Capítulo 24 Nana de clavos

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Lejos del Mar de Arena, otro barco surcaba el Mar del Oeste. Hidan observaba la noche y el reflejo de la luna llena en el agua. No podía dormir, pues el insomnio se había apoderado de su cuerpo. Junto a él, un lobo de niebla negro le hacía compañía, sentado mientras se rascaba las orejas.

– Ócul está aún muy lejos. – murmuró el mestizo, oteando las aguas oscuras con desánimo.

Su misión consistía en encontrar a los demonios que sin duda habían robado un barco y masacrado su tripulación, pero la sombra de la duda lo carcomía. Hidan apretó los puños con rabia. Se sentía culpable. Culpable por no haber cumplido con su tarea hace doce años. El lobo de vapor se percató y se pegó a la pierna de su amo, como si quisiera transmitirle serenidad. Hidan lo notó y se arrodilló para acariciar la cabeza vaporosa de la criatura, y la invocación le lamió la mano en respuesta. Desde que se habían convertido en mestizo, aquellas invocaciones se habían vuelto una parte de su ser, siendo capaces no solo de complementarle en la batalla, sino de brindarle compañía y apoyo en sus momentos más difíciles.

– Eres la parte de mi alma que aún no pierde la fe. – aseguró con tristeza. – La parte ingenua de mi ser.

– ¿No es eso lo que te hace ser tú? – preguntó Saya, a su espalda.

Hidan sonrió. Al parecer, el sueño se había olvidado de ambos.

– Quizá. – se limitó a contestar él.

La anfitriona del demonio Serpiente se sentó a su lado y acarició el pelaje nebuloso de la invocación de Hidan. El lobo era una clara representación de cómo se sentía el mestizo: perdido en sí mismo.

– No debes culparte por nada. – aseveró ella. – Nadie podía imaginar que los demonios sobrevivirían a la Purga de la Luz.

Hidan sonrió de lado. Comprendía que Saya sintiera compasión y que intentara animarlo, pero no había forma de calmar su corazón... No después de haber sabido que los demonios no solo habían regresado, sino que también se habían atrevido a atacar la Ciudad de Plumas. ¿Qué habrían pensado los Cazadores? ¿Qué habría pensado su familia al ver a aquellos monstruos campar a sus anchas? ¿Qué pensaría Tracia..? Si muchos de ellos ya dudaban de él y de su hazaña, aquel asedio habría sido la prueba irrefutable de que Hidan de Özestan, el supuest héroe de la Orden de Plumas que había perdido la vida en la Montaña Prohibida, no había logrado nada.

– La pregunta es cómo sobrevivieron. – acotó el mestizo, en un intento por evadirse de sus lúgubres pensamientos.

Los dos miraron el suelo de cubierta y se perdieron en las sombras durante unos minutos. Ese era precisamente el mayor interrogante de todos. De repente, el lobo de vapor negro empezó a gruñir y segundos después, el barco comenzó a moverse más de lo habitual, víctima del fuerte oleaje.

– ¿Qué sucede? – preguntó Saya.

– No lo sé, pero parece que siente algo. – se aventuró a decir Hidan.

Rápidamente se levantó y miró a su alrededor, aunque las fuertes embestidas del barco no hicieron nada más que devolverlo de nuevo al suelo. El Mar del Oeste se había embravecido repentinamente y lo que antes era una noche con el cielo despejado, era ahora un cúmulo de nubes negras.

– ¿¡Una tormenta!? – inquirió la mestiza.

Saya se encontraba agarrada a una soga mientras ambos miraban hacia el noreste, donde el sol del amanecer comenzaba a despuntar. La invocación lobuna seguía gruñendo y aulló hasta desaparecer en el aire mientras que el resto de pasajeros llegaban a cubierta. Todos ellos se quedaron mirando hacia el mismo lugar que los mestizos contemplaban atónitos.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora