Capítulo 7.

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-Oh, te pega más otro nombre -medita unos segundos.- Como: Eustaquia, Ramona, Gregoria...

Entrecierro los ojos y frunzo mis labios.

- A ti también. Por ejemplo: Margarito, Genovevo, Candido, Cesareo, Castulo...

Rafa ríe.

-Tienes muy mala leche.

-¿No me digas? -respondo irónica, alzando por unos breves segundos mis cejas.

Rafa pasa su mano derecha por su pelo negro ondulado, que está recogido en un diminuto moño que a penas se ve. Tras eso, mis ojos se dirigen a los suyos y me percato como observan mi ropa y sonríe, dando a ver aquellos desiguales e imperfectos dientes.

-¿Es para el chico aquel? -pregunta, haciendo un movimiento indicando mi vestimenta.

Frunzo el ceño.

“¿Qué dice?” Pienso.

-¿Qué chico?

-El de la verbena anterior.

Alzo las cejas sorprendida y niego con la cabeza.

-No, para nada -me volteo y busco a mis amigos, pero no los encuentro. -Ahora, por tu culpa, no sé dónde están mis amigos.

-Pues llámalos.

Observo por unos segundos sus ojos sin expresión alguna en mi rostro, después, los ruedo y coloco mi pelo de lado.

-Mis amigas están más pendientes de a quién le clavan el diente y si la botella se vacía; no van a estar pendientes del teléfono.

Rafa estalla a carcajadas y siento, por primera vez, mis mejillas sonrojarse ante él.

-¿De qué te ríes?

Me mira y aguanta otra risa.

-Eres muy...

-¿Tonta?

Niega con la cabeza a la vez que le sale una media sonrisa.

-Muy sorprendente. Tienes algunas ideas bastante alocadas.

-Oh, gracias.

-No hay de qué.

Suspiro, saco mi teléfono del bolsillo y accedo al WhatsApp.

WhatsApp.

Grupo: Las mejoreeeeeeees.

Noelia: ¿¿¿¿¿Dónde estáis?????

-¿Les has enviado un mensaje?

Asiento, observo sus ojos mientras meto el móvil en mi bolsillo y sonrío.

-Bueno, yo tengo que abrir la churrería...

-Si quieres te ayudo. De aquí a que me respondan...

-No quiero molestarte, Noelia.

Rafa.

Rafa.

Rafa.

¿Por qué me ha gustado que pronuncies mi nombre de tus labios delgados?

-No me molestas -aseguro.

Sus ojos grandes y prominentes me observan para después sonreír y mostrar sus dientes desiguales y blancos.

-Pues, entonces, ven.

Asiento y le sigo.

Al estar detrás suya, observo su torso de triángulo invertido y me deleito, por unos segundos, con el andar y movimiento de su espalda.

Mi primer amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora