Capítulo 16

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Siento que resbalo un escalón y me despierto de una fuerte sacudida.

― ¡Grace Victoria Schneider Belicov! ―gritan desde algún lugar―. ¡Ábreme! Me estás preocupando. ―es mi padre.

Él sabe que es Belicova... ¿Qué está pasando?

― ¡Grace Schneider!

― ¿Qué pasa? ―pregunto en voz alta.

― ¿Estás bien? ―pregunta Elena y me doy cuenta que estoy en el piso. Me incorporo con gestos de dolor y apoyo mi espalda de la pared. Respiro hondo...

― Sí. ―digo al fin.

― Abre la puerta, por favor.

Me levanto del suelo y me aproximo a la puerta, en mi intento de agarrar la manilla de la puerta me mareo y caigo sentada en el suelo.

― Maldición. ―exclamo en voz baja y miro hacia la puerta la cual se mueve...

― Grace, nos estás preocupando. ―dice Elena.

― ¡Estoy bien! ―exclamo enojada.

― Hija, no tienes que gritar...

― ¡No quiero que nadie me moleste! Quiero estar sola, eso es más que obvio, ¿No?

― Antonio déjala sola, por favor, ya sabes que está bien. ―sus voces suenan amortiguadas, casi ni se oyen.

Permanezco en el suelo durante un minuto... ya no se escucha nada afuera.

Me levanto del piso y me lanzo boca abajo en la cama, cuando me falta la respiración ladeo la cabeza y miro adormilada hacia la ventana, estoy débil. No sé qué pasó... recuerdo que le dije a Elena que quería un hermano, y no tengo dudas que eso afectó mi sistema. Yo y mis ridiculeces.

Sólo quiero dormir...

Escucho que la puerta se abre y ya sé quién es. Suspiro, ruedo los ojos pero, no me muevo. Sólo él sabe cómo forzar la cerradura siempre.

― ¿Qué fue lo que pasó? ―me pregunta preocupado―. Grace.

― Nada. ―susurro y él cierra la puerta.

No lo estoy viendo pero, sé que se está pasando las manos por la cara con exasperación.

― Tuviste otro episodio como la otra vez, ¿No es cierto?

Aprieto la sábana con fuerza y hundo mi cara en el colchón.

― Dímelo. ―exige en voz baja.

― Mientras nuestros padres estén aquí te agradeceré que no entres aquí, ellos podrían pensar cosas que no son. ―que sí son.

― Tu padre y mi madre. ―corrige―. No quiero que digas "Nuestros padres" otra vez.

― ¿Es una amenaza? ―le pregunto incrédula.

― No.

― Entonces, ¿Qué harás si lo vuelvo a decir?

― Bueno, pensándolo bien, sí es una amenaza.

― No sé lo que pasó, ¿Contento? ―le espeto mientras me incorporo.

― ¿Cómo que no sabes?

― Primero lo mismo de siempre y luego... ―cierro la boca y frunzo el ceño―. No sé creo que me desmayé...

― ¿Qué?

― Me estaba ahogando y tenía taquicardia luego... sentí un fuerte dolor en el pecho. ―explico―. Después... nada escuché a mi padre gritar mi nombre completo desde el pasillo.

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