más penca que tener que pasar el dieciocho de septiembre junto al ahueonao primo de tus primos... Aunque con unos cuantos terremotos cambia toda la perspectiva. La pregunta es; ¿se vira o no se vira de mi vida el culiao?