Capítulo 37.

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    Marcus ríe a causa del tambaleo que he tenido hace unos segundos al intentar ponerme en pie, pero él ha acudido rápidamente a sostenerme por el brazo. Ahora mismo me encuentro posando la palma de mi mano sobre la frente y sintiendo como el efecto del alcohol no baja.

-¿Estás bien, Noelia?

Poso mis ojos verdes maquillados en los suyos negros y asiento para irnos los dos hacia la discoteca de nuevo. Al entrar, la música resuena más fuerte de lo que yo recuerdo y las luces se mueven con rapidez. Marcus y yo nos movemos entre la gente hasta encontrar a Carlota junto las demás.

-¡¿Qué ha pasado fuera?! – me pregunta la chica de pelo negro.

Niego con la cabeza mientras me muevo en un intento de bailar.

-Nada.

-¡¿Seguro?! – me pregunta con una gran sonrisa pícara en su rostro.

-¡Muchísima!

Alrededor de las cuatro de la mañana me encuentro de camino a casa con un dolor insoportable de pies a causa de los malditos tacones que decidí ponerme para esta noche. Cuando el coche de Gabriela aparca enfrente de mi casa, sonrío y me despido alegremente de las tres para bajar del coche y dirigirme hacia el portal.

Cuando finalmente llego a mi casa y siento que el efecto del alcohol ha disminuido, me dirijo hacia la habitación de mis padres para avisarles de que ya estoy aquí.

-Mamá – susurro desde el marco de la puerta.- Mamá.

Puedo escuchar como alguien gruñe a causa del cansancio.

-¿Noelia?

-Sí, mamá – afirmo.- Ya he venido.

-¿Qué hora es?

-Cuatro menos cuarto.

Puedo ver, a través de la oscuridad, como ella se incorpora apoyándose sobre sus antebrazos.

-¿No venías a las cuatro y media?

Asiento.

-He decidido venir antes, los pies me duelen muchísimo.

-Ya te lo había dicho, pero como siempre, no me haces caso. Anda, duérmete.

-Adiós – susurro.- Te quiero.

-Y yo, Noelia. Por cierto, ¿has bebido mucho?

Ya era extraño que no lo preguntase.

-No – miento.- Solo un chupito sobre las doce y nada más.

-¿Segura? Desde aquí huele a alcohol.

-Las demás han bebido.

-Bueno – murmura.- Duérmete pronto.

-Sí, tranquila.

***

-¿Por qué no me llamaste anoche?

Mis ojos observan los suyos algo desconfiados mientras yo remuevo con algo de intranquilidad el café que he pedido cuando Rafa y yo hemos podido quedar tras unos días sin vernos. Dos partes de mi debaten en mi interior cuestionándose si contarle o no que ayer me fui de fiesta sin apenas decirle nada.

-Me quedé dormida y el teléfono estaba en silencio – miento sin pensar en las consecuencias.- ¿Por qué?

-Quería preguntarte qué te parece que pasemos el día juntos el jueves – murmura acercando su mano hacia la mía, pero yo la aparto rápidamente para quitar un mechón de mi rostro mientras él frunce el ceño ante esa acción.

-Trabajo – le aviso recordando los horarios.- Y luego me voy con Carmen a CreamFields Ibiza 2015.

Poso mis ojos en los de Rafa, los cuales se ensanchan a causa de la sorpresa y yo no bajo la mirada.

-¿Y se puede saber por qué no sabía eso?

-Porque se supone que tú trabajas tanto que no tienes ni tiempo para hablarme – le encaro sintiendo como algo de enfado se instala en mí.- Por eso, ¿quieres otra razón?

-Que trabaje no impide que no quiera saber si te vas a Baleares para un concierto.

-Ya lo teníamos preparado desde antes de conocerte – aclaro.- Igualmente te lo iba a decir, pero como veo que ni hablamos, ¿para qué?

Rafa resopla y apoya uno de sus codos sobre la fría mesa de vidrio de la cafetería donde estamos para apoyar su cabeza en la mano y despeinar su pelo con la otra. El ambiente cambia a uno incómodo y desconocido que no había vivido nunca en este poco tiempo que estoy con él.

-¿Te has cabreado? – pregunto al percatarme que no dice nada.

-No – niega al segundo y vuelve a la compostura adecuada que tenía antes.- Tan solo me sorprende.

-¿El qué?

-Nada, déjalo.

-No – me niego al segundo.- Ahora exijo saberlo.

Resopla y yo me cruzo de brazos.

-No quiero hablar.

Río irónicamente.

-Como estas dos últimas semanas – le reprocho poniéndome en pie.- ¿Sabes qué te digo? Cuando quieras hablar me llamas, paso yo de llamarte para que no me contestes.

-Noelia – me nombra poniéndose en pie.

-No quiero hacer una maldita escena delante de la gente, Rafa – le digo observando tan solo sus ojos mirarme con atención.- Ya hablaremos.

-¿Me podrás al menos mandarme un mensaje cuando llegues a Ibiza? – pregunta cuando yo estoy llegando a la puerta, me volteo y le observo esperando mi respuesta.

-¿Podrás tú llamarme algún día para saber cómo estás?

Sin esperar respuesta alguna de él, salgo de la cafetería donde nos encontrábamos y voy a paso rápido hacia ningún lugar en concreto, causando que los gemelos lleguen a doler de lo rápido que camino.

Dios, ¿por qué pasa esto?

Con frustración, me paro en seco en medio de la calle que da a una playa de Santander y tiro levemente de mi pelo mientras no sé dónde ir. Opto por sentarme en un banco que hay enfrente del lugar y apoyo mi cabeza entre mis manos a la vez que apoyo mis codos sobre mis muslos.

¿Por qué le he mentido?

¿Por qué estamos así?

Hace menos de un mes estábamos la mar de bien y ahora apenas hemos hablado en estas dos últimas semanas porque él estaba ocupado trabajando y yo no quería molestarle llamándole cada día. Con malos presagios, alzo mi vista y observo la playa; intento relajarme cerrando los ojos y escuchando el sonido de las olas, pero aquello no calma el miedo que tengo a lo que pasará.

Mi primer amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora