Capítulo 39

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     De algo me ayudó las horas gastadas leyendo información acerca de mi problema. Testimonios reales de personas que pasaron por lo mismo que yo. No puedo vivir así toda mi vida. Tarde o temprano va a llegar el momento de la verdad y yo he decido que ese momento es ahora.

Harry, mi padre y todas las personas que aprecio tienen que saber la verdad, ellos tienen que entenderme. Lo único que no estoy segura de decir es... el nombre de la persona que provocó todo esto. Giselle dijo que Efraín le dijo algo a mis padres, ¿Qué pudo haber sido?

Luego de estar consciente del siguiente paso, salgo del armario y decido peinarme antes de salir de la habitación. Mis manos temblorosas son normales.

Y no sé por qué estoy evitando algo que tarde o temprano pasará. ¡¿Por qué me dijo eso?! Sólo hace que yo quiera... que quiera lo que está evitando. Yo también me imagino cosas no tan decorosas en la cama con él. Joder.

Bien, allá vamos.

― Yo lo amo y necesito contarle todo. ―me digo mirándome en el espejo―. Yo lo amo y necesito contarle todo. ―repito con firmeza.

Mi cara está palideciendo y está en todo su derecho. Camino hacia la puerta y miro hacia el reloj digital de mi mesita de noche, son las cuatro de la tarde. ¡¿Qué?! ¡¿Cuánto tiempo duré metida en el armario?!

Casi una hora...

Salgo de la habitación y entro en la de Harry sin tocar.

― ¿Harry? ―hablo en voz alta y aprieto los puños al notar que mis manos tiemblan. Vamos, eso es normal.

No está en la habitación. Recorro el pasillo con la respiración agitada. Necesito hablar con él, ¿Dónde está?

Grito su nombre en la sala y no hay respuesta. Empiezo a desesperarme mientras camino hacia la cocina. Por favor, tienes que estar aquí ahora que me he decidido a decirte todo. Mi corazón empieza a acelerarse. Vamos, eso es normal.

― Estoy bien, mamá. ―oigo que dice en baja voz y me detengo antes de cruzar hacia la cocina―. Estoy hablando normal, no estoy bajando la voz. ―susurra―. No, no es por ella...mamá, espera, déjame hablar...

Está hablando con Elena. ¿Justo ahora? ¡No puedo parar de temblar! Estoy muy nerviosa y... siento que no hay suficiente oxígeno aquí. Pero, es normal. No tendré un ataque de ansiedad aquí.

― No quiero responderte mal. ―dice―. Por favor... ¡Entonces, ódiame porque yo la amo, maldita sea! ―grita obligándome a dar un salto.

Eso no está bien...

Pasa más de un minuto y él no habla. Sé que colgó la llamada, pero... no he querido entrar a la cocina porque no quiero moverme de aquí. Las dudas me están atacando y... no es fácil.

― ¿David? Es Harry, necesito preguntarte algo y te voy a agradecer que no me hables de mi madre. ―espeta él y trago duro.

¿David? ¿Qué David? No me digas que...

― Quiero que me des la receta médica de Grace Schneider. ―dice y aprieto aún más mis puños―. No me importa, quiero que me des la receta. Me importa su salud, no estoy pidiendo que me digas lo que te contó, sólo quiero el nombre de las malditas pastillas. ―él habla con fastidio―. ¡No estoy en Londres!

Harry es un... entrometido. Aun así no siento enojo por lo que está haciendo. Es sólo se está preocupando por mí. Lo amo tanto.

«Él tiene que saber la verdad, Grace

― Deja de hacer preguntas, sabes perfectamente que ella es mi oxígeno. ―susurra y eso logra calmar mis temblores―. Sí, la amo. Y... se siente bien amarla. Es... un sentimiento que sólo ella es capaz de hacerme sentir. Ahora, necesito que me des la jodida receta. Creo que... tuvo otro ataque de ansiedad. ―casi no lo escucho―. Lleva una hora en su habitación, no quiero entrar... no quiero invadir su espacio. No quiero que piense que sólo quiero acostarme con ella, pero tienes que entenderme, no es fácil besarla y contenerme.

Limpio las lágrimas que se escaparon de mis ojos sin darme cuenta. Sólo quiero entrar y abrazarlo.

― Ella piensa que quiero besarla. No sé qué te dijo en la consulta, pero sé que alguien le hizo daño... y de sólo imaginarme que le hicieron... ―susurra con vehemencia y escucho un sonido―. Mataré a esa persona, Dave. Lo haré y me importa una mierda lo que... ―él cierra la boca―. No, no me des consejos, no estoy en el diván de tu consultorio. ―espeta―. Espero la receta.

Respiro hondo. ¿Qué dijo? No, no puedo.

«Él lo averiguará» pero, sólo diré el pecado, no el pecador... ¡Estoy hablando como Giselle!

― ¿Qué haces allí? ―doy un respingo al oír la voz de Harry cerca de mí―. ¿Por qué lloras? ―pregunta acercándose con rapidez―. ¿Estás bien? ―dice, agarrando mis manos.

Lo abrazo con fuerza, mientras sollozo en silencio. Me aparto de él dos segundos después.

Tengo que hacerlo.

Es ahora o nunca...

― Necesito decirte algo. ―le digo reprimiendo las ganas que tengo de hipar.

― Pero, ¿Qué te pasa? Acaso...

― P-por favor, no m-me interrumpas. Esto es muy difícil, no sé cómo empezar. ―le digo limpiando mis lágrimas con torpeza e ignorando los rápidos latidos de mi corazón―. Pero, empezaré...

Él parece asustado y preocupado. No me importa, llegó el momento y lo haré.

― Cuando m-me gradué de la secundaria. ―empiezo hablar―. Vine aquí, a la casa de mi madre. Y... y yo n-no sabía... ―niego con la cabeza mientras trato de hablar con claridad.

Él permanece a dos pasos de mí, su expresión ha cambiado a otra que no sabría explicar.

― Y-yo...

― Cálmate, Grace. Por favor, te va a...

― Déjame explicarte. ―espeto.

― Estás temblando mucho, por favor... ―él me toma de las manos―. No digas nada ahora, primero cálmate, ven aquí. ―dice con suavidad y me abraza.

― Harry. ―sollozo.

― Shhh...

― Cincuenta y siete balas. ―susurro sin poder detener las palabras―. Cincuenta y siete veces él abusó de mí durante casi tres años... no sé cuántas veces me obligó a quedarme quieta, a no moverme. ―continuo y siento como me abraza con mucha fuerza. Eso es normal.

― No.

― Y él quiere hacerme daño otra vez.

― ¿Quién? ―pregunta con voz ronca y peligrosa―. ¿Quién fue? Respóndeme. ―me exige y niego con la cabeza―. Respóndeme Grace... ¡¿Quién fue?! ―exclama apartándome no tan fuerte pero para mí mente fue un empujón violento―. ¿Cuándo fue la última vez que te tocó? ¿Él fue quién te golpeó?

Me quedo mirando el suelo.

«Él te empujó porque no quiere tocarte... él no te querrá más... él no te quiere cerca...» Eso es normal.

Mi respiración se tranca de golpe al mismo tiempo que siento una punzada en el pecho.

¡Grace!

La voz de Harry suena lejos. Muy lejos...

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