Capítulo 55 Némesis

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La totalidad de aquel mundo se quedó en silencio. El agua seguía fluyendo incorpórea, las burbujas ascendían hacia ninguna parte... y sin embargo, todo, absolutamente todo, parecía haberse detenido en el tiempo para Ruu. Volvía a sentirse vacío, como si su estómago se contrajera y le costase respirar. Un repentino pitido comenzó a acosar sus oídos también, pero no se molestó en tapárselos.

Miraba a Shina, quien lo miraba a él, recargada en el cristal. Si en su mirada no había ni rastro de duda o mentira, la del anfitrión del demonio Ratón era todo lo contrario.

Aquello no podía estar pasando, no era real. Ruu trataba de decirse eso a sí mismo, de convencerse de que lo que acababa de escuchar no era otra cosa que una ilusión más de aquella cámara de tortura. Esa Shina era falsa, una ilusión creada para condenarlo... Todo en ella era una mentira... Pero la joven era plenamente consciente de su desconfianza, de sus dudas, de su temor... Pero también se había dado cuenta de que en aquella pared invisible que los separaba, varias grietas habían aparecido en el aire, muy similares a las que se crearon sobre el cielo de las Montañas de Hiverna cuando ella destruyó la cúpula de Umbra... La chica suspiró y gesticuló una pequeña sonrisa. Ruu se encontraba en estado de shock, eso era algo fácil de adivinar solo con verle... Pero por fin había empezado a creer, a desear con todas sus fuerzas que esa ilusión de Shina que él creía como tal, no lo fuera.

Sin embargo, precisamente por esa razón, la muchacha sabía que necesitaba ayuda para liberarse de todo lo que le oprimía. Un último empujón para traerle a la luz...

– Siempre pensaste en mí y en mi propia felicidad antes que en ti mismo. Siempre mirando por mi bienestar y preocupándote de mí, sin siquiera yo darme cuenta de ello. Por eso olvidaste tu propia felicidad, y por eso fuiste desgraciado...

Mientras hablaba, aquellas finas grietas iban aumentando de tamaño y alargándose como los rayos que cruzan un cielo tormentoso. Parecía estar funcionando.

– Cuando te conocí, pensé que los dos nos complementaríamos. – aseguró ella, mirándolo fijamente. – Ambos estábamos solos y ambos nos necesitábamos el uno al otro. Por eso nos ayudamos mutuamente, alegrándonos y sufriendo las desgracias de los dos juntos. Pero tú quisiste devolverme el favor primero y el dolor y la culpa te consumieron mientras que yo lo olvidé todo...

Ruu reaccionó ante esta última frase. Sus ojos sin brillo temblaban agónicamente mientras las lágrimas iban saliendo una tras otra.

– Eso es, déjalo salir... Como en aquel entonces...

Shina lo miraba con una mezcla de pesar y ternura, pues veía claramente cómo Ruu había vuelto a ser ese niño indefenso, ese chiquillo que vivía atormentado por los golpes y las lágrimas. Ese Ruu estaba frente a ella, pero por mucho que la conmoviera, debía hacerlo desaparecer.

– Mientes...-musitó él. – ¡MIENTES!

Ruu extendió el brazo y la señaló con el dedo. Estaba confuso. Quería creer, quería hacerlo... Pero nada en aquel mundo oscuro respaldaba tal deseo.

"Esa es Shina" – le decía una parte de él. – "Te ha perdonado, te acepta tal y como eres..."

Pero la visión se tornó oscura y retorcida, y de repente, la máscara que llevaba en el rostro de Ruu comenzó a materializarse en el aire, emanando un aura ominosa que lo envolvió todo. De esa máscara surgió una figura similar a él, un reflejo distorsionado que compartía su físico y su cabello, pero con unos cuernos negros que se erguían amenazantes desde su frente. El ente atravesó entonces el cristal y se colocó junto a Shina, su presencia era inquietante. Con una sonrisa macabra que reinaba en su rostro, acarició suavemente la mejilla de la joven, dejando al descubierto colmillos aterradores que asomaban de su boca. Era el espíritu del demonio Ratón, una manifestación de su propia culpa y dolor.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora