Aléjate

Capítulo 2

Sígueme. ❤️

Sus reglas. Mis reglas.

Decidí ser amable con Harry porque pensándolo bien..., si él está aquí es posible que Efraín se abstenga de aparecer por estos lados. Tal vez Harry no sea como él.

Como sea, la negatividad es lo mío.

Le pedí a mi papá que no le dijera a Elena que mañana cumpliré años. Pero creo que no me escuchó porque les dijo apenas estuvieron instalados en la casa, pero así es mi padre, no puedo hacer nada para cambiarlo, de hecho si cambiara ya no sería lo mismo, me rompería el corazón que él simplemente cambiara su carácter.

Me encierro en mi habitación tarareando una canción de Sia y a los pocos minutos mi padre toca la puerta como si hubiese un apocalipsis zombie afuera.

―Grace, ¿por qué cerraste la puerta con seguro?

―Shhh, papá ―siseo y lo halo hacia adentro de la habitación―. Acuérdate que ya no estamos solos.

―Hija estas paredes son dobles, no escucharían nada al menos que gritarás con todas tus fuerzas y creo que ni de esa manera. ―Dice cruzado de brazos. Oh, eso explica muchas cosas. Muchas, muchas cosas.

―Bueno, me estaba vistiendo y no quería que alguien...

―Para eso tienes un clóset amplio.

―Bueno, lo siento, pero lo haré hasta que me acostumbre, desde los siete no comparto mi casa con otras personas. ―Refunfuño.

―Está bien. Solo quería decirte... ¿Recuerdas la charla que tuvimos acerca de Harry?

―Sí, perfectamente.

―No creo. Dime las reglas.

―No debo decirle Harrison porque lo odia. No debo meterme en su habitación sin permiso ―hablo aburrida―, no debo gritarlo al menos que se lo merezca.

―Yo no dije eso.

―Bueno, pero es obvio, si él me grita yo también lo haré, ya sabes cómo soy con mis hermanas y él no va a ser la excepción, además seremos hermanastros, y todos los hermanos pelean, eso quiere decir que los hermanastros hacen cosas peores que pelear ―él me mira con cara de póquer.

―Debería estudiar Leyes. ―opina y le hago una mueca―. Bien, ¿Qué más?

―Debo ayudarlo si él me lo pide.

―Grace, debes ayudarlo si lo necesita ―me corrige.

―Ajá, eso. Y todas las demás ―espeto sin importancia―. Por Dios, él no tiene diez años. Es un hombre hecho y derecho.

―Bueno, ese hombre creo que necesita de tu ayuda.

―Claro que no, es un hombre, ¿Quieres que lo ayude a vestirse? ―él rueda los ojos―. ¿Acaso se le puede olvidar el papel de baño y yo tengo que ir a llevárselo?

―De ser así no veo la complicación.

―No entendí y no pienso entenderlo.

―Ve a preguntarle si necesita ayuda en algo, quizás no se adapte aún a la casa. ―Me cuestiona con diversión y me paso las manos por la cara.

Mi papá es el dios de la terquedad.

―Está bien. ―Me resigno dando un resoplido exasperado.

Él sale de la habitación y me señala hacia el final del pasillo con unos gestos graciosos y yo solo bufó poniendo los ojos en blanco.