Capítulo 20 A las puertas

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Poco después de que el sol asomara en el horizonte, el clamor de los cuernos de guerra resonó en la Ciudad del Silencio, rompiendo su habitual calma hasta la apertura de los mercados. La noticia se esparció con rapidez: un ejército, encabezado por dos pendones colosales, aguardaba a las puertas de Fodies. Los estandartes eran inconfundibles. El azul portaba la imagen de una pluma tensada sobre un arco, y el verde ostentaba un sauce llorón, cuyo tronco se entrelazaba con una espada. Aquellas insignias pertenecían a la Orden de Plumas y la Orden del Sauce. Esto solo podía significar una cosa: los Cazadores de Demonios habían cercado la ciudad. La conmoción llegó hasta el palacio, donde Shina, alarmada, corrió hacia el balcón de su aposento. Al asomarse, su respiración se cortó y sus ojos melosos se abrieron con asombro ante la escena. Frente a la Puerta del Este, conocida como la Puerta de la Serpiente, un vasto ejército se desplegaba. Hombres y mujeres, cubiertos de armaduras relucientes, aguardaban en perfecta formación. Detrás de ellos, imponentes torres de asalto se alzaban sobre ruedas de madera, y criaturas de magia ancestral, enormes y majestuosas, cargaban sobre sus lomos a guerreros armados hasta los dientes. Entre las filas, destacaba la figura solemne de Tracia, montada en un alicornio blanco. A su lado, Coga cabalgaba sobre un corcel marrón, Astor guiaba a un percherón y Daegal de Sauce avanzaba a lomos de la vulpira Naali. Los Cazadores les abrían paso, cerrando filas con una precisión milimétrica, como si cada movimiento hubiera sido ensayado cientos de veces. Desde la distancia, Shina apenas podía distinguir las figuras entre el tumulto, pero no le quedaban dudas: esa jinete que se abría paso entre las huestes era Tracia, la líder de Plumas, y su presencia no auguraba nada bueno, pues pronto su ira caería sobre la Ciudad Independiente.

– Todos los Cazadores de Plumas han venido... – murmuró una voz cercana.

Shina giró sobre sus talones y encontró a Ruu, colgado cabeza abajo del techo del balcón. El mestizo bajó con agilidad y se sentó sobre la barandilla junto a ella. Su atuendo no había cambiado: vestía un traje oscuro y flexible, ideal para el combate y el sigilo, acompañado de un cinturón de cuero holgado y guantes sin dedos. También llevaba una pequeña bolsa cruzada a modo de bandolera, pero ningún arma visible.

– Ya podrían haberse organizado tan bien cuando atacaron su propia ciudad. – gruñó Ruu, despectivo.

– Con suficiente tiempo de preparación, hasta el más vasto de los ejércitos puede ser creado. – murmuró Shina, abrumada. – Todo es mi culpa...

Apretó los puños con fuerza. Graown lo había predicho: Tracia los había seguido hasta Fodies, sedienta de venganza y dispuesta a obtener cualquiera de sus cabezas a cualquier precio. Eso significaba que los cazadores podían atacar o asediar la ciudad si así lo deseaban.

– No digas tonterías. – replicó Ruu, sin apartar la mirada del ejército frente a los muros. – Puede que esa mujer haya reunido un ejército de cazadores, pero esta ciudad no caerá tan fácilmente.

– ¡¿Cómo puedes estar tan seguro y tranquilo?! – interrumpió una voz juvenil, cargada de miedo. – ¡No quieren controlar la ciudad, nos quieren a nosotros!

Ambos se giraron para encontrar a Eithel en el umbral de la puerta, pálido y tembloroso. El joven heredero de la Orden del Sauce también había escuchado los cuernos, y ahora, con el corazón en la garganta, se asomaba al balcón, observando con pavor el ejército que se acumulaba frente a las murallas de Fodies.

Ruu esbozó una sonrisa, ladeando la cabeza.

– ¿Tienes miedo? – musitó con un toque de burla. – Cuando huiste de Plumas con Graown, parecías mucho más valiente.

– Yo... – el chiquillo intentó justificarse, pero su voz se quebró.

– Eithel tiene razón. – intervino Shina, posando una mano sobre el hombro del chico. – Conociendo a Tracia, tomar la ciudad no sería suficiente para calmar su ira...

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora