Nueve días pasaron también Hidan y Saya atrapados en aquel desolado islote del archipiélago de Arcadia, a mitad de camino entre Bruna y Ócul. En su travesía por las Tierras Mortales junto a Ruu, tras la caída del Rey de los demonios, habían visitado varias de las islas de la zona, pero ninguna tan diminuta como aquella en la que ahora se hallaban. Sin otra alternativa, ambos inspeccionaron el barco varado. Sin embargo, tal como temían, ellos eran los únicos sobrevivientes que habían llegado hasta allí, aunque quizá, para aquellos viajeros y marineros había sido mejor perecer en el Mar del Oeste antes que enfrentarse a una lenta muerte en las garras de los demonios.
– Nos estaban esperando. – afirmó Saya, con tono sombrío. – Sabían que tarde o temprano llegaríamos aquí.
– Eso solo puede significar una cosa. – añadió Hidan, señalando con la mirada la columna de fuego que se alzaba en la lejanía. – Fueron ellos quienes provocaron que esa columna se alce en el cielo.
El mestizo de ojos bicolores observó la distante luz rojiza con una intensidad reflexiva, dejando que sus pensamientos se desvanecieran junto con el horizonte infinito.
– Creo que el demonio tigre al que perseguimos se llama Vorbog. – confesó, casi en un susurro. – Uno de los tuyos me lo dijo.
Saya parpadeó un par de veces, sorprendida por la afirmación, pues las palabras de Hidan sobre los demonios serpiente que enfrentaron días atrás parecían insinuar una conexión que ella no estaba dispuesta a aceptar.
– ¿Crees que este es el mejor momento para bromear? – gruñó, sus ojos amarillos fulgurando con un brillo peligroso mientras lo fulminaba con la mirada.
Hidan, sintiéndose momentáneamente intimidado por ella, agachó la cabeza y se rascó la nuca con gesto incómodo. Antes jamás se le habría ocurrido decir algo como eso, pero la Saya que tenía delante no era la misma a la que se habían enfrentado en el Desfiladero de Huesos ni mucho menos con la que había hablado a través de los barrotes de la Celda Endemoniada de Expiación.
– No lo es... pero verte poner esa cara cada vez que lo hago es mejor que nada. – respondió, esbozando una sonrisa traviesa.
– Nunca entenderé por qué te deleita tanto provocarme. – murmuró la mestiza, ahogando un suspiro mientras volvía a centrar su atención sobre los peces que asaba sobre una improvisada hoguera. Con el tiempo, había llegado a la conclusión de que la personalidad ruda de Mordaz había moldeado a su portador más de lo que cualquiera pudiera haber previsto.
– ¿No? – inquirió él con una sonrisa enigmática danzando en sus labios. – La que más disfrutaba con eso eras tú. O... ¿has olvidado cómo te enroscabas en mi cuerpo en forma de serpiente cuando estuvimos en Thalassa y Plumas?
Saya rodó los ojos, ignorando deliberadamente el comentario de su esposo.
– Eso es... diferente. – murmuró, sintiendo un leve rubor colorear sus mejillas. Con gesto apresurado, tomó uno de los palos donde habían trinchados los peces asados y alzó uno hacia él. – Había una buena razón para hacerlo...
Hidan aceptó el pescado con una sonrisa satisfecha, observando cómo Saya resoplaba mientras tomaba su propio palo con un gesto marcado por la vergüenza y la resignado.
– Así que, Vorbog... musitó ella, intentando devolver la conversación a un tono más serio. – No me cabe duda de que fue ese general quien ordenó a sus secuaces darnos la bienvenida en este islote.
– ¿General? – la compostura de Hidan también se volvió grave ante semejante revelación.
– Era uno de los siervos más leales del Clan del Tigre. – confesó la mestiza, apretando ligeramente los dientes. – Pensé que habría muerto en la montaña...
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El Cazador de demonios (libro II) Hecatombe
FantasyCONTINUACIÓN de ||El Cazador de demonios La Montaña Prohibida|| #4 en AVENTURA 24/12/18 #7 en AVENTURA 1/11/17 #8 en AVENTURA 1/10/16 ___ Las Tierras Mortales disfrutan de los tiempos de paz desde que hace doce años, los demonios fueron exterminados...