Capítulo 55.

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   Sigo contemplando tranquilamente las vistas que hay en aquella terraza mientras recuerdos del día que pasamos juntos ayer se agolpan en mi mente de manera instantánea causando que sienta un pleno vacío en mi pecho y mi cabeza automáticamente baje en dirección a mis piernas con un sollozo incluido.

Una lágrima se desliza por mi mejilla ante los recuerdos y rápidamente la quito con el dorso de mi mano. Mi mente juega un poco más y me hace recordar el primer "te amo" que Rafa me dijo cuando me llevó de viaje a Cuba; seguidamente, mi primera vez con él en la que me entregué sin miedo alguno. Le amo tan profundamente que me lancé por completo a la relación sin pensar en las consecuencias.

Tras varios minutos intentando ralentizar mi respiración y conseguir dejar de sentir aquella opresión en mi pecho, tomo mi teléfono móvil y accedo a WhatsApp para responder sus mensajes.

WhatsApp.

Rafa: Sé fuerte 😘. Te estaré esperando.

Noelia: No llores, ¿vale? 😋

Rafa: Jajajajaja.

Rafa: No llores tú.

[...]

Observo la puerta de la habitación de Adolf y suspiro, llevo mis nudillos a la madera marrón para dar leves toques sobre ella y escuchar unas voces en el interior de la habitación. Segundos después, la puerta es abierta y un chico de pelo rubio desordenado con un septum me observa de pies a cabeza; el chico pregunta algo en noruego y después aparece Adolf, me sonríe y habla con él.

-Hola, Noelia - me saluda con una sonrisa y se hace a un lado, dejándome pasar.- Pasa. Él es Adrián, también es noruego.

Asiento y le tiendo la mano al chico rubio.

-Encantada de conocerte – anuncio con una breve sonrisa.

Él sonríe dándome a ver otro piercing.

-Igualmente.

Llevo ambas de mis manos a los bolsillos de mis shorts, doy una vuelta en la habitación para observarla hasta que me topo con la mirada de Adolf. Él se encuentra cruzado de brazos frente a su escritorio, dándome a ver parte de sus brazos sin ejercitar y cómo un mechón de pelo llega a taparle casi la vista.

-¿Qué? – curioseo extrañada.

Él sonríe, se encoge de hombros y camina hacia mí.

-Miraba tus ojos, están irritados.

Abro levemente mi boca en forma de "o" y, después, hago una mueca.

-Nada de lo que te debas preocupar.

Adolf asiente sin querer indagar más en el tema, pasa una mano por su pelo castaño colocándolo mientras se encarga de meterse en el baño, por otra parte, el chico rubio del cual cuyo nombre no sé se sienta en su cama y empieza a atarse los zapatos.

-¿Cómo te llamas?

Él alza su vista, me sonríe con timidez y copia la acción de Adolf peinándose el pelo.

-Askel – responde con su tono de voz, uno grave y duro.- ¿Y tú?

-Noelia.

Los ojos azules de él se posan en los míos verdes sin maquillar, nos quedamos estancados unos breves segundos mirándonos hasta que él vuelve a sonreír tímidamente y asiente.

-Es muy bonito, Noelia.

Pocos minutos después, los tres nos marchamos de la residencia y vamos directos a un bar, el cual me ha puntuado Adolf que es uno de los mejores a los que ha ido. Cuando llegamos, nos dirigimos a una mesa en la que deben estar, aproximadamente, seis personas de mi edad o un poco más charlando animadamente.

-¿Miedo? – pregunta Askel a mi lado, volteo mi cabeza y nuestros rostros quedan a unos centímetros. Asiento.- Tranquila, son buena gente.

Cuando él me dice "tranquila", mi mente recuerda las veces que Rafa me decía eso para tranquilizarme durante estos dos meses y medio en los que hemos estado juntos. Con el pensamiento todavía en mi mente, voy saludando a todos los que se encontraban hablando mientras sonrío; al acabar, tomo asiento entre Adolf y Askel.

-¿Qué se pide aquí para beber? – les pregunto a todos en general.

-Aquavit – responde Joaquín, que me observa a través de sus ojos miel mientras pasa su mano derecha por su barbilla.- Noelia.

Extrañada ante su mirada, asiento y le pido aquella bebida al camarero.

-Estarás acostumbrada a beber, ¿no?

Mis ojos verdes se posan en los azules de Adolf y me es inevitable no pensar en Rafa ante la forma de ellos. Asiento y sonrío ante el recuerdo de cómo empezó mi relación con él.

-¿Te encuentras bien? – me pregunta.

No me había percatado de que mi mirada se encontraba posada en el suelo y la sonrisa se había esfumado de mi rostro.

Asiento insegura.

-Sí, tan solo que echo de menos España.

-Debe ser duro – habla conmigo Adolf sin dejar de hacer contacto visual.- Si necesitas algo, puedes pedírmelo.

Sonrío y esta vez asiento con seguridad.

-Gracias.

***

-Hola, Noelia – me saluda una persona de espaldas a mí, me giro y ensancho mis ojos al encontrar frente a mí a Joaquín recién venido de correr.- ¿Cómo estás?

Asiento queriendo evitar pasar mi mirada por su torso sudado.

-Bien. Gracias.

Él niega con la cabeza y da un paso para acercarse a mí.

-No diría yo lo mismo – me contradice sin dejar de observarme.- ¿Te encuentras bien? Porque tus ojeras te delatan.

Asiento mintiéndole.

-No es cómoda la cama de la habitación.

Joaquín da un paso hacia atrás mientras intenta pensar si creérselo o no, pero acaba asintiendo. Mis ojos, involuntariamente, pasan por su abdomen y alzo mis cejas por unos instantes.

-¿Vas al gimnasio? – le pregunto.

Joaquín asiente y yo le dedico una corta sonrisa.

-¿Quieres que vayamos juntos? – propone con una media sonrisa dando a ver sus pequeños pero alineados dientes.

-Por eso te lo he preguntado.

Él ríe, se pone la camiseta roja oscura que llevaba en su mano y hace un movimiento de cabeza incitándome a caminar.

-Vamos.

Empezamos a emprender camino hacia el gimnasio, pero a unos metros de llegar, una pregunta se me pasa por la cabeza y acabo preguntándola:

-¿Tú eres español?

Niega con la cabeza mientras nuestros ojos hacen contacto.

-¿Y por qué te llamas así? Si se puede saber.

-Mis padres siempre han estado locamente perdidos por los nombres españoles; les gustan.

Asiento y sonrío.

-Supongo que es bueno – comento una vez que estamos dentro del gimnasio.

-Supongo que yo también.

Sonrío observándole y él imita mi acción mientras ambos nos encontramos observándonos sin articular palabra alguna. Sus ojos color miel me observan y puedo percibir, o creo que es una alucinación, que sus pupilas se ensanchan un poco. Me percato unos segundos después de que no he estado respirando e inspiro aire y doy un paso hacia atrás.

-¿Te apetece venir esta noche con el grupo? – me pregunta con su mirada todavía puesta en mí.

Niego con la cabeza.

-He quedado para hacer Skype con mi pareja.

Mi primer amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora