El sábado me despierto a la hora del pico y paso todo el día con pijama, haciendo puras hueás. Esas hueás van desde leer mis diarios de vida de pendeja, hablar con mis osos de peluche, sapear mis joyas y ponérmelas todas juntas, sacar los álbumes de fotos, ver mis informes de notas del año de la pera, ver todas las fotos que tengo en el compu, etc.
No me doy ni cuenta de que ya está medio oscuro, si no es porque mis papás me avisan que ya se van a su cena romántica.
─ ¿Y no se van a despedir de mí? ─les grito desde mi pieza.
─ ¡Ven tú! ─responde mi mami, tan amorosa como siempre.
Me bajo a despedir y mis papás me dicen que cuide a mi hermano y hueás.
─Díganle al Damián po, si él es el niñero esta noche.
─Acuérdate de enseñarle química ─es lo último que dice mi mamá antes de cerrar la puerta e irse con mi papá.
Cuando estoy segura de que ya se fueron y no volverán a buscar algo, me hago un moño por fin porque estoy cagá de calor. Esto de esconder un chupón no es sencillo...
Vuelvo a mi pieza a ordenar el manso desorden que dejé y en eso estoy cuando mi hermano me grita desde el baño.
─ ¿Qué? ─le grito de vuelta porque no escucho ni jota de lo que me dice.
─ ¡Estoy haciendo del dos, así que abre tú! ─me grita.
« Puta la hueá ». ¿No podía cagar antes?
Bajo de mala gana a abrirle al Damián.
─Hola ─lo saludo con un beso en la mejilla.
─Hola ─me responde.
Cuando entramos cacho que está como riéndose.
─ ¿De qué te reí vo?
Niega con la cabeza.
─De tu pijama ─me responde igual.
─ ¿Qué tiene mi pijama?
─Es muy tierno. Muy kawaii.
«Me hubiera puesto un pijama sexy mejor».
─Igual que yo ─respondo.
─Seh po... ¿Y tu hermano?
Me acerco a la escalera y grito:
─ ¡Oe, baja! ¡Ya llegó tu niñero!
─ ¿Niñero? Vine pa' que me enseñarai química.
Se me desfigura la cara.
─Ya y también de niñero ─agrega segundos después.
─Dale. Y... ¿cómo te fue en la prueba de mates?
─Todavía no me la pasan, pero parece que me fue bien.
─El parece no me sirve.
Me queda mirando psicópatamente varios segundos, así que media nerviosa empiezo a engordar los cojines del sillón po hueón.
─ ¿Qué te pasó en el cuello?
Siento que quedo congelá en el momento que me pregunta eso.
« ¡Conchetumare! ¿Por qué me hice un moño? Se me olvidó que el chupón culiao estaba ahí. Ya, si no tengo que darte explicaciones porque no somos nada ».
─Ná po, supongo que cachai lo que es ─le digo bien chora.
─ ¿Quién te lo hizo?
─ ¿Importa?
─Sí.
─Un compañero de curso.
─ ¿Te gusta?
─Queti.
En eso baja mi hermano.
« ¡Al fin po! Cabro culiao, tanto que te demorai en cagar ».
─Les traeré bebida ─digo y me arranco.
A propósito me demoro caleta en la cocina porque quiero evitar el interrogatorio del Damián. No es nada mío así que no tengo por qué darle explicaciones de mi chupón.
─Al fin trajiste la bebida po. Más de una hora esperando ─me reclama mi hermano cuando entro al living.
─Anda a servirte vo entonces po.
─Cállate ─me responde.
─Cállate vo. Chao, me voy pa arriba ─les hago un signo paz y me voy a encerrar a mi pieza.
Me pongo a escuchar música con audífonos a todo volumen, mientras miro el techo. De repente se abre la puerta de mi pieza y doy el medio salto.
─ ¿Qué hací en mi pieza?
─Toqué la puerta y nunca me respondiste.
─ ¿Qué querí, Damián? ─le pregunto violentamente.
─Necesito saber quién chucha te hizo el chupón ─su voz sonaba tranquila, pero su mirada era fría y distante.
─Un loco.
─ ¡Pero quién po!
─ ¿Pa qué querí saber? No lo conocí.
─Es bien fácil buscarlo en Facebook, cachar su dirección e ir a sacarle la cresta.
─Ni se te ocurra hacer eso. Qué enfermo.
─ ¡Tú me enfermai!
─ ¡Yo no te he hecho nada!
Nos quedamos varios segundos en silencio mientras él se rasca la cara y los ojos.
─ ¿Qué onda? ¿Te volaste? ─le pregunto impaktá.
─No. No seai ridícula. Tengo alergia.
─Ah.
Se sigue rascando los ojos y le quedan de un color terrible piure.
─A ver, ven ─lo tomo del brazo y lo llevo al baño.
Hago que se siente en el wáter, con la tapa puesta, obvio, y busco las gotas pa los ojos en el botiquín.
─Tira la cabeza pa atrás ─le digo.
Él me hace caso y yo le echo las gotas en los ojos. Cuando los cierra siento un extraño sentimiento de ternura y lo quedo mirando un poco. Segundos después él abre los ojos y las gotas le caen como lágrimas. Más ternura me da esa hueá. Soy una enferma del mate.
«Priscila, deja de pensar hueás. Enfócate».
─ ¿Mejor? ─le pregunto.
─No. No hasta que le pegue al hueón que te hizo el chupón.
─Ay, olvídalo.
Él vuelve a cerrar los ojos, y cuando los abre, me dice:
─O me decí cómo se llama el maricón o le cuento a tus papás que tení un chupón.
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Vira de mi vida, culiao.
RomanceNada más penca que tener que pasar el dieciocho de septiembre junto al ahueonao primo de tus primos... Aunque con unos cuantos terremotos cambia toda la perspectiva. La pregunta es; ¿se vira o no se vira de mi vida el culiao?