Capítulo 8

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La profecía de Karla Wilson


La profesora de Geología explica muy bien la clase, sin embargo estoy aburrida. Hoy me senté en el último asiento pegado a la pared, no quiero que nadie me esté molestando, cualquiera diría que tengo miedo a que la pandilla de Harry entre al salón a partirme el cuello.

Sinceramente quiero ver la cara de Harry cuando se dé cuenta que despertó en mi cama. Esa es una razón para discutir con él hoy, pero no es como si yo tuviese la culpa de que él se emborrachara y terminara en mi jodida cama, además que yo tuviese el atrevimiento de darle un pequeño beso. Un beso que él no me autorizó y que me está creando un enorme sentimiento de culpabilidad.

No debí tener ese impulso, aunque él no lo recordará igual no debí hacerlo. Ahora, no me puedo concentrar en la clase. Joder.

La profesora explica algo sobre la permeabilidad de los suelos y la Ley De Darcy, pero simplemente no puedo prestar atención, pareciera que mi cerebro está apagado o algo así.

Durar más de dos horas en Geología es estresante, siempre he dicho que la materia me gusta pero, hoy no es mi favorita porque no entendí un carajo de lo que la profesora estaba explicando.

― Hey, joven espérese. ―exclama la profesora llamando la atención de todos. Incluyéndome.

Me veo en la obligación de levantar la vista y mis ojos se abren desmesuradamente al ver que Harry me agarra de la mano y me arrastra fuera del salón sin siquiera decirme una palabra.

― ¡Harry! ¿Eres un psicópata o qué? ―exclamo cuando me suelta en medio del pasillo―. Qué vergüenza, no voy a superar esto jamás. ―me sonrojo y solo así miro su cara, parece que está enojado. Qué bien, ahora todos en el pasillo nos miran.

Él respira hondo antes de hablarme, ¿Por qué está tan enojado? Yo no le he hecho nada. ¿O será que se acuerda de mi acto de abuso? Oh, por Dios, que no sea eso.

― Quiero que me expliques por qué amanecí en tu cama. ―dice entre dientes mientras se pellizca en puente de la nariz.

― Oh. ―la sangre vuelve a mi cerebro―. ¿Y sólo por eso estás así? ―pregunto―. No puedes sacarme del salón de esa manera, es bochornoso. ―exclamo en voz baja.

― Explícame, Grace.

No me gusta que todos nos miren. Debo reprimir la risa, definitivamente está ofuscado por su confuso despertar y yo pensando que recuerda el minibeso que le di. Y eso me alegra, se merece estar así de enojado.

― Yo te explicaré en casa, con calma. ―mascullo y camino hacia la puerta del salón. Él me hala del brazo y me suelto de un tirón―. No me toques así.

― Escucha, tenemos mucho de qué hablar. ―murmura febril―. Te suplico que no me hagas perder la paciencia porque no nos conviene a ninguno de los dos. ―me advierte.

― ¿Perder la paciencia? ¿Acaso la tienes en este momento? Mírate, pareces un obseso del control.

― Te ordeno que me digas...

Resoplo y me cruzo de brazos.

― Estoy en clases, no puedo explicarte ahora. ―farfullo y en el instante que termino la frase, él se da vuelta y entra al salón nuevamente.

¿Qué demonios...?

Al cabo de cinco segundos sale con mi mochila en la mano, antes de que pueda reclamarle, me agarra del brazo y me arrastra hasta el estacionamiento. Sólo obedezco para no montar un show porque de por sí ya es vergonzoso todo esto y hacer una escena peor no mejorara su enojo.

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