Capítulo 19

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Los hilos de comentarios se han quitado cuando edité el capítulo, sientanse libres al comentar, siempre respondo.

Son las diez de la noche. No he cenado aún y no sé si alguien ha tocado la puerta. Me puse a escuchar música con mis audífonos. Y no me los he quitado durante horas, sólo quiero escuchar música y más música para ver si así logro olvidar que me iré a Londres como exilio por culpa de Bel-Fort.

Tengo sueño pero, el hambre no me deja dormir. La canción The Monster de Eminem Ft. Rihanna retumba en mis oídos, le subí volumen porque alguien estaba tocando la puerta hace unos veinte minutos, además esa canción es la que más define mi vida. Soy amiga de los monstruos que están dentro de mi cabeza...

Miro la hora en mi teléfono, «11:12 pm» Ya todos deben estar durmiendo. Suspiro y miro las paredes de mi habitación, creo que debería pintarlas de otro color...

Miro como la puerta se abre. Me pongo de pie y me quito los audífonos. Harry había tardado mucho en entrar. Seguro estaba esperando que nadie estuviera cerca para entrar como un ladrón.

― ¿Qué haces...? ―cierro la boca y me meto otra vez a la cama.

― Dime, ¿Quieres morirte?

― Ya te he dado la respuesta. ―le digo sin mucha importancia.

― No has comido, tu padre estaba preocupado, se cansó de tocar la puerta. ―me explica.

― Claro, cómo eres un profesional abriendo puertas, puedes entrar cuando se te plazca, ¿Qué tal si un día entras y me encuentras desnuda?

― Espero que ese día no haya nadie en casa. ―dice y lo miro entornando los ojos―. Ya sabes, para que nadie se entere, sólo eso. ―si supiera que lo he visto desnudo.

― Entonces, ¿Estás preocupado porque mi padre estaba preocupado por mí?

― Tu padre me importa muy poco desde que se atrevió a ponerte una mano encima por mi puede irse a la verga si quiere.

Lo ignoro por unos segundos. Algo me dice que... debería hablar con él. ¿Con quién más? No tengo nadie y él es lo más parecido a un amigo.

― ¿Qué te... pasa? ―pregunta con voz suave.

― Harry... he pasado las últimas horas llorando... ―le digo mirando hacia el techo.

Él no dice nada, simplemente se sienta en la silla que está en la peinadora adoptando la actitud de psicólogo o qué sé yo.

― Siento mucho lo que pasó en el estacionamiento del centro comercial.

― ¿Qué es lo que sientes? ―pregunta―. Porque... yo puedo pedirte disculpas por todas las cosas que pienso hacerte al pasar del tiempo.

― ¿Qué? ―espeto.

― Le diré a tu padre que te besé y que pretendo llegar más allá de un beso, es más que una meta, es algo que va a pasar porque cuando Coleman quiere algo lucha hasta que lo tiene en sus manos, en este caso te quiero tener en mis manos, en mi boca y en otras partes. ―habla dejándome perpleja―. También le diré que me importa una mierda que mi madre y él estén casados y que soy un hombre y puedo besar a la mujer que me guste sin necesidad de pedirle permiso a él.

― ¿Estás diciéndome que yo te gusto? Espera, no harás eso. ―le advierto―. Estás completamente loco.

― Antonio, su hija y yo no somos absolutamente nada. Ni siquiera somos amigos.

― Basta. ―le advierto.

― ¿Eso no es lo quieres que haga? ―pregunta―. Te dije que me iría de aquí para que...―cierra la boca.

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