Capítulo 27

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Golpeaste a Harry...

Bebiste más de la cuenta...

Le dijiste la verdad a Andrés...

Harry habló con Andrés... y Andrés pudo haberle dicho la verdad.

Abro los ojos y poco a poco esas palabras se hacen reales en mi memoria. Todo eso pasó. Harry me dejó anoche en mi cama y por alguna razón no me arropó.

Me envuelvo en mis sábanas. ¿Qué hora es? El reloj digital que está en la mesita de noche dice que son las cuatro de la mañana. Demonios.

Voy al baño y me cepillo los dientes. Es muy temprano pero, no volveré a acostarme, ya no tengo sueño. Mientras me cepillo los dientes algo me llama la atención, ¿Dónde está el espejo? Salgo del baño en dirección hacia la peinadora.

¡¿Dónde están mis espejos?! Oh no...

Quebraré todos los espejos de tu habitación... No, él no lo pudo haber hecho, pero ¿Quién sino él? ¡Santo Dios!

―No sé por qué me sorprendo.

Tengo la cabeza revuelta en mil pensamientos, no sé qué hacer porque no sé nada. No sé si Andrés dijo algo, no sé si Will está bien, no sé qué ha hecho Harry con mi pistola, no sé si debo pedirle perdón por la bofetada, no sé absolutamente un carajo.

La culpa de todo la tiene Harry, si él no hubiera usado mi arma las cosas fueran diferentes, muy diferentes.

―Ya basta de echarle la culpa a todo el mundo. ―me regaño.

«Todo es tu culpa, Grace... todo es tu culpa, todo...»

Salgo al pasillo en busca de distraerme, necesito tranquilizarme. Son las cuatro de la mañana, ¿Qué puedo hacer a esta hora?

Camino hacia el final del pasillo contrario a las escaleras. Abro la puerta y asomo mi cabeza. Allí está él, dormido, ¿Por qué no se quitó la ropa para dormir? Aquí hace más frío que en mi habitación.

Bueno, el hecho de que él me fuese a buscar a la casa de Andrés indica que... ¿No le dolió la bofetada? Joder.

Tenemos que aprender a madurar, sin dudas.

*******

Llego a la universidad. Tarde.

He estado pensando mucho en esta situación y llegué a la conclusión de actuar como si nada. ¿Acaso no es eso lo que hacen todos a mi edad?

Espero que Karla salga del salón. Ya es hora que salga, ni siquiera puedo asomarme en la puerta porque el profesor se daría cuenta que no entré a clases y bla, bla, bla. Tengo el arma en su estuche, está cargada y con las demás balas que sobran, ¿Quién va a saber que tengo el arma en mi bolso?

― ¡Grace! ―doy un respingo al oír la voz de Andrés. Me doy la vuelta y él se acerca con grandes pasos.

― ¿Qué quieres? ―le digo sin mirarlo a los ojos.

― Pensé que no ibas a venir.

― Pues, aquí me ves, luchando contra el mundo a pesar de estar herida de mil maneras.

― ¿Cómo estás? ―pregunta y lo ignoro. Karla sale del salón sonriente.

― ¡Al fin! ―exclamo y la halo del brazo.

― Oye, ¿Por qué demonios no entraste? ―me riñe―. ¿A dónde vamos?

― Al estacionamiento. ―les informo.

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